LISBOA.- Con el mercado interno profundamente deprimido, una
alternativa esperanzadora en Portugal parece ser el incentivo a las
exportaciones tradicionales que, debido a su alta calidad o a su
singularidad, no tienen que afrontar la feroz competencia externa. La
llamada flor de sal es uno de esos productos.
La recomendación de la mayoría de los economistas, incluidos los
simpatizantes del gobierno, es retomar las ventas de aquellos productos
en los que Portugal se distingue, como calzados, naranjas, corcho, vinos
y sal marina, entre los más mencionados.
Igual que la leche, la sal marina tiene su crema y nata: la llamada
flor de sal, utilizada por los chefs de los mejores restaurantes del
mundo y que en Gran Bretaña se vende como «el caviar de las sales».
La extracción de la sal marina es un ejemplo de una actividad
tradicional en desarrollo que se perfila como una alternativa de éxito
ante la crisis. Hemos visitado las salinas de la localidad de Castro
Marim, ubicada a 330 kilómetros de Lisboa, en la región meridional del
Algarve, que cuenta con condiciones especiales para su producción.
Jorge Filipe Raiado, dueño y gerente de la pequeña pero emblemática
empresa Salmarim, ha encontrado una línea de negocios al centrar sus
esfuerzos en producir y exportar flor de sal, un producto más rentable
que la sal tradicional.
La sal del mar se produce sólo en verano y se almacena. «La expansión
de las exportaciones se basa esencialmente en los jefes de cocina, que
exigen para sus platos un producto de primera calidad, como lo es la
flor de sal», nos cuenta.
La contracción se hace sentir en casi toda Europa y de manera
contundente en la vecina España, principal socio comercial de Portugal,
pero Raiado reconoce que, en su línea de negocios, «la
crisis no se siente mucho». «Es verdad que existe y tal vez sin las
dificultades actuales tendríamos más clientes, pero lo cierto es que
estamos creciendo, debido principalmente a las exportaciones».
¿Qué es la flor de sal?, preguntamos. «Cuando la leche se hierve hay
una diferencia de temperatura entre el líquido y el aire, y se forma una
película frágil de nata, que fácilmente se desintegra bajo presión
entre los dedos. La flor de sal es exactamente lo mismo», explica.
Este producto es de cuajo cristalino, húmedo, formado de aglomerados
de micro-cristales, que no cambian el sabor de los alimentos, sino que
produce una explosión de sabores en las comidas, al contrario de la sal
refinada industrial insípida.
Un kilogramo de flor de sal cuesta unos 25 dólares en Portugal, pero
en el extranjero llega hasta los 129 dólares, por lo cual es un negocio
lucrativo exportarla a España, Francia, Polonia, Alemania,
Estados Unidos, Canadá, Dinamarca, Suiza, Bélgica, Gran Bretaña y
Hungría, que son los principales destinos. Su más cercana competidora es
la francesa Fleur de Sel.
Las ventas de Salmarim no son de gran volumen, solo ocho toneladas
por año de flor de sal, pero la creatividad y tenacidad de Raiado para
encontrar distintas vías frente a la crisis han sido varias veces
citadas como un ejemplo de éxito.
La promoción de la flor de sal de calidad se centra en la distinción
de la marca y el producto como materia prima asociada con chefs
internacionalmente reconocidos, que son la mejor carta de presentación
del producto. Hoy el caviar húngaro se envasa con flor de sal comprada a
Salmarim, por ejemplo.
Raiado admite que el producto puede ser más caro, pero sus ventajas
residen en su origen, en las salinas de la Reserva Natural de Castro
Marim, «que garantiza un producto tradicional que tiene mejor calidad
que la sal industrial refinada de la competencia», a lo que se une que
no tiene efectos secundarios que afecten a la salud, en especial a la
tensión arterial.
Portugal ha consagrado la sal como una de las exportaciones de éxito
para paliar los efectos de la tempestad económico-financiera, la peor
que ha sufrido el país desde la instauración de la democracia en 1974.
Como una muestra de esa crisis, datos del Ministerio de Justicia
divulgados en julio indican que 10.379 empresas cerraron sus puertas en
el primer semestre del año, un 33 por ciento más que en el mismo período
de 2011.
Desde que entró en funciones hace 15 meses, el gobierno conservador
del primer ministro Pedro Passos Coelho se ha empeñado a fondo en
aplicar la receta dictada por la Unión Europea (UE), el Fondo Monetario
Internacional (FMI) y el Banco Central Europeo. A cambio de 110.000
millones de dólares para el rescate de las finanzas públicas, esta
troika de acreedores exigió reducir al máximo los salarios, aumentar
considerablemente los impuestos, bajar las contribuciones a la Seguridad
Social de las empresas y subir las de los trabajadores, con el fin de
convertir a Portugal en un país competitivo vía de mano de obra barata.
Este modelo de «empobrecer para competir solo puede existir en la
cabeza de economistas dogmáticos», apunta el historiador Rui Tavares,
diputado de los Verdes en el Parlamento Europeo, en una columna de
opinión publicada el lunes 17 en el diario Público.
En efecto, todas las predicciones de la UE, del FMI y del gobierno de
Passos Coelho han fallado, y la economía sigue en un preocupante ritmo
descendente, con un paro del 15,8 por ciento de la población activa,
algo inédito en Portugal.
El peso de las exportaciones portuguesas en 2011, según un estudio
del Banco do Espirito Santo divulgado a comienzos de año, representó el
35 por ciento del producto interior bruto (PIB) y la previsión para el
cierre de 2012 es del 37 por ciento.
Datos del Banco de Portugal y del Instituto Nacional de Estadística
(INE) indican que en los primeros siete meses de este año las
exportaciones de bienes y servicios ascendieron a 48.500 millones de
dólares, un 6,5 por ciento más que en el mismo periodo de 2011,
mostrando así el mejor desempeño del último lustro.
El déficit de la balanza comercial llegó en los siete primeros meses
de 2011 al 8,5 por ciento del PIB, pero en el mismo lapso de este año
bajó al 1,8 por ciento. La última vez que Portugal llegó al equilibrio
exterior fue hace 70 años.
La empresa de Raiado es pequeña y, por tanto, no incide por sí misma
aún en la lucha por puestos de trabajo ni en la caída del déficit, pero
su ejemplo es grande y su crecimiento muy esperanzador. En 2010, últimos
datos disponibles, Portugal produjo 44.574 toneladas de sal marina, el
10,5 por ciento de las cuales son de flor de sal.
Eso demuestra que la sal puede ser el salario en tiempos de crisis, al menos en el sur de Portugal.
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