sábado, 22 de septiembre de 2012

Más remiendos y labores en una crisis que cambia el consumismo en España


MADRID.- Las tiempos difíciles están obligando a los españoles a superar su amor por lo nuevo. Por primera vez en una generación, muchos están aprendiendo a arreglar las cosas cuando se rompen e incluso a comprarlas de segunda mano.

Durante los años de bonanza económica los consumidores desarrollaron una resistencia cultural a comprar cosas viejas e incluso a abandonar las nuevas cuando no funcionaban perfectamente. La inesperada crisis económica que surgió hace cuatro años lo ha cambiado todo.
Mucha gente está aprendiendo ahora el verdadero valor de los bienes, la "compra inteligente" está de moda y los hábitos de consumo han pasado de ostentosos a precavidos.
"En 2007 Y 2008, en España la gente cambiaba de televisor o de frigorífico casi como de traje", dijo José Carrasco, responsable del negocio de reparaciones Fersay.
Mientras muchas empresas luchan por sobrevivir, las ventas de componentes electrónicos en Fersay aumentaron un 19 por ciento en la primera mitad del año. Estas piezas se usan normalmente para reparar electrodomésticos rotos que antes se habrían tirado.
"Esta mas claro que el agua que es por la crisis", dijo Carrasco.
La prosperidad llegó relativamente tarde a España. Mientras que muchos europeos disfrutaban de un aumento del nivel de vida en la década de los 60, los españoles tuvieron que esperar hasta la muerte de Franco en 1975, la consiguiente restauración de la democracia y la entrada del país en lo que ahora es la Unión Europea en 1986.
Pero cuando los estándares de vida empezaron a despegar, lo hicieron espectacularmente. Entre 1982 y 2008, la economía disfrutó casi de un crecimiento casi continuo, alcanzado tasas anuales del cinco por ciento.
En ese cuarto de siglo el consumo se volvió ostentoso y muchos españoles se volvieron bastante exigentes. Con el auge del mercado inmobiliario, abundaron las historias de gente que quería solo casas de nueva construcción equipadas con electrodomésticos nuevos.
Los españoles y extranjeros que preferían los pisos viejos, dispuestos a convivir con dudosas instalaciones de fontanería o electricidad a cambio de una casa con carácter, eran vistos como excéntricos.
A menudo, Carrasco y sus colegas se sorprendían al ver cómo se descartaban productos que todavía estaban en buenas condiciones. Se lo achaca a la cultura. "Somos latinos, no hay que olvidar, queremos el último modelo de coche o de televisión (...)", dijo.
Ahora la bonanza se ha acabado. La burbuja inmobiliaria estalló en 2008, la economía sufre su segunda recesión en tres años y las ventas de las tiendas caen desde hace más de dos años.
Un cuarto de la población activa está en el paro y las medidas de austeridad diseñadas por el Ejecutivo de Mariano Rajoy para rebajar en 65.000 millones de euros el déficit presupuestario para 2014 están haciendo mella en la confianza de los consumidores. El Gobierno de centro derecha subió el IVA al 21 por ciento a principios de septiembre, una acción que podría recortar el gasto futuro.
Todo esto está ayudando a los españoles a repensarse su aversión a comprar productos de segunda mano y a mantener las que ya tienen durante más tiempo. El cuarenta por ciento de la población compró o vendió artículos usados en 2010, más de un tercio de los que lo hicieron en 2006, según la cadena de empeños Cash Converters.
El setenta por ciento de los coches vendidos en España ahora son de segunda mano, comparado con el 51 por ciento de 2007, y la mitad de los vehículos que circulan por las carreteras tiene más de 10 años. Irónicamente, los desguaces están sufriendo su propia crisis porque la gente conserva sus coches más tiempo.
Las tiendas de segunda mano, hasta hace poco tiempo rara avis en España, empiezan a aparecer.
"Tradicionalmente no hemos sido un país donde nos gustara comprar cosas de segunda mano. En Reino Unido era bastante más común, independientemente de si hubiera crisis económica o no", dijo Carlos Hernández, analista de Planet Retail en Madrid.
Británicos y estadounidenses llevan muchos años curioseando en tiendas de caridad, donde se venden artículos donados para recaudar fondos para los necesitados. El modelo es distinto en España, donde la Iglesia redistribuye lo donado directamente entre los pobres.
Pero incluso esto está cambiando. La organización no gubernamental Humana tiene ahora 26 tiendas de caridad en España, comparadas con las 17 de 2009. "Es verdad que hemos visto un aumento en el número de clientes que vienen a nuestras tiendas en los últimos años (...) aunque la media de gasto por cliente ha caído, en parte, por la situación económica", dijo Rubén González portavoz de Humana. 
 Escaparates vacíos con una visión habitual en Madrid ahora, pero en una esquina de la ciudad, dos negocios están prosperando - una tienda de reparación de muebles y un taller de costura. Los dos han cambiado los servicios de que ofrecían para mantenerse a flote durante la crisis. Los colombianos Armando Hernández, de 59 años, y Maribel Colonia, de 41, vieron como su negocio de enmarcado de cuadros se secaba con el fin de la bonanza. Así que pusieron un cartel en la ventana ofreciendo reparaciones de muebles y se han visto desbordados por la respuesta. "Nuestra situación ha mejorado haciendo reparación de muebles porque con los marcos se había puesto muy difícil. Nuestro estilo de vida ha mejorado en todo, desde la comida al alquiler. Vivimos un poco más tranquilos (...) aunque no es que podamos ahorrar algo", dijo Hernández.
La tienda Terracotta en el barrio de Prosperidad, en el centro de Madrid, está repleta ahora de sillas, armarios y mesas. Sus clientes llevan incluso piezas de la cadena sueca Ikea para reparar.
Cruzando la calle está A Lan, una tienda china de reparación de ropa que comenzó como ultramarinos. El negocio está yendo tan bien que A Lan Huang, de 47 años y que lleva nueve viviendo en Madrid, abrió un taller en la misma calle donde varios trabajadores se encorvan sobre máquinas de coser para hacer y reparar ropa.
"He estado cosiendo durante 32 años. Empecé aquí porque la otra tienda no iba muy bien (...) Ya hay más demanda que antes, pero también hay más competencia", dijo. Los vecinos dice que normalmente hay colas de clientes para dejar sus ropa para reparaciones y copias. Al principio Huang trabajaba solo con su hija pero su taller emplea ahora a siete personas.
Un nuevo modelo de cliente está apareciendo. Noemi Logroño, una ecuatoriana impecablemente vestida propietaria de Figure, una tienda de ropa de segunda mano en el barrio de clase media de Chamberí, dijo que sus clientes había cambiado en el último año. Logroño ha visto un aumento en los clientes de clase media-alta que no habían comprado prendas de segunda mano antes. También se hay vuelto más exigentes, buscando artículos concretos y se van con las manos vacías si no encuentran lo que necesitan. "Tengo clientes en paro - arquitectos, abogados, ingenieros - que incluso me piden trabajo", señaló. "No me estoy haciendo rica con la caja, pero al menos tengo trabajo y como autónoma puedo mantenerme".
En el vecino distrito de Argüelles, Inés Serrano, trabajadora sanitaria, busca un coche de segunda mano. Quiere ahorrarse entre 6.000 y 7.000 euros en un momento incierto para los funcionarios, que han visto como se recortaba su sueldo. "Los recortes están afectándonos realmente, tienes que trabajar más y en diferentes sitios", dijo mientras buscaba un nuevo coche con su novio. Se pasa buena parte de su tiempo conduciendo por las autovías madrileñas para ir al trabajo.
Ángel Rodríguez, responsable de ventas de Argüelles Cars, dijo que ahora ofrece valores más baratos. "Todo ha cambiado, Hace seis o siete años se vendían cuatro o cinco coches nuevos por cada uno de segunda mano, ahora son tres o cuatro usados por cada uno nuevo".

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