La última semana del mes de julio se presenta de nuevo
crucial para el futuro económico español, aunque cada vez parece más
patente que las instituciones europeas y sobre todo los grandes países
de la UE son ya los únicos capaces, involucrándose a fondo en la
solución, de sacar a nuestro país de la endiablada e indomable
evolución hacia el abismo en la que nos hemos metido, en buena medida
por nuestras torpezas, o sea, por la falta de liderazgo y clarividencia
del presidente Rajoy y de sus colaboradores más directos.
La necesidad de que Europa se involucre a fondo no se debe sólo a los
manifiestos desaciertos y a la falta de capacidad del Gobierno español
para resolver esta crisis y encontrar la puerta de salida, sino al
hecho de que la crisis española puede convertirse en la tumba del euro. Y
eso son palabras mayores, ya que afectaría de forma grave a los demás
países de la zona, habida cuenta de la estrecha relación económica y
sobre todo financiera que se ha ido tejiendo en estos últimos años entre
las instituciones españolas y extranjeras, entre los bancos europeos y
España y en general en todos los niveles de la vida económica.
Está claro que los bancos europeos están actuando desde hace una
temporada con la hipótesis de España como mal negocio, lo que les ha
llevado a desarrollar una estrategia de distanciamiento, primero dejando
de acudir a la cobertura de las necesidades financieras españolas, que
entre tanto han sido crecientes, y en paralelo rebajando sus niveles de
riesgo en España, lo que significa que la actitud de los grandes focos
de inversión europeos respecto a España ha sido la de actuar con
posiciones vendedoras en los mercados secundarios. No hay que olvidar
que España ha hecho un tránsito muy rápido desde la posición de destino
favorito de los inversores hasta la de inversor de alto riesgo,
actualmente bordeando la posición de “bono basura”, galardón con el
que ya cuentan algunas Comunidades Autónomas.
La preocupación de los inversores internacionales con el riesgo
español se ha visto fuertemente reforzada en los últimos días, cuando el
Estado español ha empezado a recibir demandas de rescate de las
Comunidades Autónomas, movimiento que podría generalizarse en los
próximos días. De este modo, el Estado español puede convertirse en
las próximas semanas en la correa de transmisión entre las entidades
medio en quiebra que son algunas de las Comunidades Autónomas con
calificación de “bono basura” y el Estado español. Una situación
ciertamente y preocupante.
Cuando se habla de los mercados y de la falta de racionalidad de
estos en sus tomas de decisiones, reproche que incluso hemos escuchado
en boca de algunos políticos españoles de alto rango en los últimos
días, olvidamos que ese agregado llamado “mercados” no es más que la
suma de decisiones de inversión adoptadas por los bancos europeos (que
no son instituciones de caridad sino entidades con ánimo de lucro y de
gestión del ahorro de sus clientes) en base a análisis muy rigurosos de
la situación y de los perceptores de la inversión. Si la banca europea
ve a España y a las Autonomías como entes que van a tener dificultades
para responder a sus obligaciones de pago en el futuro (el ejemplo de
Grecia no está tan lejano). es lógico que huyan de nuestro mercado como
de la pólvora. No quieren exponer a sus clientes a riesgos de los que
no sabrían como responder.
La imagen diaria que ofrece la prima de riesgo no es otra cosa que
el reflejo de unos inversores que prefieren invertir su dinero en bonos
alemanes, aunque les ofrezcan intereses negativos (es decir, aunque se
encuentren en la insólita situación de pagar por invertir en deuda
alemana), en vez de invertir en bonos españoles por mucho que les den el
7% o más, ya que no saben si ese 7% lo van a cobrar algún dia e incluso
pueden tener la sospecha de que tengan que hacer frente a una quita
de su inversión, es decir, resignarse a renunciar a una parte del
dinero puesto.
Esta perspectiva es no obstante bastante lejana en lo que atañe a
España, pero en el análisis de riesgos que realizan cada día los
expertos y en las decisiones de inversión que toman los ahorradores está
muy presente la quita griega de su deuda realizada hace unos pocos
meses, de la que por cierto han sido víctimas bastantes bancos españoles
que tenían fondos de inversión con deuda griega en sus carteras pero
que estaban garantizados, por lo que la pérdida final no ha llegado a
los inversores sino que se ha quedado en los bancos. Igual que en los
bancos españoles con Grecia, hay bancos alemanes (que también han tenido
y en mayor medida su fiasco griego) y por supuesto bancos franceses
(muy activos en deuda griega y española) que no desearían verse de
nuevo, y a la vuelta de pocos meses, con una reedición del default
griego. Por desgracia, España se ha colocado en el foto de esta
expectativa, de la que todo el mundo trata de huir antes de que sea
demasiado tarde.
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