jueves, 23 de diciembre de 2010

El ministro cubano de Economía lidera la lucha por las reformas

LA HABANA.- El ministro cubano de Economía, Marino Murillo, emergió como el principal hombre detrás de las reformas económicas, después que el presidente Raúl Castro le diera luz verde durante una reunión del Parlamento que analizó un plan para modernizar el sistema socialista de la isla. 

Murillo había permanecido hasta ahora en un segundo plano, pero la pasada semana impresionó a muchos cuando presidió durante tres días las sesiones del Parlamento cubano, que fueron televisadas, y explicó los cambios previstos para una de las últimas economías de estilo soviético.
"Está en primera fila, se mueve con soltura y eso es señal de que Raúl le dio luz verde para actuar", dijo Darío Rodríguez, un empleado bancario de 39 años.
En largas y detalladas respuestas, en las que lanzó información acerca de cómo se estaba comportando la economía, se quejó fuertemente por los problemas que estaban deteniendo mayores avances y explicó la necesidad de las reformas.
"Hay que tener mucha disciplina, porque si no, no ordenamos esta economía. Son momentos de mucha indisciplina", dijo Murillo.
"Nosotros lo que estamos es diseñando", dijo a los diputados del Parlamento.
Durante un debate sobre la nueva política fiscal que acompañará las reformas, Murillo ofreció una exhaustiva explicación y concluyó: "Esto parece complicado, pero no es tan complicado, el que tiene que pagar se lo aprende al instante".
El economista de 49 años, que fue nombrado durante una profunda reestructuración del Gobierno el pasado año, es el arquitecto de la reforma más audaz de Cuba en las últimas décadas, que incluye recortar un millón de empleos estatales y la expansión del sector privado.
Murillo ayudó a redactar unos 300 proyectos económicos presentados por Castro el mes pasado, sometidos actualmente al debate popular, y se espera que el plan sea aprobado en el congreso del Partido Comunista en abril próximo.
Claramente el ministro cuenta con el apoyo del presidente Castro, que se refiere a él como "compañero general" y lo convirtió en uno de los vicepresidentes del Consejo de Ministros. Murillo se graduó en el Colegio de Defensa Nacional, pero se desconoce si ha pertenecido a las Fuerzas Armadas. Antes fue ministro de Comercio Interior, viceministro de Economía y auditor del Ministerio de la Industria Alimenticia.
En pocas palabras, dijo que la economía cubana controlada por el Estado gasta demasiado y produce muy poco. Su evaluación directa ganó una muestra de apoyo de Castro durante la reunión del Parlamento.
"Yo lo voy a aplaudir", dijo Castro durante la sesión, que se unió en los aplausos al locuaz ministro.
A pesar de que ha estado en puestos de alto nivel en los últimos años, los antecedentes de Murillo no son bien conocidos y existe muy poca información pública disponible sobre él.
Una breve biografía publicada en una página oficial en Internet lo describe como un economista "que ha estado vinculado a la esfera económica durante más de 20 años".
Arturo López-Levy, experto sobre Cuba de la Universidad de Denver, dijo que Murillo se abrió paso a través de las filas del Gobierno, comprende bien su funcionamiento y está en sintonía como las opiniones que prevalecen dentro del Estado.
"Su ventaja (es) un real conocimiento del sistema desde dentro y formar parte de un grupo de cuadros, con experiencia y modo de pensar bastante integrado", dijo López-Levy. "Su voz expresa ideas tanteadas y consensuadas con su grupo de poder".
Estos lazos de consenso con el Partido Comunista le sirven ahora, pero "podría ser un hándicap cuando se necesite abrir la gestación de políticas a ideas diferentes, en una segunda fase de reformas", dijo López-Levy.
Su papel dominante durante las sesiones del Parlamento cubano la pasada semana contrastó con el de sus predecesores, en general de bajo perfil, pero no sorprendió a un empresario extranjero en La Habana que trató con Murillo durante su paso por el Ministerio de Comercio Interior. Su estilo, dijo el empresario, es ser "fuerte, impetuoso y franco".
Al clausurar el sábado las sesiones del Parlamento, Raúl Castro definió la aprobación de las reformas como una cuestión de vida o muerte para el socialismo cubano.
Los dirigentes cubanos tuvieron que superar tabúes ideológicos y aceptar los negocios privados como un factor importante para el futuro de la isla caribeña, dijo.
Murillo estuvo de acuerdo, pero prometió que las reformas no iban a convertir a la isla en una economía de "chinchales", como se conoce a quienes venden en la calle o tienen pequeños negocios callejeros.
"Esta no va a ser una economía de chinchales, esta es una economía donde va a predominar la empresa estatal socialista eficiente", dijo Murillo.

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