El ascenso norteamericano provocará cambios de calado en las
relaciones económicas: la pujanza energética de EEUU podría mantenerle
como mayor economía mundial más tiempo del previsto en detrimento de
China y redefinirá su política exterior, o al menos la matizará de forma
sustancial, al reducir casi a cero sus importaciones de crudo de
Oriente Medio.
Estados Unidos ya es el gran protagonista de un nuevo boom
energético... y promete serlo aún más. El gigante americano cuenta con
las mayores reservas de hidrocarburos no convencionales (petróleo ligero
y gas pizarra). Productos que hasta ahora le servían de poco o nada
tenerlos en su territorio por la dificultad de aprovecharlos, pero que
con los avances tecnológicos pueden ya extraerse más fácilmente y a
precios razonables. Y con ello, se han convertido en un factor clave de
su futuro energético, hasta el punto de que Estados Unidos se erigirá de
nuevo en gran potencia energética global.
"Estados Unidos se encuentra a la vanguardia de una radical
transformación en la producción de petróleo y de gas que afectará a
todas las regiones del mundo", advierte Maria van der Hoeven, directora
general de la Agencia Internacional de la Energía (AIE). El organismo,
dependiente de la OCDE, publica cada año un informe con sus previsiones
sobre las tendencias globales de producción y consumo de energía para
las próximas dos décadas. En el documento de este año, presentado esta
semana en Londres, la AIE ha revisado profundamente al alza sus
estimaciones para Estados Unidos y anticipa una revolución en el mapa
energético global.
Nuevo gigante del crudo y el gas
Según el nuevo escenario que dibuja la AIE (más optimista que las previsiones que maneja el propio Gobierno estadounidense), la explotación de esos hidrocarburos no convencionales convertirá a Estados Unidos en el mayor productor mundial de petróleo en 2017, dejando atrás a Arabia Saudí, y lo encaramará también al liderato de la producción de gas ya en 2015, desbancando a Rusia. Además, esas reservas de shale gas y tight oil, junto a las mejoras de eficiencia energética para reducir el consumo, permitirían a EEUU ser exportador neto de gas en 2020 y recortar drásticamente sus importaciones de crudo en las próximas décadas. De hecho, según la AIE, Estados Unidos pasaría de importar actualmente cerca de un 20% de todas sus necesidades energéticas a ser casi autosuficiente en 2035.
Estados Unidos retoma así el protagonismo en el nuevo mapa global de la energía, incluso a pesar de algunos matices del World Energy Outlook de la AIE que hay que tener en cuenta. Y es que EEUU efectivamente
desbancará a Arabia Saudí como primer productor mundial de petróleo en
2017, pero solo durante una década: en 2027 los yacimientos saudíes
volverán a ser principal suministrador de crudo del mercado mundial.
Asimismo, su papel de mayor productor de gas tendrá igualmente
caducidad, y solo lo ostentará durante apenas un lustro. En paralelo, la
potencia norteamericana se convertirá en exportador neto de gas, no de
petróleo, aunque las importaciones de crudo caigan drásticamente: la AIE
prevé que EEUU pasará de importar casi el 60% de su petróleo en 2010 a
solo en torno al 25% en 2035; mientras que en gas pasa de comprar fuera
el 10% de sus necesidades a exportar cerca de un 5% de su producción en
el mismo periodo.
Estímulo para la economía de EEUU
En cualquier caso, las consecuencias del nuevo escenario van más allá de las meramente energéticas, y los efectos de la posición de EEUU como gran productor mundial de crudo y gas pueden tener efectos directos en el conjunto de la economía norteamericana y también en su política exterior. "Los cambios en el sector energético estadounidense conllevarán que su estatus económico mejorará muy rápido, ya que se fortalecerá su economía y el déficit podrá reducirse, al tiempo que el dólar se revalorizaría", indica el economista jefe de la AIE, Fatih Birol. "Todo ello permitiría a EEUU seguir siendo una superpotencia. Los que eliminaron a este país de la ecuación energética mundial se equivocaron", sentencia.
Estados Unidos es el segundo mayor consumidor mundial de energía,
solo por detrás de China, así que el fuerte aumento de su producción de
petróleo y gas y la introducción de ambiciosas medidas de eficiencia,
hasta rozar la autosuficiencia energética, supondrá un notable estímulo
para el conjunto de su economía. El impacto de su nueva posición
implicará una rebaja de costes energéticos para las compañías
estadounidenses, con la consiguiente mejora de su competitividad.
Algunos expertos incluso apuntan ya como probable que el ascenso de
China como primera economía mundial, previsto por la OCDE o el FMI para
mediados de esta década, probablemente en 2016, podría retrasarse unos
años.
¿Cambios en su política exterior? Sí, pero limitados
Con Estados Unidos disparando su producción de hidrocarburos y recortando muy fuertemente sus importaciones, los flujos del comercio energético mundial sufrirán variaciones en los próximos años. Por lo pronto, en dos décadas el 90% de las exportaciones de petróleo de Oriente Medio tendrán por destino exclusivamente el mercado asiático, mientras que EEUU prescindirá de casi de la totalidad de sus compras de crudo a países árabes (pasaría de los casi 2 millones de barriles diarios que importa ahora a prácticamente cero). "Las importaciones de petróleo desde Oriente Medio, que ahora constituyen un porcentaje importante [del consumo de EEUU], en diez años bajarán casi a cero, lo que tendrá efectos significativos en el mercado internacional de crudo e influirá en la política exterior", subraya Birol.
Efectivamente el nuevo escenario "influirá" en su política exterior,
pero la naturaleza misma del mercado petrolero hace difícil
(¿imposible?) que Washington se desentienda del control de las
cuestiones geopolíticas que condicionan los precios energéticos. Todos
los gobiernos estadounidenses, también la Administración Obama, han
tratado de recortar la dependencia del país de las importaciones de
hidrocarburos para reducir su vulnerabilidad ante problemas
geopolíticos, y minorar así los efectos de la eventual inestabilidad en
los países del Golfo o Venezuela. Sin embargo, incluso si se cumpliera
el optimista escenario de un EEUU casi autosuficiente que dibuja la AIE
en su informe, el país seguiría viéndose afectado por los vaivenes de
precio que sufre el mercado, así que la política exterior de la Casa
Blanca -cualquiera que sea su inquilino en el futuro- seguirá velando
por la seguridad energética a nivel global.
"Incluso si Estados Unidos consiguiera ser autosuficiente, se vería
afectados por cualquier problema en los países productores que
conllevara una subida de los precios internacionales. Siendo
autosuficiente sería menos vulnerable a problemas de suministro, pero lo
seguirá siendo al precio, incluso con menos importaciones", explica
Gonzalo Escribano, director del Programa de Energía del Real Instituto
Elcano. "Washington será menos proactivo en sus relaciones exteriores
energéticas, pero no se va a desentender por completo. EEUU se implicará
menos en el control de la estabilidad de los productores, pero los
cambios en su política exterior serán, en cualquier caso, muy graduales y
limitados".
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