sábado, 1 de diciembre de 2012

El nuevo presidente de México intentará centrarse en la economía

MÉXICO.- Enrique Peña Nieto tomó este sábado las riendas de México con la meta de coronar reformas que apuntalen la economía local, opacada por la del gigante latinoamericano Brasil, y virar el foco de atención que ha concentrado la cruenta violencia del narcotráfico.

Tras capitalizar a su favor en las urnas el descontento de millones de mexicanos hastiados de la brutalidad de los cárteles de las drogas y el poco empleo formal en la segunda economía de Latinoamérica, el ex gobernador de 46 años deberá trabajar para cumplir con sus promesas de mayores salarios y un clima de paz.
Para ello, se comprometió a impulsar desde inicios de su sexenio una profunda reforma fiscal y otra energética para "modernizar" México, que ha gozado de estabilidad económica en los últimos años.
Colaboradores del presidente electo y legisladores del PRI han dicho que el 2013 será el año de esas dos reformas, las cuales -según analistas- desatarían todo el potencial del país después de haber sido postergadas por años debido a resistencias legislativas o para evitar su coste político.
En el Congreso ninguna fuerza política domina y además Peña deberá concertar las posiciones dentro de su propio Partido Revolucionario Institucional (PRI), que regresa al poder tras 12 años de haberlo perdido tras su dominio en la mayor parte del siglo pasado.
Y aunque en los temas de seguridad ha esbozado algunos planes para aplacar la extendida violencia que ha cobrado miles de vidas y frenar los homicidios, secuestros y extorsiones, algunos colaboradores dicen que no será su única prioridad, un contraste con el saliente presidente, Felipe Calderón, que apostó su capital político a un combate frontal contra el narco.
"Es una parte de la ecuación, pero no puede convertirse en el único tema", dijo una fuente cercana a su equipo al referirse al combate contra el crimen organizado.
México, el séptimo productor del crudo del mundo, necesita inversiones millonarias para apuntalar a una economía que proyecta crecer entre 3 y 4 por ciento este año y que ha vivido bajo la sombra del gigante Brasil, con el que busca más comercio y menos trabas.
Brasil -primera economía de América Latina, sexta del mundo e integrante de los gigantes emergentes BRIC, junto con Rusia, India y China- y México han hablado durante décadas de establecer un acuerdo de libre comercio que no cristaliza, mientras compiten en mercados como el de autos.
Para México, además del comercio, es clave motorizar su actividad petrolera, que aporta el 40 por ciento de los ingresos presupuestarios, y Peña ha dicho que quiere una reforma energética que atraiga capitales privados a la estatal Pemex sin que ello signifique su privatización.
Aunque Pemex logró parar el declive de su producción de crudo y la estabilizó en torno a 2.5 millones de barriles por día (bpd), aún debe al menos alcanzar los 3.4 millones de bpd récord del 2004, lo cual requiere de ingentes inversiones.
Y para eso es fundamental incentivar las inversiones privadas dirigidas a exploración y producción de crudo, en las cuales está limitada la petrolera mexicana porque debe transferir por ley gran parte de sus recursos al Estado.
Por otro lado, el país necesita elevar la recaudación fiscal, de las más bajas de América por los altos niveles de informalidad, la débil administración tributaria y las estrechas bases impositivas.
Pero debe hacerlo sin golpear a los más de 52 millones de pobres contabilizados en el 2012 en el país de 112 millones de habitantes.
Según especialistas, si las reformas no incluyen inyectar capital privado a Pemex y quitar exenciones al cobro del Impuesto al Valor Agregado (IVA) -temas sensibles a los que las fuerzas de izquierda se oponen-, estarían incompletas para apuntalar el crecimiento del país, cuyo Producto Interno Bruto anual ronda 1,2 billones de dólares.
Ante un Congreso en el que el PRI por sí solo no tiene mayoría, Peña está obligado a negociar las reformas antes de presentarlas, algo que dejaron de hacer Calderón y su predecesor Vicente Fox, ambos del derechista Partido Acción Nacional (PAN).
"Si el nuevo presidente sigue en esa ruta, el resultado va a seguir siendo el mismo, es decir, reformas a medias, limitadas, no sustanciales", dijo Ricardo Espinoza, politólogo de la Universidad Autónoma Metropolitana.
Pese a todo, en el equipo de Peña hay optimismo de que avancen las iniciativas después de que el Congreso aprobó hace poco una postergada reforma laboral propuesta por Calderón que le quitó al nuevo Gobierno una tarea pendiente.

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