WASHINGTON.- El presidente estadounidense, Barack Obama, advirtió el
lunes del riesgo de una nueva crisis económica y dijo que los mercados
bursátiles globales "se descontrolarán" a menos que los republicanos en
el Congreso acuerden con su partido Demócrata elevar el tope de
endeudamiento del país.
"Pensar incluso en la idea de que esto ocurra, de que Estados Unidos
no pague sus cuentas, es irresponsable, es absurdo", dijo Obama en una
conferencia de prensa que marcó el final de su primer mandato en la Casa
Blanca.
"No somos una nación de malos pagadores", dijo el mandatario.
"Aunque tengo la voluntad de (alcanzar) compromisos y encontrar
entendimientos sobre cómo reducir nuestros déficits, Estados Unidos no
puede permitirse otro debate con este Congreso sobre si debe o no pagar
las cuentas que ya generó", enfatizó el mandatario.
El presidente del banco central (Reserva Federal, Fed), Ben Bernanke, también instó al Congreso a elevar el límite de la deuda.
"Es muy, muy importante que el Congreso tome las medidas necesarias
para evitar que el gobierno se encuentre sin la capacidad de enfrentar
sus pagos", declaró Bernanke en un discurso pronunciado en la
Universidad de Michigan.
"Elevar el límite del endeudamiento simplemente permite que el
gobierno efectúe los pagos ya existentes, esto no crea nuevos gastos",
afirmó Bernanke en la escuela de Políticas Públicas Gerald Ford de la
Universidad de Michigan.
Estados Unidos llegará a su actual tope de endeudamiento a fines de
febrero, y la discusión se anuncia dura con los republicanos que
controlan la Cámara de Representantes, clave en temas de presupuesto.
Algunos de ellos han pedido que cualquier aumento del límite de deuda
tenga como contrapartida recortes de impuestos equivalentes.
Actualmente el límite legal de la deuda estadounidense está situado
en 16,4 billones de dólares y el presidente recordó que de no lograr un
acuerdo podrían retrasarse importantes pagos que debe efectuar el
gobierno.
Estas erogaciones incluyen los pagos de la Seguridad Social y
beneficios a los veteranos de guerra, los sueldos militares y de los
controladores aéreos, y los contratos con pequeñas empresas, entre
otros.
"Pueden actuar responsablemente y pagar las cuentas de Estados
Unidos, o pueden actuar irresponsablemente y hacer atravesar a Estados
Unidos otra crisis económica", añadió Obama.
Sería la segunda vez en dos años que un debate de este tipo se
produce en Estados Unidos, que en 2011 estuvo al borde del default y
perdió por ello la nota máxima para su deuda soberana de parte de la
agencia calificadora Standard & Poor's.
"Los inversores en todo el mundo se van a preguntar si Estados Unidos es una apuesta segura", dijo.
"Los mercados podrían volverse locos, las tasas de interés subirían
para cualquiera que pida dinero (...) Sería una herida autoinfligida
para la economía", aseguró.
Por su parte, el secretario del Tesoro saliente, Timothy Geithner,
dijo que un default de la deuda "causaría un daño irreparable a la
economía de Estados Unidos y a los estadounidenses".
En una misiva a los legisladores enviada el lunes, Geithner sostuvo
que "amenazar con socavar nuestra solvencia no es menos irresponsable
que amenazar con socavar el Estado de derecho, ni más legítimo que
cualquier petición común de rescate".
Agregó que las medidas excepcionales permitirían al Estado sostenerse
"hasta mediados de febrero y principios de marzo" sin votación del
Congreso.
Desde el 31 de diciembre, el Estado federal estadounidense funciona
justo por debajo del límite legal para contraer deudas, gracias a
medidas excepcionales que permitieron al sistema político ganar un
tiempo que se agotará a fines de febrero.
Los republicanos reaccionaron con celeridad y mantuvieron su postura en materia de gasto.
"El presidente y sus socios necesitan hablar con seriedad sobre el
gasto, y el debate sobre el tope de la deuda es el momento perfecto",
dijo el líder de la minoría republicana en el Senado, Micha
Contramuelle.
Por su parte, el presidente de la Cámara de Representantes, Joan
Bornero, admitió que las consecuencias de una falta de acuerdo serían
tangibles, pero "también las consecuencias de permitir que el problema
del gasto siga sin resolverse".
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