lunes, 1 de noviembre de 2010

Rousseff se enfrenta en Brasil al desafío fiscal y cambiario

SAO PAULO.- La misma bonanza económica y la libertad en el gasto que impulsaron a Dilma Rousseff a la presidencia de Brasil podrían convertirse en la mayor fuente de problemas durante su primer año al frente de la mayor economía de Latinoamérica. 

Rousseff tendrá que apretar el cinturón de un Gobierno cuyas finanzas se deterioraron este año electoral, pero al mismo tiempo deberá evitar ahogar el crecimiento económico que sacó a millones de personas de la pobreza.
La ex jefa de Gabinete del presidente Luiz Inácio Lula da Silva ganó la segunda vuelta de las elecciones presidenciales el domingo con un 56 por ciento de los votos válidos, en gran medida gracias a los éxitos económicos de su antecesor y mentor político.
Rousseff, una ex militante de izquierdas que nunca antes se había presentado a un cargo de elección popular, tendrá que lidiar con las consecuencias de ese crecimiento: una enorme entrada de capital al país, que ha provocado una apreciación del real a máximos de dos años, afectando a los exportadores en un país productor de materias primas.
El fracaso de Lula a la hora de recortar el gasto ineficiente podría restar fondos al Gobierno necesarios para inversiones clave en infraestructuras, mientras que los continuos desembolsos en préstamos a tipos subsidiados a través de bancos estatales podrían impulsar la inflación.
"Es urgente que la política fiscal vuelva a ir por el buen camino. Para mí, esa es la prioridad", dijo Zeina Latif, economista de Latinoamérica en RBS, en Sao Paulo.
"Eso sería bueno para la moneda, sería bueno para el Banco Central", agregó.
El déficit presupuestario nominal a 12 meses cayó abruptamente en septiembre después de que el Gobierno recurriera a lo que muchos analistas describieron como contabilidad creativa.
El déficit cayó a un 2,36 por ciento del Producto Interior Bruto (PIB) desde un 3,38 por ciento el mes previo, pero aún es mucho mayor al saldo de 1,23 por ciento del PIB registrado en octubre de 2008, antes de que la crisis global golpeara a Brasil.
El déficit nominal se ha mantenido sobre un 3 por ciento del PIB la mayor parte del año.
Rousseff ha dicho que mantendrá bajo control el gasto del Gobierno, pero descartó recortes presupuestarios.
El domingo, durante sus primeras declaraciones como presidenta electa, la ex jefa de Gabinete de Lula fue rápida en reiterar su compromiso con un gasto fiscal prudente.
"El pueblo brasileño no acepta Gobiernos que gastan más de lo sostenible", dijo ante una festiva concurrencia en Brasilia.
"Haremos todos los esfuerzos para mejorar la calidad del gasto público, para simplificar y aliviar la carga tributaria", añadió.
Rousseff podría volverse más rigurosa fiscalmente después de que asuma la presidencia el 1 de enero, a juzgar por personajes clave en su equipo de campaña, como el ex ministro de Hacienda Antonio Palocci, el rostro de la austeridad durante el primer mandato de Lula.
Un control más férreo sobre las cuentas fiscales restaría parte del estímulo que alimenta el crecimiento anual de cerca del 7 por ciento en Brasil, al tiempo que reduciría la necesidad de tipos de interés más altos y aliviaría la presión sobre la moneda.
El tipo de interés referencial de Brasil, Selic, de un 10,75 por ciento anual, es uno de los mayores del mundo. Supera a los de las economías avanzadas y es dos veces mayor que los de Rusia, India y China, sus socios en el llamado grupo BRIC de principales economías emergentes.
El real se ha apreciado casi un 6 por ciento desde fines de junio, pese a que el Gobierno ha aumentado su intervención en el mercado cambiario y ha triplicado un impuesto sobre inversiones extranjeras en bonos locales.
"Probablemente adoptaremos (...) más medidas como las que estamos adoptando para impedir que el real se valorice tanto", dijo a Reuters el ministro de Planificación, Presupuesto y Gestión, Paulo Bernardo.
Un desafío para Rousseff será controlar los ingresos de capital sin comprometer una fuente clave de la estabilidad ganada con esfuerzo por Brasil: el tipo de cambio flotante.
Una forma en que podría tratar de lidiar con el problema cambiario sería hacer más competitivos a los exportadores a través de exenciones impositivas, dijo Fernando Ferro, jefe de la bancada del oficialista Partido de los Trabajadores (PT) en la Cámara baja del Congreso.
Los beneficios a los exportadores podrían ser parte de esfuerzos más amplios por reformar el bizantino sistema tributario de Brasil, recortando ingresos inicialmente, pero aumentándolos en el largo plazo.
La coalición de Rousseff en el Congreso será mayor que la que tenía Lula, lo que elevará las posibilidades de aprobación de reformas.
Con la economía creciendo rápidamente y la probabilidad de que el capital extranjero siga llegando, Rousseff tendrá que manejar los flujos sin volverse demasiado dependiente de ellos para financiar un creciente déficit de cuenta corriente.
Al consultar cuáles pensaba Lula que eran los desafíos del próximo Gobierno, Gilberto Carvalho, uno de sus principales asesores, dijo: "Necesitamos consolidar el modelo (económico) y no revertirlo".

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