BARCELONA.- Los hacendosos catalanes creen que sus firmas de talla mundial y su
economía volcada en la exportación - casi del tamaño de la de Portugal -
irían mejor sin el resto de España.
Cuando la región acude a las urnas en unas elecciones que pueden
abrir el camino de la independencia, esa idea está siendo cuestionada
por una serie de informes sobre las repercusiones económicas de una
separación de España, que es la quinta economía de Europa.
Eso tardaría años y las propias empresas son reacias a discutir en público esa posibilidad, pero directivos
dicen en privado que están muy preocupados por el riesgo de que Cataluña
pueda verse forzada a abandonar la UE, aunque sólo fuera un tiempo.
Otros problemas se relacionan con el tamaño de la deuda actual -
de España y de la región -, además de cuánto más puede costar a los
bancos y las firmas encontrar financiación fuera de la zona euro.
"Los economistas están participando en una guerra de estadísticas", dijo Pere Puig Bastard, economista en la escuela de negocios ESADE. "Desde un punto de vista económico, es imposible establecer el
impacto de por cuánto tiempo viviríamos en un limbo legal y es un mal
momento para estar buscando inversiones".
Un número cada vez mayor de los 7,5 millones de residentes en
Cataluña quiere separarse de España, un sentimiento que ha ido creciendo
a medida que se profundizaba la recesión y aumentaba la frustración con
una estructura fiscal en virtud de la cual Cataluña paga una cifra
estimada de 16.000 millones de euros más a Madrid de lo que recibe a
cambio.
Las elecciones regionales del domingo probablemente arrojen como
ganador al partido conservador Convergéncia i Unió, cuyo líder, Artur
Mas, ha prometido hacer una consulta popular sobre la independencia.
Ramón Tremosa, miembro de CiU en el Parlamento Europeo, dice que
las hazañas exportadoras de la región le permitirían ponerse al nivel de
algunas de las áreas más ricas de Europa y lidiar mejor con la crisis
de deuda y con la recesión de la que España está teniendo dificultades
para salir.
"Un nuevo estado catalán forzaría a los burócratas de Madrid a
volver a trabajar. Tras cinco años de crisis, España no tiene una
estrategia de salida y no tiene idea de cómo salir", dijo Tremosa.
Quienes abogan por la independencia dicen que si Cataluña, que
representa una quinta parte de la economía española, fuera despojada del
peso fiscal de pertenecer a España, podría invertir en sus propias
infraestructuras e impulsar la producción.
Pero primero tendría que hacer frente a su propia insolvencia.
Sin fondos tras gastar en exceso al amparo de un boom de la construcción
que duró una década, Mas tuvo que pedir una ayuda al Gobierno central
de 5.000 millones de euros a principios de año.
Al igual que Escocia, que tiene previsto celebrar un referéndum
en 2014 sobre separarse del Reino Unido, tendrá también que asumir su
propia parte de una deuda nacional que debería ascender a 85.000
millones de euros este año.
La región afronta reembolsos de deuda de unos 6.000 millones de
euros el año próximo, y probablemente tenga que recibir ayuda adicional
del Gobierno central de nuevo.
Todos estos problemas, si están sin resolver en el momento en que
se celebre un eventual referéndum, parecerán bastante menos
desmoralizados si existe la garantía de que se producirá un rápido
ingreso a la UE tras la independencia.
Sin embargo, según las normas de la Unión Europea, una república
escindida tendría que atravesar un proceso potencialmente largo de
solicitar la adhesión al bloque, y la preocupación de los catalanes de a
pie y de las empresas es palpable.
Los sondeos muestran que entre el 46 y el 57 por ciento de los
catalanes quieren independizarse de España. Pero los sondeos muestran
también que el apoyo a la independencia cae hasta diez puntos
porcentuales si eso implica la salida de la Unión Europea.
"Que Cataluña no sea parte de la Unión Europea no es deseable",
dijo una fuente de una gran compañía catalana que pidió no ser citado
por lo delicado del tema. "No es una condición importante que pudiera
actuar como restricción a la verdadera independencia".
El movimiento proindependencia dice que si Cataluña celebra un
referéndum y una gran mayoría de catalanes votara a favor de tener un
país propio, la Unión Europea tendría que respetar el derecho de
autodeterminación.
Cataluña alberga algunas de las compañías más grandes de España,
entre ellas el grupo de ingeniería Abertis, la aerolínea Vueling, la
editorial Grupo Planeta y bancos como CaixaBank y Sabadell.
Casi un tercio de las exportaciones españolas proceden de esta
región, que ha atraído a más de 3.000 inversores internacionales, entre
ellos Volkswagen, Renault, Dow Chemical y Sony.
Como miembros de las UE, los catalanes disfrutan de la libertad
para viajar por el territorio europeo, las compañías pueden comerciar
libremente cubiertas por la regulación transfronteriza que es igual en y
las industrias disfrutan de normas regulatorias sencillas que es igual
en los 27 países comunitarios.
El cambio en el estatus podría también interrumpir el papel de la
región como puerta logística de España al resto de Europa. En 2007,
algo menos de la mitad de las exportaciones catalanas fueron al resto de
Europa, mientras que el 80 por ciento de las restantes exportaciones
fueron enviadas a países de la UE, según el grupo de análisis comercial
C-intereg.
"(Las compañías exportadoras) serían seriamente penalizadas. Las
empresas con sede en Cataluña tendrían un gran incentivo de trasladarse
dentro de las fronteras españolas y así tener acceso al mercado común",
dijo el banco suizo UBS en un informe.
Aunque Cataluña podría adoptar el euro - como por ejemplo Kosovo -
sin estar oficialmente dentro de la unión monetaria, seguirá habiendo
serias dudas sobre la capacidad de un estado catalán y de sus compañías
para hacerse con fondos de fuera de la eurozona.
Nada de eso significa que las compañías puedan levantarse e irse,
dicen los catalanes, pero significa que aún hay aspectos que tratar.
"De lo que están preocupadas las grandes firmas no es por la
independencia. Es el proceso, la transición, lo que les preocupa", dijo
Jordi Pujol, que fue presidente de Cataluña de 1980 a 2003 y es uno de
los fundadores de CiU.
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