domingo, 23 de diciembre de 2012

Suiza, la caja fuerte del mundo / Susana Burgos

Los suizos votan en enero si quieren una legislación más transparente sobre el secreto bancario que ha permitido la ocultación de auténticas fortunas a los fiscos desde la Primera Guerra Mundial. 

Sucedía el pasado agosto. La Embajada suiza en Washington se ponía en contacto con el equipo de campaña de Obama para quejarse por la difusión de un vídeo donde una presunta cantante de nombre Miss Cuenta Suiza ponía de vuelta y media al candidato republicano, Mitt Romney, por negarse a desvelar sus declaraciones de la renta anteriores a 2010. Expresaba el país de los Alpes su irritación por ser considerado un paraíso fiscal si acaso no hubiera seguido funcionando como tal desde que la OCDE aceptara sacarle de la lista negra allá por septiembre de 2009. Fue la presión del 

Los 137 millones depositados en Ginebra por Artur Mas y Jordi Pujol, según el informe policial que puso patas arriba la reciente campaña electoral en Cataluña, no serían más que un ejemplo insignificante. Por mucho que la Embajada suiza en Madrid haya recibido desde entonces “cientos de llamadas de periodistas españoles interesándose por el caso y por las particularidades de nuestra legislación, aunque nosotros no debamos hacer más que remitirles al Ministerio de Asuntos Exteriores”, explica a ÉPOCA una portavoz de la legación.El mejor país para nacer
  • La cuestión es que los suizos votan en enero si desean una normativa más transparente en lo que al sacrosanto secreto bancario respecta. Los partidarios del sí defienden que la tendencia es imparable, pues, aunque se puedan continuar abriendo cuentas anónimas numeradas en sus bancos, el país no ha parado de perder interés para los defraudadores en los últimos tiempos. He ahí lo que aseguran los bufetes que han tomado parte activa en la amnistía fiscal de Montoro que se cerró a principios de diciembre: “Como las entidades financieras suizas están hartas de líos, algunas han empezado a exigir a los clientes españoles que presenten justificantes de que están al corriente de pago con Hacienda”.

    Empero resulta probable que los defensores del no acaben siendo mayoría desde la convicción de que cualquier cambio sería a peor, ya que el PIB per cápita de Suiza (67.384 dólares) es el séptimo del mundo y en eso tiene mucho que ver el hecho de que allí se deposite un tercio de la riqueza privada del planeta. En cuanto a la crisis financiera internacional, el país es ahora más fuerte en términos reales que cuando estalló, a decir de Standard and Poor’s. El pasado junio su PIB era un 8% superior al de 2007, cuando la zona euro se da con un canto en los dientes por haber limitado la contracción al 0,4%. Así que no sorprende que Suiza encabece el ranking de la revista The Economist sobre el mejor lugar del mundo para nacer en 2013. 

    En esta lista, en la que España ocupa el puesto número 28 de un total de 80, el país de Jean-Jacques Rousseau obtiene un sobresaliente 8,22 sobre 10 puntos. “Más allá de estadísticas, aquí se vive realmente bien porque se da mucha importancia a la calidad de vida; se invierte en ello hasta el punto de que hablar del Estado del bienestar en Suiza es quedarse muy corto”, explica a este dominical Raimundo Carrasco, un gaditano que emigró a Berna en la década de los 60 y que en la actualidad regenta una floristería en la turística Yverdon-les-Bains.

     “Siempre he pensado que terminaría mis días en España pero ahora sería estúpido volver. Mi mujer, que encima es gallega, siempre ha sentido una morriña espantosa, pero hoy por hoy se conforma con hacer de anfitriona de los jóvenes españoles que vienen a trabajar”.

    Y son muchos los que escogen Suiza. Por la inmediatez con que se puede encontrar un empleo si no se es demasiado exigente y por sus cuatro idiomas oficiales: el alemán, el francés, el italiano más el romanche, que es una lengua romance que apenas se habla en el cantón de Grisones. Hace algunas semanas, un grupo de emigrantes españoles en Suiza remitía una carta al Congreso de los Diputados pidiendo que analice por qué los españoles se van a otros países, después de que la responsable de Inmigración, Marina del Corral, hablara del “impulso aventurero” en los trabajadores que se marchan. Una controversia un tanto sacada de quicio pero que ocasionó cierto ruido mediático.

    Trabajo vs. Dignidad
    Uno de los síntomas de que la crisis europea de deuda apenas ha rozado Suiza –aunque las exportaciones sí se estén resintiendo– bien puede ser la extravagante iniciativa Por una renta básica incondicional publicada recientemente en el boletín federal. La defiende un grupo de políticos, economistas y personalidades del mundo de la cultura encabezados por el ex canciller Oswald Sigg. Demandan que todos los suizos sin excepción reciban del Estado un mínimo de 2.500 francos (2.000 euros) mensuales con el objetivo de que el trabajo deje de ser su principal fuente de ingresos. 

    De esa manera trabajar se convertiría en un complemento al salario y sólo tendrían una vida laboral quienes ambicionaran rentas altas. La provocación (que para la mentalidad helvética no es tal, pues allí la elección entre trabajo y dignidad es un debate recurrente) llevó a Sigg a afirmar hace poco en el diario Le Temps que “sin tener que ganar dinero para comer todo el mundo podría dedicarse a lo que realmente quiere”. ¿Y cómo conseguirlo? Pues subiendo el IVA y los impuestos a los ricos, lo que, según Stéphane Rossini, presidente de la Comisión para la Seguridad Social y Salud Pública, “coloca claramente la iniciativa en el territorio de una mera hipótesis”.

    Con más visos de prosperar que la anterior, los sindicatos también presentaban hace algunos meses una propuesta para subir el salario mínimo a 4.000 francos al mes, unos 3.300 euros al cambio. En su opinión, es un escándalo que “el 10% de las personas que trabajan a tiempo completo reciban un sueldo inferior a esa cantidad que a todas luces resulta insuficiente para cubrir las necesidades básicas”. 

    Cabe preguntarse qué pensarán estos señores del mileurismo tan extendido por nuestros pagos. (Y no vale apelar al consuelo de la mayor presión fiscal porque aquí tampoco vamos tan mal servidos de impuestos...). La cuestión es que a los suizos ni se les pasa por la cabeza pertenecer a la UE. El 6 de diciembre de 1992, el 50,3% de la población rechazaba el ingreso en el Espacio Económico Europeo. La participación alcanzó el 78,7%, todo un récord en un país donde los ciudadanos están llamados a las urnas cuatro veces al año, aunque rara vez acudan más de la mitad. Dos décadas después, si hoy se volviera a votar, el resultado sería un no mucho más rotundo. Mejor ni intentarlo.

    La revista Bilan publica periódicamente el ranking de las 300 mayores fortunas de Suiza valoradas en un total de 560.000 millones de dólares, la mitad de nuestra riqueza nacional. En la última edición aparecen tres españoles: Daniel Maté, veterano directivo del gigante de materias primas Glencore fusionado ahora con Xstrata; Ricardo Portabella Peralta, con numerosas participaciones en sociedades inmobiliarias, de energía y capital riesgo de todo el mundo; y Carmen Thyssen-Bornemisza, con un patrimonio estimado entre los 1.500 y los 2.000 millones de dólares.

     Se ensañan los autores de la lista con la baronesa, por cierto, porque “ha querido hacer creer al mundo entero que estaba en una situación de necesidad y que esa era la razón para ofrecer en subasta una de las obras maestras de su colección privada, La Esclusa de John Constable […]. La suma de la venta en la casa Sotheby’s de Londres, 28 millones de euros, debería ser suficiente para que la antigua Miss España pueda mantener su tren de vida durante unos meses”.

    Sea como sea, Tita queda en el ranking a años luz de quien lo encabeza con 40.000 millones de dólares: el sueco Ingvar Kamprad, propietario de IKEA. Le sigue, con 18.000 millones, el suizo-brasileño Jorge Lemann, poseedor del 15% del capital de Anheuser-Busch InvBEV, el mayor fabricante de cervezas del mundo y reciente comprador de Burger King. Y en tercer lugar figura la familia Hoffmann y Oeri, accionista mayoritaria de la farmacéutica Roche, con una fortuna de entre 16.000 y 17.000 millones de dólares.

    Todos ellos han sabido capear la crisis económica internacional logrando conservar cuando no incrementar su patrimonio. En este sentido, el caso más espectacular es el de Karim Aga Khan, jefe espiritual de los ismaelíes chiitas. Su fortuna se ha multiplicado por cuatro en sólo un año’. 

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