lunes, 9 de mayo de 2011

El tsunami y la radiactividad hunden la pesca japonesa


TOKIO.- A lo largo de toda la costa noreste de Japón, devastada por el tsunami del pasado 11 de marzo, aparecen miles de barcos reducidos a astillas o varados sobre los tejados de las casas y las montañas de escombros junto a casas derruidas y coches destrozados. Además de cobrarse unos 28.000 muertos y desaparecidos y dañar la central nuclear de Fukushima 1, las olas gigantes arrasaron la industria pesquera nipona, una de las más potentes del mundo.

Las autoridades calculan que unos 19.000 barcos han resultado dañados o hundidos por el tsunami, que se tragó el 90 por ciento de la flota en las zonas más afectadas, como Miyagi. Solo en dicha prefectura han quedado destruidos sus 142 puertos y 12.000 de sus 13.000 barcos pesqueros, lo que supone unas pérdidas económicas de 400.000 millones de yenes (3.370 millones de euros).
«El daño en los puertos pesqueros ha sido severo. Teniendo en cuenta que la agricultura y la pesca son las mayores industrias en la región de Tohoku, la recuperación de estos sectores será fundamental para la reconstrucción», advierte un informe de la ONU fechado el 1 de abril.
Según el diario «Financial Times», las capturas en Miyagi ascendían cada año a 380.000 toneladas, solo por detrás de la norteña isla de Hokkaido. En total, la castigada región de Tohoku aportaba un quinto de la industria pesquera de Japón, un archipiélago de casi 7.000 islas donde el pescado es, más que un alimento, una forma de vida y una cultura propia.
Crudo, en forma de «sushi» o «sashimi», el pescado es el emblema de la refinada y exquisita gastronomía nipona. Junto al marisco, representa la mitad de sus 2.000 millones de euros anuales en exportaciones alimentarias. Unido al arroz, es el principal sustento de los japoneses desde el desayuno hasta la cena, ya que les aporta un 23 por ciento de las proteínas de su dieta diaria.
Con unas compras cifradas en más de 10.000 millones de euros por la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), el país nipón es el mayor importador de pescado del mundo. Al año, cada japonés come unos 56,7 kilos de pescado, muy por encima de la media internacional de 17,1 kilos.
Ciudades costeras borradas del mapa por el tsunami, como Kesennuma, Ishinomaki o Minamisanriku, albergaban los mayores puertos del país especializados en atún, ostras, pez espada, tiburón y ballena. En dichos lugares, el mar daba trabajo al 80 por ciento de sus vecinos en la flota e industrias alimentarias y auxiliares. A tenor de las previsiones del Gobierno, que ya ha destinado una primera partida presupuestaria de 30.000 millones de euros para reconstruir puertos, viviendas e infraestructuras, la costa noreste de Japón tardará unos cinco años en recuperarse de la catástrofe.
«Mi familia no sabe qué hacer porque mi padre y mi hermano, que pescaban sardinas y cultivaban ostras, han perdido su barco», se lamenta Kazuhiro Abe, un funcionario municipal evacuado de Onagawa porque las olas también se llevaron por delante su casa, en primera línea de playa.
Al impacto del tsunami, se unen las fugas radiactivas en la siniestrada central nuclear de Fukushima 1, que aún durarán hasta finales de año. Con la radiación propagándose por tierra, mar y aire, restos tóxicos de yodo 131 y cesio 134 y 137 ya han aparecido en algunos peces de prefecturas cercanas como Ibaraki, a medio camino entre la planta y Tokio.

Cadena alimentaria tóxica

Desde que las olas gigantes, de hasta 15 metros, dañaran sus reactores, la central de Fukushima ha vertido al Pacífico más de once millones de litros de agua radiactiva. Organizaciones ecologistas, como Greenpeace, ya han advertido de los riesgos para la salud que entrañará la contaminación en el mar. El yodo radiactivo se disuelve al cabo de unos pocos días, pero el cesio tiene una vida media de entre 10 y 20 años y es muy probable que pase a la cadena alimentaria a través de ejemplares como el atún, omnipresente en la cocina nipona.
Como los niveles tóxicos han llegado a superar hasta 7,5 millones de veces los límites permitidos en algunas zonas cercanas a la planta, el Gobierno ha impuesto al pescado las mismas prohibiciones que a las verduras. Pero los grupos ecologistas alertan de que las mediciones oficiales sólo se refieren al yodo y al cesio, pero no mencionan otros peligrosos componentes radiactivos como el uranio y el plutonio, presente también en un reactor de Fukushima.
China, Corea del Sur, Taiwán y Singapur ya han vetado sus importaciones de pescado niponas y el negocio languidece en la gigantesca lonja de Tsukiji, en Tokio. Debido al miedo al «sushi» atómico, las ventas han bajado hasta un 44 por ciento y los pescaderos deben buscar sus suministros en el extranjero o en mares del sur no afectados por la radiactividad. «He perdido a mis principales proveedores en Kesennuma y Shiogama, en la región de Tohoku, y los clientes ya no quieren el pescado de Ibaraki y Chiba por miedo a la radiación», se queja a Empresa Yasukuki Watanabe, mientras corta un atún con una catana en uno de los puestos de Tsukiji.
El tsunami y la radiactividad han dado la puntilla a la industria pesquera nipona, que ya sólo contribuye al 0,2 por ciento del Producto Interior Bruto (PIB) y emplea a unas 200.000 personas, por el millón al que daba trabajo tras la II Guerra Mundial. Con los jóvenes despoblando las zonas rurales y costeras para trabajar en las grandes ciudades, cada vez son más los inmigrantes filipinos e indonesios que se enrolan en los barcos pesqueros nipones. Al noreste de Japón, el mar le daba la vida y el mar se la ha quitado, aprecia 'Abc', de Madrid.

No hay comentarios:

Publicar un comentario