Un ministro del Gobierno español me decía ante el Consejo Europeo y hablando sobre la posible vuelta de Berlusconi: “No te fíes de los italianos”.
¿Y de los alemanes? La respuesta fue: “Hay que entender los alemanes”. Este es el universo mental en el que se mueve el Ejecutivo español.
Personalmente, pienso que el criterio
debería ser el opuesto: no fiarse de los alemanes y sí de los italianos
porque es Berlín quien está bloqueando el avance hacia la Unión.
El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, se empeña, ‘again’, en presentar el Consejo Europeo como un éxito. Todo porque se ha acordado la unión bancaria. Eso sí, la cosa empezará, en el mejor de los casos, en marzo de 2014.
Y eso con el recuerdo del Consejo de junio, donde Alemania aceptó que el BCE
y los fondos europeos contribuyeran a rebajar la perversión
especulativa sobre las deudas italiana y española... para que Berlín se
negara dos días después.
Miren ustedes, la unión bancaria es, como decíamos ayer,
una nueva cesión de soberanía por parte de los 17 países del euro -la
inspección bancaria desde Fráncfort, no desde Madrid- con una promesa
vaga, allá al fondo, de que el BCE otorgue más liquidez a los bancos
españoles, que es una forma de restar presión a la deuda... porque ya se
sabe en qué van a invertir los bancos españoles el dinero del BCE: en
buena medida, en comprar deuda española.
Ahora bien, ni aunque confiando en que
esa unión bancaria signifique más liquidez para España representaría un
gran avance. El verdadero avance de la eurozona se llama eurobono. Es decir, no se trata de conseguir la unión bancaria sino la unión monetaria.
Se trata, en resumen, de terminar con la patología con la que nació el
euro: una sola máquina de hacer dinero y 17 tesoros emitiendo a precios
distintos. Total: el país más beneficiado ha sido Alemania, los países
más pobres, como España, los más perjudicados.
Y mientras no llegue el eurobono, el futuro del euro estará en el alero.
(*) Director de Hispanidad
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