MADRID.- La Agencia Tributaria está investigando hasta dónde se ha propagado en España el uso de un software que permite que desaparezcan transacciones de los libros de cuentas. Con un simple click,
el rastro de una compra desaparece, una línea de ingresos se va al
limbo de los negocios, una suma de dinero se hunde en el oscuro charco
de la economía
sumergida.
Mientras Hacienda lucha por sacar a la luz millones de
compraventas, la tecnología inventa programas cada vez más sofisticados
para ocultarle dinero al fisco. Se trata de un tipo de software que está
costando miles de millones a las arcas estatales y cuyo alcance aún se
está estudiando, según reconoce a Materia el departamento que dirige Cristóbal Montoro.
Desde la Agencia Tributaria española sólo se admite que se “está
trabajando en ello”. “No se puede suministrar más información todavía
para no estropear investigaciones en curso”, asegura un portavoz. Todo a
partir de un informe que la OCDE remitió a las distintas
administraciones que pertenecen a la organización con una advertencia:
“Las administraciones tributarias están perdiendo miles de millones de
dólares y euros debido a las ventas no declaradas y a los ingresos
ocultados mediante la utilización de estos métodos”. En Hacienda han
tomado nota de las amenazas y consejos que se recogen en las 46 páginas
del informe, realizado por peritos y ciberauditores expertos de 14
países, coordinados por Noruega.
Básicamente, estos programas se instalan en cajas registradoras
electrónicas o cualquier ordenador encargado de la contabilidad de las
ventas de un negocio. Instalado y escondido en un segundo plano, este
software sucio se pone en marcha con un atajo del teclado o un
botón oculto en la pantalla. Una vez abierto, tiene una “apariencia
legítima”, según el estudio de la OCDE, ya que simula uno de los
programas habituales instalados en los sistemas de punto de venta, un
elemento fundamental para la contabilidad del comercio y una herramienta
fiable para la contabilidad y la gestión de una empresa. En cambio,
este software permite suprimir manualmente determinadas transacciones,
sustituirlas por otras de menor valor e incluso realizar una selección
automática para eliminar una suma concreta de dinero de las ventas
diarias. Incluso es capaz de suprimir ventas internacionales. El
organismo tiene un miedo legítimo añadido: aunque no se conocen casos,
nada impide que se creen programas similares que realicen el trabajo
inverso, añadiendo transacciones ficticias que sirvan para el blanqueo
de dinero.
Se conoce desde hace casi una década la existencia de estos programas, conocidos como zapper y phantomware,
pero es ahora cuando han alcanzado un grado de sofisticación y difusión
que ha disparado las alarmas en muchos países. Un informe del Tribunal
de Cuentas de Alemania avisaba de que el daño que suponen todas esas
cajas y ordenadores ocultando ventas “no debe subestimarse”. Sin
embargo, solo constan algunos retales que ayuden a imaginar el perjuicio
que esta tecnología está infligiendo a las arcas estatales de medio
mundo. Canadá, uno de los primeros países en actuar, calculó que en los
restaurantes del país se estarían esfumando unos 1.700 millones de euros
al manipular los recibos de cobro en la caja. Llegaron a esa conclusión
tras observar que solo entre cuatro restaurantes se habían omitido
200.000 transacciones.
Una cadena de restauración de Detroit evadió el pago de unos 15 millones de euros en cuatro años.
En un caso descubierto en Sudáfrica, un grupo mayorista había
expatriado 22 millones de euros. Otro, siete millones en Suecia. Allí se
recuperaron 150 millones tras 2.000 auditorías selectivas en
restaurantes, salones de belleza, tiendas de ropa y alimentos, entre
otros comercios, en las que se observó que no se declaraban entre el 20%
y el 40% de las ventas gracias a esta tecnología. “En una investigación
realizada en Eslovenia”, explica la OCDE, “los inspectores hicieron
indagaciones en tiendas minoristas al final de la jornada comercial y
descubrieron que en ese momento el volumen de ventas en los sistemas era
tres veces superior al registrado otros días”.
Sólo son algunas pinceladas, mínimas, que apenas sirven para
visualizar un cuadro gigantesco de dinero que se burla al Estado. Los
inspectores recogen la información de esos ordenadores y cajas
registradoras asumiendo que contienen datos originales y fiables. Los
programas investigados no sólo dan una apariencia legal, ahora además
ahorran mantener una doble contabilidad —habitual en el fraude
comercial— ya que el sistema mantiene, aunque oculta, la contabilidad
real a disposición del dueño de la máquina. “Existen pruebas de que la
utilización de [estos] programas se ha extendido en todo el mundo, y por
lo tanto la amenaza sobre la recaudación de ingresos tributarios sigue
creciendo”, asegura el informe de la OCDE. Y advierte que según las
previsiones de los investigadores que trabajan en este ámbito, en el
futuro las técnicas para evitar la detección “seguirán desarrollándose y
su sofisticación será cada vez mayor”.
Para combatirlo, la organización sugiere numerosas ideas a los países
miembros en su informe, desde tecnológicas o estratégicas hasta legales
y de concienciación. Eso sí, partiendo de una decisión que parece
lógica: “Las administraciones deben considerar la posibilidad de
recomendar la creación de leyes para penalizar el suministro, la
posesión y la utilización de software de supresión electrónica de
ventas”. Cuando en 1879 James Ritty inventó la caja registradora
para evitar que sus empleados le sisaran, seguramente no calculó que
ese terminal de ventas se podría convertir en un preocupante agujero
para los inspectores de Hacienda.
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