domingo, 19 de febrero de 2012

Grecia: un país irrecuperable desde hace 150 años

Un país paralizado por las deudas, que sólo se mantiene en pie gracias al apoyo de las potencias europeas, discapacitado por una administración ineficaz: el francés Edmond About realizó este diagnóstico del mal griego... en 1858. Un texto que circula ahora en Europa. 


Grecia es el único ejemplo conocido de un país que vive en la bancarrota desde el día que nació. Si Francia o Inglaterra se encontraran únicamente un año en esta situación, tendría repercusiones terribles. Grecia ha vivido más de veinte años en paz con la bancarrota. Todos los presupuestos, desde el primero hasta el último, son deficitarios.
 Cuando en un país civilizado el presupuesto de ingresos no basta para cubrir el presupuesto de gastos, la situación se garantiza con un préstamo realizado en el interior. Es un método que el Gobierno griego nunca ha probado y de haberlo hecho, habría fracasado.
Fue necesario que las potencias protectoras de Grecia garantizaran su solvencia para que negociara un préstamo en el exterior. El Gobierno derrochó los recursos proporcionados con este préstamo sin ningún beneficio para el país y una vez que se acabó el dinero, los que le avalaban, en un acto de bondad, tuvieron que hacerse cargo de los intereses. Grecia no podía pagarlos.

Los contribuyentes no pagan

Hoy renuncia a la esperanza de pagar algún día sus créditos. Y aunque las tres potencias protectoras siguieran pagando indefinidamente por Grecia, la situación en el país tampoco mejoraría. Sus gastos seguirían sin estar cubiertos por sus recursos.
Grecia es el único país civilizado en el que los impuestos se pagan en especie. El dinero es tan escaso en los campos, que fue necesario recurrir a este modo de recaudación. Primero el Gobierno intentó recaudar el impuesto mediante arrendamientos, pero los agricultores, después de haberse comprometido temerariamente, no cumplieron su compromiso y el Estado, que no tiene ningún poder, no tenía ningún modo de obligarles a hacerlo.
Desde que el Estado se encargó de recaudar el impuesto, los gastos de recaudación son considerables y los ingresos apenas han aumentado. Los contribuyentes hacen lo mismo que los agricultores: no pagan. Los ricos propietarios, que son al mismo tiempo personajes influyentes, encuentran los medios de engañar al Estado, ya sea comprando o intimidando a los funcionarios.

El recaudador es prudente

Estos funcionarios, mal pagados, sin un futuro garantizado y que temen ser despedidos en el próximo cambio de ministerio, no tienen en cuenta los intereses del Estado como nosotros. Lo único que les preocupa es hacer amigos, mantener contentos a los poderosos y ganar dinero. En cuanto a los pequeños propietarios, que deben pagar por los grandes, están protegidos contra los embargos, ya sea por un amigo poderoso o por su propia miseria.
En Grecia la ley nunca ha sido esa persona intratable que conocemos aquí. Los funcionarios escuchan a los contribuyentes. Cuando se tutean y se llaman hermanos, siempre encuentran una forma de entenderse. Todos los griegos se conocen muy bien y se quieren lo suficiente. Apenas conocen esa entidad abstracta que se denomina Estado y que no les gusta. Por último, el recaudador de impuestos es prudente: sabe que no hay que enfadar a nadie, que en el camino de vuelta a su casa tendrá que atravesar terrenos difíciles y que puede producirse fácilmente un accidente.
Los contribuyentes nómadas (los pastores, los leñadores, los carboneros, los pescadores) se enorgullecen de no pagar impuestos, algo que consideran casi un honor. Siguen pensando que, como en el tiempo de los turcos, el gobernante es su enemigo y que el mayor derecho del hombre es guardar su dinero.

Una esperanza presuntuosa

Por ello, los ministros de Finanzas hasta 1846 presentaban siempre dos presupuestos de ingresos. Uno, el presupuesto oficial, que indicaba las sumas que el Gobierno debía percibir en ese año y los derechos que adquiriría; el otro, el presupuesto de gestión, que mostraba lo que esperaba recibir.
Y como los ministros de Finanzas suelen equivocarse en el cálculo de los posibles recursos que se obtendrán en beneficio del Estado, habría sido necesario realizar un tercer presupuesto que indicara las sumas que el Gobierno estaba seguro de percibir. Por ejemplo, en 1845, por la cosecha de los olivos de dominio público, arrendados a los particulares, el ministerio inscribió en el presupuesto oficial una suma de 441.800 dracmas. De esta suma (en su presupuesto de gestión), el Estado se contentaba con recibir 61.500 dracmas.
Pero esta expectativa era de lo más presuntuosa, ya que el año anterior, el Estado no había percibido por este artículo ni 441.800 dracmas, ni 61.500 dracmas, sino 4.457 dracmas y 31 céntimos, es decir, alrededor de un uno por ciento de lo que le debían. En 1846, el ministro de Finanzas no presentó ningún presupuesto de gestión y esta costumbre se perdió.

"Pida un préstamo"

Los gastos de Grecia se componen de lo siguiente: de la deuda pública (deuda interior y extranjera), de los sueldos de los funcionarios, de las dietas de los parlamentarios, de los gastos de los ministerios, de los gastos de administración y de otros gastos diversos.
Si conociera un Gobierno que dudara de su fuerza, de su crédito, del afecto de sus partidarios y de la prosperidad del país, le diría: “Pida un préstamo”.
Pero sólo se presta a los Gobiernos que se consideran consolidados. Sólo se presta a los Gobiernos que se consideran lo bastante honestos como para cumplir con sus compromisos. Sólo se presta a los Gobiernos que se tiene interés en mantener. En ningún país del mundo la oposición ha hecho aumentar los fondos públicos. Por último, sólo se presta cuando se tiene algo que prestar.

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