lunes, 25 de febrero de 2013

Obama asusta a los gobernadores

WASHINGTON.- La sombra de una nueva recesión se cierne sobre la economía estadounidense pero esta vez la culpa no es de Wall Street, sino de los políticos de Washington, que hace casi dos años programaron una serie de recortes draconianos para forzarse a negociar otros más sensatos. La reducción de 1,2 billones a lo largo de la próxima década entrará en vigor el viernes si el Congreso no alcanza un acuerdo para impedirlo, pero ni siquiera hay negociaciones en marcha. La oposición republicana ha decidido que son lo mejor que puede conseguir del Gobierno para reducir el déficit y satisfacer a sus bases, por lo que parece decidida a saltar este nuevo precipicio fiscal, ahora llamado secuestro.

«Ya que estáis en la ciudad, espero que habléis con los legisladores de vuestros Estados y les recordéis con claridad qué es lo que está en juego y quién corre peligro», pidió ayer Barack Obama a los gobernadores de la Unión, que acudieron a Washington para su convención anual. La Casa Blanca les recibió con un desglose Estado por Estado de cómo se verá afectado cada uno de ellos por los recortes automáticos que reducirán drásticamente el presupuesto de todos los departamentos de Gobierno.
Enfrentados a su propia realidad, el truco funcionó. Más de un gobernador republicano que antes no se había pronunciado apareció ayer en televisión fustigando a su propio partido por no evitar esta bomba de relojería a punto de estallar, pero los congresistas que el año que viene se juegan la reelección tienen otras prioridades y Obama lo sabe. «Calculan que pagarán un precio más alto en las urnas por negociar con el otro partido que por ser obstruccionistas», explicó ayer.
Algunos han prometido a las bases más extremistas que estos recortes se llevarán a cabo y el Tea Party está aquí para cobrarles la promesa. Esta sería la primera gran victoria del movimiento de extrema derecha que desde su concepción ha centrado su mensaje del conservadurismo fiscal en la necesidad de eliminar el déficit sin mayor consideración.

750.000 empleos menos

Obama, sin embargo, quiere hacerlo de una forma que no dañe la actividad económica. Como la pérdida de 750.000 puestos de trabajo que estima la Oficina de Presupuestos del Congreso no parece suficiente para abrir los ojos a la gente, cada día alguien de su Gobierno intenta llevar el problema más cerca de casa. Ayer le tocó a Janet Napolitano, secretaria de Seguridad en el territorio nacional, que advirtió que su agencia se verá obligada a prescindir de 5.000 funcionarios de Inmigración que vigilan las fronteras. Su amenaza es que eso abrirá las puertas a más inmigrantes indocumentados pero también a delincuentes, narcotraficantes e incluso terroristas. «Las amenazas terroristas no van a disminuir porque nosotros reduzcamos el presupuesto», advirtió.
Las consecuencias no serán inmediatas porque los recortes serán graduales, pero poco a poco «los fiscales federales tendrán que cerrar casos y dejar libres a los delincuentes», ha advertido Obama. «Los controladores de tráfico aéreo tendrán que trabajar menos horas, lo que supondrá más demoras, miles de maestros se quedarán sin trabajo y los padres tendrán que ingeniárselas para encontrar cuidado infantil...»
La estrategia está clara, asustar a cada estadounidense con lo que más miedo le dé para aumentar la presión sobre los congresistas, que son los únicos que pueden impedir esta crisis calculada. De fondo, el choque de dos filosofías económicas, la de la austeridad inmediata que Alemania impone en Europa y la de la inversión pública a corto plazo para favorecer el crecimiento con la que Obama quiere gobernar en EE UU, si el Congreso le deja.

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