ATENAS.- En una encuesta de Kapa Research realizada a casi 1.300
griegos en marzo, el 68 por ciento dijo haber considerado mudarse al
campo, citando sobre todo una vida más barata y de mejor calidad. La
mayoría esperaba mudarse de forma permanente.
"Los que han vuelto están desesperados. No vuelven
porque quieran", dijo Stefanou Vaggelis, de 50 años y propietario de una
destilería, mientras bebía tsipouro -un fuerte licor apreciado por los
locales- con sus amigos en el centro del pueblo, salpicado de tabernas.
A juzgar por las preguntas que ha recibido de urbanitas
de vacaciones, Vaggelis calcula que hasta 60 personas se mudarán a
Konitsa, donde en torno a la mitad de sus 3.000 habitantes tiene 60 años
o más.
"Normalmente preguntan si hay subvenciones del estado
para la agricultura y para cultivar granadas y hierbas aromáticas o
criar caracoles", dijo, recordando como un amigo de 40 años había vuelto
para pastorear ovejas en las colinas. Los agricultores griegos suelen
tener pequeñas explotaciones y depender de subvenciones de la Unión
Europea para sobrevivir. Se quejan de que en los últimos cincos años,
las subvenciones se han reducido a la mitad.
En la ciudad norteña de Tesalónika, una escuela para
agricultores dice que las solicitudes para su programa de instituto se
han triplicado este año. También las clases de fabricación de queso o
apicultura se llenaron con rapidez en la Escuela Agrícola Americana,
fundada en 1904 por un misionero estadounidense que quería enseñar
habilidades prácticas. Sus cursos van desde preescolar a adultos.
Es tradicional que las familias griegas tengan fincas o
tierras en sus pueblos natales, a menudo dedicados al cultivo de
fragantes olivos, limoneros o naranjos, o una colorida mezcla de
verduras y tomates.
Para los que vuelven, la vida rural promete vivienda
sin pagar alquiler, cultivos en el jardín para poner comida en la mesa y
apoyo de una red de parientes y amigos. La encuesta de Kapa mostraba
que la mayoría de la gente contaba con la ayuda de amigos y familiares.
Hasta ahora, el campo griego era sobre todo un lugar
del que los jóvenes escapaban. El atractivo de los trabajos de ciudad
atrajeron una ola de migración a centros urbanos tras la Segunda Guerra
Mundial. En las tres décadas hasta 1981, la población de Atenas aumentó
en más del doble hasta los 3 millones de personas.
Hoy, la capital griega sigue acogiendo a unos 4 de los
11 millones de habitantes del país, pero ya no es un imán para los
jóvenes y ambiciosos. El desempleo en Atenas, del 22 por ciento, está
por encima de la media nacional. Los indigentes salpican las calles y
los pobres buscan en la basura. En los escaparates de tiendas cerradas
se ven carteles de "Se alquila".
Sin embargo, ajustarse a la vida en el campo no es fácil.
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