lunes, 21 de febrero de 2011

La crisis de la deuda convierte a Alemania en el G1 europeo

LONDRES.- Llamémosle el G1 de Europa. La crisis de deuda de la eurozona ha dado una nueva forma a la manera en la que el poder funciona en la Unión Europea, colocando a Alemania en el asiento de conductor, a expensas de la Comisión Europea y otros Estados miembro.

Otros eran los tiempos en los que los derechos exclusivos para legislar del ejecutivo de la UE eran el motor de la integración europea.
La canciller Angela Merkel está actualmente atrayendo toda la atención --con Francia como socio menor-- lanzando las demandas de una política de integración económica bajo sus propio alineamiento y utilizando su influencia como gran pagador europeo para lograr aceptación.
El mensaje que llega desde Berlín es: "Si quieren que los contribuyentes alemanes financien la eurozona, tendrán que aceptar nuestras reglas fiscales sus constituciones, elevar sus edades de jubilación y hacer más competitivas sus economías".
Tras la resistencia inicial, los socios europeos parecían listos para acatar algunas demandas de Berlín el mes que viene como precio para que Alemania apoye un fondo de rescate de la eurozona más fuerte y flexible.
Grecia e Irlanda, que ya han recibido rescates del FMI y la UE, no están en posición de oponerse. Otros como España y Portugal, que luchan para mantener a raya la presión de los mercados sobre sus elevados déficits presupuestarios, tienen pocas oportunidades para protestar.
Varios líderes de la UE protestaron en una cumbre el mes pasado contra lo que ven como un dictado franco-alemán.
Países de la zona euro más pequeños, como Bélgica y Austria, se molestaron cuando se les dijo que tenían que dejar de lado la indexación de los salarios a la inflación o que reformen sus sistemas nacionales de pensiones.
En países que aún no se han unido al bloque monetario de 17 países crecieron los temores de quedarse fuera del círculo de países de la UE que se están integrando más rápido.
"¿Realmente creen que tienen el derecho a tratar a todos de esta manera", dijo un diplomático que el primer ministro polaco, Donald Tusk, les preguntó a Merkel y al presidente francés, Nicolas Sarkozy.
En respuesta, los dos líderes dijeron que los países que no utilizan el euro eran bienvenidos a unirse a su "pacto por la competitividad" de forma voluntaria, pero reservaban para los países que comparten la moneda común el derecho a reunirse y tomar decisiones de manera separada.
El presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durao Barroso, advirtió a las grandes potencias contra la "tentación intergubernamental" para perseguir una política económica fuera del marco del tratado de la UE, negando derechos a otros Estados miembro.
"Hay límites a la creatividad en el establecimiento de nuevos mecanismos de governabilidad, y esto no debe llevar a disfunciones con las actuales políticas de la UE", dijo Barroso en un discurso.
Los líderes alemanes defienden esta ruta para una integración entre los gobiernos de la eurozona citando los límites del tratado sobre "competencia comunitaria" y la dificultad de que lleguen nuevos miembros a la UE ratificados por los 27 miembros.
Reino Unido está promulgando una ley que requeriría un referéndum para cualquier nueva transferencia de soberanía de Londres a Bruselas, agregando una nueva traba a los actuales frenos de referéndum en países como Irlanda y Dinamarca.
"Como la resistencia política a una mayor 'comunitarización' en la mayoría de los Estados miembro y sus parlamentos no puede ser ignorada, sólo seremos capaces de hacer progresos institucionales limitados en el futuro próximo", dijo el ministro alemán de Finanzas, Wolfgang Schäuble, en un discurso pronunciado este mes en Berlín.
Merkel misma reprochó en la Comisión y en el Parlamento Europeo a aquellos que se mostraron alarmados por el apartamiento de Alemania del "método comunitario" en respuesta las crisis de la zona euro.
"Donde no hay competencia comunitaria, el método comunitario claramente no puede ser aplicado", dijo en un discurso sobre política europea en Brujas en noviembre pasado.
En cambio, abogó por un nuevo "método de la Unión, que realmente es una combinación de método comunitario y acción coordinada por parte de los países miembro".
Todo esto puede sonar como un debate teológico en Marte, mientras la eurozona, en el planeta Tierra, está en llamas.
Sin embargo, las instituciones importan, y el resultado de esta disputa puede determinar el futuro de Europa.
La conducción alemana de la coordinación de una política económica intergubernamental está diseñada en parte para limitar la vinculación futura de los impuestos alemanes y evitar transferencias financieras a países más débiles.
Autoridades alemanas han dicho en privado que, si se le deja, Bruselas incrementará el presupuesto de la UE para redistribuir más riqueza hacia regiones más pobres, e incluirá bonos de la eurozona garantizados conjuntamente para financiar préstamos nacionales.
El veterano banquero central alemán Otmar Issing, asesor de Merkel, advirtió el mes pasado de que cualquier intento de crear una unión política con sigilosas transferencias fiscales para mantener la divisa común llevaría a los ciudadanos alemanes a rechazar el euro.
Algunos analistas cuestionan si la canciller será capaz de lanzar un incremento, aunque sea modesto, en el apoyo financiero alemán que los mercados esperan para aumentar la capacidad de préstamos y del fondo de rescate de la eurozona.
La oposición de sus dos socios menores en la coalición de gobierno, la hostilidad de la opinión pública y los medios, y los temores al tribunal constitucional alemán limitan su margen de maniobra.
"Mi temor es que tengamos una Europa más alemana sin tener el tipo de unión fiscal e integración económica que necesitamos", dijo Ulrika Guerot, director del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores en Berlín.

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