martes, 8 de noviembre de 2011

La Unión Europea quiere recuperar credibilidad pero sigue dividida sobre la tasa financiera

BRUSELAS.- La Unión Europea (UE) busca recuperar su credibilidad en una cumbre este martes de sus 27 ministros de Economía, pero sus planes para salir de la crisis, como una tasa sobre las transacciones financieras, divide a sus miembros, tanto que puede quedar en punto muerto.

"A Europa le queda poca credibilidad", sentenció el ministro de Finanzas de Suecia, Anders Borg, al llegar a la reunión en Bruselas, que se celebra un día después de una cumbre de la Eurozona y en medio de fuertes turbulencias en Italia y Grecia.
Para recuperar la confianza, sobre todo de los mercados, los europeos reanudarán los debates sobre el impuesto a las transacciones financieras, una idea que fue reactivada en agosto por el eje franco-alemán y debatida durante la cumbre de los países emergentes e industrializados del G20 en Cannes el 3 y 4 de noviembre.
La idea inicialmente era gravar las operaciones en todo el mundo. Pero si bien algunos países como Brasil, Argentina y Sudáfrica dijeron estar interesados, otros como China, Estados Unidos y Gran Bretaña se oponen rotundamente.
"Tenemos que avanzar en la imposición de una tasa sobre las transacciones financieras. Fue imposible alcanzar un acuerdo en el G20, pero si es posible en la UE eso sería un buen resultado", indicó Didier Reynders, el ministro belga de Finanzas a su llegada a la reunión de los Veintisiete.
Reynders ha insistido en imponer la tasa únicamente en la Unión Europea, y ante el rechazo de países como Gran Bretaña y Suecia, propuso limitarla a la Eurozona.
El rechazo británico, ante los temores de que perjudique los intereses de la City de Londres (centro financiero londinense), no es poca cosa. Gran Bretaña al igual que muchos expertos cree que para que la medida sea efectiva debe imponerse de manera global, de lo contrario provocará una deslocalización de operaciones y empresas a terceros países, que no impongan la tasa.
El eje franco-alemán sí logró convencer a la Comisión Europea. El presidente de la Comisión, José Manuel Barroso, aseguró que generaría 55.000 millones de euros al año.
Y la CE prometió un gravamen "lo más bajo posible": 0,1% para las transacciones con acciones y bonos y un 0,01% para las operaciones con derivados.
Además de Bélgica, varios países europeos como España se han declarado en favor de la medida.
El presidente francés, Nicolas Sarkozy, hizo todo lo posible para que el pasado G20 presidido por Francia "avanzara" al respecto.
Y logró el apoyo de Brasil y Argentina. "Las presidencias de Brasil y Argentina indicaron que no tienen ninguna oposición" a la tasa, dijo Sarkozy, quien expresó "su gran satisfacción" por la posición de ambos países sudamericanos.
La instauración de dicha tasa es "técnicamente posible, financieramente indispensable y moralmente absolutamente inevitable", subrayó el mandatario francés.
La idea de gravar el flujo de capitales, con el fin de frenar la especulación a muy corto plazo en los mercados de divisas en el mundo, partió del Premio Nobel de Economía estadounidense James Tobin.
Fue posteriormente impulsada en un editorial del periodista franco-español Ignacio Ramonet en 1997 y poco después por movimientos altermundialistas como ATTAC, que la rebautizaron como el "impuesto mundial de solidaridad" para la ayuda al desarrollo.
La fórmula ahora debatida está a medio camino entre las dos: el nuevo impuesto pretende financiar el desarrollo pero también contribuir al desendeudamiento de los países europeos.

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