domingo, 2 de octubre de 2011

La crisis mutante: cómo entender la mayor recesión desde los años treinta / Calixto Rivero

La mayor debacle económica desde 1929 comenzó como una crisis inmobiliaria que degeneró en una crisis financiera. Después vino la recesión y ahora, en medio de una tormenta de deuda soberana, hay riesgo de otra recesión.

La crisis parece que está a punto de cambiar de nuevo de rostro. Desde su estallido en verano de 2007, cuando empezó a salir a la luz el agujero de las hipotecas subprime, la economía internacional ha sufrido tres mutaciones. La primera: la crisis inmobiliaria provocó una tormenta financiera. La segunda: la desconfianza en los bancos generó en 2009 en una recesión global. Y la tercera: la apuesta por salir de la crisis aumentando el gasto público ha degenerado en una tormenta de la deuda de proporciones incalculables a ambos lados del Atlántico.

Y lo peor es que, cuatro años después de que comenzara la mayor crisis desde el crash de 1929, nada parece que haya mejorado: el Fondo Monetario Internacional (FMI) sigue alertando de que hay que recapitalizar a la banca. A esto se suma que los desequilibrios en el crecimiento han rebrotado de nuevo tras un corto paréntesis de fuerte crecimiento en 2010. Asimismo, el agujero de las cuentas públicas ha puesto en peligro el euro y ha dado lugar a una histórica rebaja del ráting de la primera potencia mundial.

La economía mundial se encuentra ahora al borde de una nueva recesión, con numerosas incógnitas que amenazan el horizonte próximo.

¿Los problemas a los que se enfrentan ahora las entidades financieras son los mismos que en 2007?
No, aunque de aquellos barros vinieron estos lodos. De hecho, la desconfianza que se generó tras el escándalo de las hipotecas subprime ha vuelto a brotar. Aunque el mercado inmobiliario no termina de arracar, ahora el gran lastre sobre los balances de los bancos es su exposición a la deuda pública.

En un primer momento la enfermedad parecía que estaba localizada en un pequeño grupo de países de la eurozona: Grecia, Irlanda y Portugal. Sin embargo, como reconoce el propio FMI en su último informe, la metástasis se ha extendido a más países europeos y economías como la estadounidense.

¿Qué similitudes hay entre la crisis que se produjo tras la quiebra de Lehman y los problemas de Grecia?
El origen de los problemas es muy parecido. Las negligencias propias (tener títulos respaldados por hipotecas basura) y las ajenas (problemas de regulación) de Lehman se han repetido con el fraude en las cuentas de la economía helena. En este caso, Grecia falseó sus cuentas para pertenecer al selecto club del euro, que se ha demostrado que no contaba con los controles necesarios para garantizar la estabilidad de una moneda que diariamente usan más de 300 millones de europeos.

¿Y cuáles son las diferencias entre ambas crisis?
Sobre todo, las soluciones que hay que adoptar. Si a Lehman se le dejó caer, una quiebra salvaje de Grecia es inviable. La única opción es una suspensión de pagos controlada, con una quita de la deuda de hasta el 50% que, no obstante, podría sumir al mundo en una recesión mucho más cruenta que la de 2009.

Además, si después y antes de Lehman los países pudieron recapitalizar con dinero público a entidades financieras de medio mundo, el problema en este momento es de dónde sacar el dinero público, ya que hasta las finanzas de EEUU, por no hablar de las de Europa, están muy tocadas.

En Europa todo está a expensas del fondo de rescate (EFSF por sus siglas en inglés) que está dotado con 780.000 millones, aunque su capacidad efectiva de maniobra es de 440.000 millones. Una cifra insuficiente si más países necesitaran rescates, si el fondo empieza a comprar deuda de los países periféricos en los países secundarios y si hubiera que recapitalizar otra vez a la banca.

¿Volverá a caer el PIB mundial?
Los expertos no lo creen, aunque señalan que las probabilidades están aumentando por momentos. La desconfianza en las finanzas europeas y la poca capacidad de decisión de los líderes políticos han provocado grandes caídas de los mercados en el último trimestre. El FMI sí pronostica ya una clara desaceleración del PIB mundial en 2011 y 2012. Por ahora, Lagarde mantiene que el mundo crecerá a un ritmo del 4%, 1,1 puntos porcentuales por debajo del 5,1% de 2010.

Lo único claro es que el motor de las grandes economías ha perdido fuelle, y que el crecimiento global se fía a las potencias emergentes y asiáticas. ¿El riesgo? Los organismos internacionales observan señales claras de “sobrecalentamiento” en estos países. La evolución del sector exterior y la caída del coste de las materias primas podría suponer un freno para éstas economías.

¿Cuáles son las medidas que hay que tomar si las amenazas de recesión se cumplen?
En los países desarrollados habrá que controlar las cuentas públicas para devolver la confianza a los mercados, algo que pasa necesariamente por una recaída de la actividad. Esta vez habrá que apostar por la vía de las reformas estructurales. Además, será necesario, sobre todo en el euro, que los países más ricos aporten más dinero.

Para que los países emergentes no ahonden la desaceleración del PIB mundial la solución pasa necesariamente por corregir los desequilibrios en el crecimiento: deberá ganar cada vez más peso la demanda externa.

Mirando al futuro... ¿Cómo será la cuarta etapa de la crisis?
Si las reformas se hacen bien la Gran Recesión se estudiará en el futuro como una W que terminó con crecimiento equilibrado. En cambio, si la indecisión política no se mitiga se corre el riesgo de que la crisis tenga forma de raíz cuadrada. Es decir, que después de la recaída el PIB se estanque. El futuro está en manos de líderes como Obama y Merkel que, más allá de unas elecciones, tendrán que pensar en cómo serán juzgados por los libros de historia.

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