viernes, 18 de febrero de 2011

Los cubanos siguen trabajando meses después de anunciarse despidos

LA HABANA.- Más de cinco meses después de que el gobierno anunció que una décima parte de la fuerza laboral de Cuba sería despedida para el 31 de marzo, es difícil hallar a un desempleado, o a una persona que conozca a alguien que haya perdido su empleo. El rezago demuestra el dilema en el que se halla el gobierno mientras busca desesperadamente la manera de reducir costos al Estado sin causar un cisma social.

Decenas de cubanos entrevistados en la capital y en otras partes dijeron que aún no pasa nada, y que la incertidumbre es insoportable.
Esta semana, el gobierno y líderes sindicales reconocieron por primera vez que el programa de despidos estaba lleno de problemas. Criticaron a los empleados del Ministerio del Trabajo por no comunicarse entre ellos y censuraron la incompetencia de las comisiones formadas para decidir quién sería despedido.
Dijeron que algunos puestos fueron eliminados en las industrias de la salud, turismo y azucarera, pero no dieron cifras.
Lo que no se dijo tampoco fue el hecho de que despedir a tanta gente es potencialmente incendiario en un país que se ha mantenido a sí mismo desde la revolución de Fidel Castro de 1959 en la búsqueda de construir una utopía igualitaria. A los cubanos nunca les prometieron riquezas, pero un empleo siempre se ha considerado un derecho de nacimiento.
El concepto de desempleo es ajeno para la mayoría de los cubanos, quienes se han presentado diligentemente durante décadas en fábricas en bancarrota, en oficinas con más empleados de los necesarios y en tiendas vacías, aun si no había mucho qué hacer ahí.
La mayoría de los trabajadores gana menos de 20 dólares al mes, pero recibe generosos subsidios, como educación y servicios de salud gratuitos. Antes de que se anunciaran los despidos y otros cambios económicos, la tasa oficial de desempleo era de sólo 1,7%, y el Estado era patrón de 84% de la fuerza laboral.
Dado que los exiguos salarios no son suficientes para subsistir, muchos cubanos pasan gran parte de lo que debían ser sus horas de trabajo tratando de ganar dinero en empleos informales o llevándose objetos de sus lugares de trabajo para venderlas o hacer trueque. Sin un empleo, las cosas se ponen más difíciles.
Raúl Castro ha tratado de cambiar la actitud laboral de los cubanos desde que remplazó a su hermano Fidel en el 2006. Ha sido franco en su evaluación de las finanzas del Estado, las cuales han sido maltrechas por la crisis financiera global, tres huracanes que azotaron la isla en el 2008 y por el embargo impuesto por Estados Unidos.
De acuerdo con el plan anunciado en septiembre, una comisión de expertos definiría el número óptimo de personal para cada dependencia estatal. Las comisiones de trabajadores especialmente entrenados decidirían cuáles puestos eliminar.
Una integrante de una comisión de trabajadores de la capital dijo que los despidos fueron "paralizados" debido a la resistencia de los gerentes. "Este es un proceso muy, muy sensible", dijo en condición de anonimato porque temía perder su empleo.
Los trabajadores a despedir son nombrados "disponibles" y a muchos se les ofrecerá un empleo alternativo en sectores esenciales como agricultura, construcción o la policía.
Las autoridades necesitan recortar la nómina mucho más si desean generar ahorros considerables, por lo que el gobierno ha permitido que decenas de miles obtengan licencias para trabajar en el sector privado, o puedan rentar habitaciones de sus casas, o abrir restaurantes e incluso contratar personal.
Castro ha advertido que el país se encamina a un "abismo" económico, y que no hay mucho tiempo para corregir las cosas, pero ha prometido que nadie va a ser abandonado, subrayando la cuerda floja que debe caminar el gobierno mientras trata de avanzar.
Economistas dicen que no es sorpresivo que el proceso se haya trabado, dada la enormidad de los cambios propuestos, y lo espinoso de cualquier plan para recortar empleos.
"Tiene sentido que no hayan hecho nada", dijo Rafael Roméu, presidente de la Asociación para el Estudio de la Economía Cubana, una organización si fines de lucro con sede en Washington. "Despedir a medio millón de personas es un ajuste difícil para tan poco tiempo. Ellos están cambiando el acuerdo social en una forma en que no lo han hecho en 52 años".
Otros observadores - la mayoría de los exiliados anti Castro en Miami - han mencionado el espectro de las sublevaciones populares en Egipto, Túnez y otros países del Oriente Medio, que han sido desatadas en parte por alto desempleo, un incremento de precios y la ausencia de oportunidades económicas para la población.
Aunque claros sobre los riesgos, líderes en la isla dicen que las comparaciones con el Oriente Medio son erróneas, porque en esta caso las autoridades son el motor del cambio, no la juventud, y que los desempleados continuarán recibiendo gratis vivienda y alimentos básicos, además de educación y atención médica.
"El principal problema es que el cambio que Cuba trata de hacer es un cambio total del sistema", dijo Arturo López-Levy, un economista que dejó Cuba en el 2001 y que ahora ofrece conferencias en la Universidad de Denver. "Siempre va a haber resistencia y temor en casos así".
Pese a la demora, los despidos propuestos han tenido un efecto escalofriante en trabajadores y sus familias.

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