viernes, 29 de marzo de 2013

La espiral del desempleo en Francia / Amilcar Morales *

Sin sorpresa el desempleo creció en Francia en febrero por vigésimo segundo mes consecutivo y puso en peligro una de las pocas promesas de campaña del presidente François Hollande que aún se mantiene en pie. Según la agencia estatal Pôle Emploi,           18.400 personas se sumaron a las listas del paro en ese mes, lo que unido a las cifras de enero da unos 62.300 en los primeros 60 días de este año.

Significa, entonces, que más de mil trabajadores diarios perdieron su empleo en el comienzo de 2013, un panorama negativo para un gobierno cuyo principal compromiso es comenzar a revertir la curva ascendente de este flagelo a más tardar a finales de diciembre.

Según Hollande, más que una meta, esta es una convicción, pero la realidad deja muchas dudas sobre las posibilidades reales de llevarla a la práctica.

De acuerdo con la mayoría de los especialistas, para que una economía sea capaz de generar empleos, el Producto Interno Bruto (PIB) debería crecer a un ritmo sostenido de 1,5 por ciento anual, aunque algunos ponen un poco más alto el listón y estiman este indicador en los tres puntos.

Francia no está ni remotamente cerca de ninguno de los dos casos. En el conjunto de 2012 se registró un estancamiento y los pronósticos apuntan para este año a un modesto aumento de 0,1 por ciento, es decir apenas una décima de punto.

Debido a esto, la situación en el mercado laboral del país galo refleja exactamente la famosa figura de la serpiente que se muerde la cola.

Como es sabido, el Producto Interno Bruto es el conjunto de los valores creados en un país por el trabajo de sus habitantes durante un año.

Si hay más gente que trabaja, o si aumenta la productividad, más rápido crece la economía; por el contrario, si el paro es muy elevado el PIB se contrae lo cual, a su vez, genera todavía más desempleo.

Para romper este círculo vicioso hacen falta medidas estructurales, pero en los 10 meses y medio de gobierno no se ha adoptado ninguna política enérgica.

Por el contrario, aunque Hollande proclamó la noche de su elección que "la austeridad no debe ser una fatalidad en Europa", en 2013 se aplica el presupuesto estatal más restrictivo desde el final de la II Guerra Mundial, con un recorte de 30.000 millones de euros.

Además, los programas diseñados contra el paro, los denominados "empleos del futuro" y "contrato de generación", que deben aportar unos 200.000 puestos de trabajo este año, la mitad de ellos temporales, son gotas de agua en el desierto ante la magnitud del problema.

Por si todo esto fuera poco, recientemente el Movimiento de Empresas de Francia (Medef), principal organización patronal, y tres sindicatos minoritarios firmaron un convenio de "estabilidad y defensa del empleo", que tendrá serias consecuencias para los asalariados.

Es verdad que el acuerdo otorga algunas ventajas al sector obrero, como una mayor cobertura del seguro médico complementario, ciertas facilidades para la capacitación o el acceso de delegados sindicales a los consejos de administración de firmas cuyo personal rebase la cifra de cinco mil.

Pero a cambio de eso, los empresarios tendrán derecho a despedir a quienes no acaten el convenio y podrán modificar o eliminar aspectos medulares del contrato de trabajo, como la duración de la jornada laboral o el salario, cuando convenga a la marcha de sus negocios.

No de balde, los primeros en celebrar la firma de ese pacto que ahora debe ser ratificado por el Parlamento de Francia, fueron los representantes del Medef.

La Confederación General del Trabajo, mayor agrupación sindical francesa, denunció este acuerdo por sus graves consecuencias para las conquistas sociales y convocó a una gran marcha de protesta el próximo 9 de abril.

Como consecuencia de esta situación Hollande y el primer ministro, Jean-Marc Ayrault, tienen los mayores índices de desaprobación popular para un gobierno con menos de un año de trabajo.

Según el Instituto Francés de Opinión Pública, el jefe de Estado tenía en junio de 2012 el 60 por ciento de apoyo y Ayrault el 65.

A finales de marzo de 2013, el presidente cayó a 30 puntos, la mitad exactamente, y Ayrault está en 35.

Si las condiciones internas son difíciles, el entorno regional también es sombrío porque los programas de austeridad para combatir la crisis provocaron la recesión económica en varios países de la Unión Europea, donde Francia tiene más del 60 por ciento de su mercado.

El gobierno del presidente Hollande ya debió dar marcha atrás a su meta de reducir este año el déficit fiscal al tres por ciento del PIB y tendrá que revisar a la baja la previsión de crecimiento económico, originalmente fijado en 0,8 puntos.

También quedó atrás el impuesto extraordinario del 75 por ciento para los ingresos superiores al millón de euros anuales, un tema recurrente a lo largo de la lucha por llegar al Palacio del Elíseo.

Queda por ver qué ocurrirá en el frente contra el desempleo, donde hay evidentemente mucha voluntad política, pero faltan las condiciones económicas para hacerlo realidad.

Más de mil puestos diarios destruidos en los primeros dos meses del año son un síntoma preocupante y conducen a Francia a pasos acelerados a la misma situación vivida en enero de 1997, cuando se registró el mayor número de parados en la historia de la nación.

(*) Corresponsal de Prensa Latina en Francia.

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