lunes, 29 de noviembre de 2010

España no necesita rescate pero puede acabar siendo rescatada

MADRID.- España no necesita rescate. Pero puede acabar siendo rescatada. Es tanto como decir que no todo está perdido pero todo puede perderse, se escribe en 'Abc'. Se han orquestado auxilios financieros en Europa por dos problemas, y España no adolece de ninguno de ellos. No hay bloqueo a la financiación pública a corto plazo, como le sucedió a Grecia en primavera, puesto que las necesidades del Estado están cubiertas. 

En Atenas, el índice de riesgo país, que mide la confianza en la capacidad de pago, se disparó hasta superar los mil puntos básicos sobre Alemania. A Dublín, los mercados le asignan más de 600. En Madrid, desbocada,ha marcado 264. Cuando Felipe González dejaba La Moncloa en 1996, este indicador marcaba cerca de 350 puntos. Esa es la España que puede esperarnos.
Tampoco el sector financiero del país está quebrado como el de Irlanda. De entre todos los bancos del Tigre Celta, solo el Bank of Ireland aguanta hoy sin mayoría de capital público, y no resistirá mucho más.
El de España, sin embargo, es uno de los sectores financieros más robustos de Europa. A diferencia del resto de sus vecinos, que aprobó de media al 60%, nuestro país examinó en julio al 96% de sus entidades durante los test de estrés, en el escenario más adverso entre los ideados por los bancos centrales de Europa. Solo cinco cajas, de menor tamaño, no superaron el listón. A igual examen que el de sus vecinos, todas las entidades españolas hubieran aprobado con nota. Hay que auditar a cerca del 75% del sector financiero español para encontrar el primer suspenso. En Alemania, con menos (examinó al 71% de su banca), apareció el primer cate. Irlanda solo examinó a dos entidades.
Así pues, si no hay agujero, de nada sirve el dinero para taparlo. El problema de España es otro.
Los mercados, un negocio, se mueven a golpe de datos objetivos y de percepciones, con la especulación como característica de su naturaleza. ¿Datos objetivos? Un país muy líquido y con el peso suficiente para arrastrar al euro en su caída. Un crecimiento que no despega. Una reforma laboral pendiente de desarrollo. Una reestructuración financiera dilatada por la complejidad del Estado autonómico. Una reforma de pensiones que no se resolverá hasta primavera, —Francia, en la suya, tardó cinco meses, y Grecia, dos—. Unas administraciones territoriales que incumplen sistemáticamente los objetivos de déficit. Un Estado central que controla menos de la mitad del presupuesto...
¿Percepción de España? Una economía gripada, guiada por un Gobierno converso —pero no convencido— a la salubridad presupuestaria, que promete pero no cumple, y con poca capacidad para controlar a los territorios. En suma, un Ejecutivo en crisis de credibilidad al frente de una economía debilitada y fácilmente atacable que permite apostar en dobles: contra el país y contra el euro.
Hay salida
Entendiendo por rescate el mecanismo creado por Bruselas, el auxilio comunitario no es un regalo, sino un préstamo multimillonario muy caro en ajustes y, por tanto, una ayuda envenenad. Desestabiliza la situación política y social Bast recordar las manifestaciones griegas, con tres muertos, y la caída del Gobierno irlandés. Y también ahoga el crecimiento, deriva en rebajas de «rating», aument las tensiones en los tipos de interés, la retirada de líneas de crédito, agrava el temido efecto «crowding out», en el que el sector público expulsa al sector privado del mercado. Solo es asumible si no hay otra salida.
Las fortalezas de nuestro país aún le permiten enderezar el rumbo. Estamos a tiempo de cambiar el sino que se cierne, en lugar de abandonarnos a la suerte de los mercados internacionales bajo el eslogan «ya se calmarán», porque nunca lo hacen. Su negocio va en ello. Pero no hay tiempo que perder.
La experiencia recomienda concluir las reformas que echaron a andar tibiamente meses atrás. Después, fusilar los desequilibrios presupuestarios en los segundos niveles de la administración —autonomías y ayuntamientos—. Con consenso o sin él. Cuando esperar un acuerdo, siempre deseable, daña los intereses del país, la responsabilidad obliga al Gobierno a gobernar. Porque no somos Grecia ni Irlanda. Tampoco Portugal. Y no necesitamos un rescate, pero hay que demostrarlo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario