GINEBRA.- Brasil, el país que más se esforzó por impulsar la
influencia internacional del grupo de economías emergentes, logró hoy
coronar sus ambiciones con la elección del diplomático brasileño Roberto
Azevêdo como nuevo director general de la Organización Mundial del
Comercio (OMC).
Los llamados BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) han
visto aumentar su influencia en los últimos años, en consonancia con el
declive de los llamados "países desarrollados", golpeados
-principalmente en Europa- por una crisis económica que parece
interminable.
Con la elección de Azevêdo, ese grupo se abre paso, afianza su imagen
y, al mismo tiempo, se confirma la voluntad de los países en desarrollo
de hacer escuchar sus voces en las cuestiones que les afectan.
Asimismo, se deja clara la urgencia de introducir un fuerte cambio en
el liderazgo de la OMC para salvar del fracaso a las negociaciones
comerciales de la llamada "Ronda de Desarrollo de Doha".
El proceso para elegir a quien sustituirá al francés Pascal Lamy,
excomisario europeo de Comercio y de perfil para muchos excesivamente
tecnócrata, fue reñido (inicialmente hubo nueve candidatos) y complejo por
la necesidad de que, al final, el ganador surgiese de un consenso.
Su último contrincante fue el exministro de Comercio de México y
reconocido negociador de tratados de libre comercio, Herminio Blanco,
quien recibió el apoyo de los países desarrollados -la Unión Europea en
bloque, Estados Unidos, los nórdicos, entre otros-, ansiosos de reforzar
el espíritu liberal de la institución.
Sin embargo, fuentes comunitarias aseguraron, poco después de
conocerse el resultado, que se sentían "cómodos" con Azevêdo, que
apoyarían su gestión e incluso manifestaron cierto alivio porque "así
nadie podrá culparnos de nada".
Ese respaldo prácticamente masivo de los países ricos terminó
reforzando los apoyos de Azevêdo entre los del Sur, que temían entregar
nuevamente la institución a un dirigente que, aunque originario de un
país en desarrollo, se identificase más con los intereses de las
naciones industrializadas.
La victoria del diplomático brasileño -con 17 años de trabajo
relacionado con la OMC y desde hace cinco embajador de su país ante esta
organización en Ginebra- levanta vientos de frescura y genera
esperanzas en su capacidad de hacer mover la pesada maquinaría del
multilateralismo comercial.
Como una metáfora que utilizó frente a la prensa en sus últimas
semanas de campaña, Azevêdo se comparó con un médico que no necesita más
entrenamiento y que está listo para colocarse los guantes (quirúrgicos)
y entrar en la sala de cirugía para operar y salvar la vida del
paciente enfermo: la OMC.
El próximo director general de esta organización recibirá una pesada
herencia de Lamy, centrada en dos problemas: negociaciones comerciales
paralizadas por años y una institución que requiere reformas internas de
envergadura para garantizar su continuidad.
Probablemente, el mayor logro del jefe saliente de la OMC haya sido
la adhesión como miembros plenos de cerca de una decena de países, sobre
todo de una economía importante como la de Rusia.
Los países esperan, por tanto, que el brasileño asuma riesgos e
impulse desde un primer momento a la organización, dejando de lado -como
lo ha prometido- un "enfoque único" sobre la manera en que los países
en desarrollo deben incorporarse al mercado global.
Su ofrecimiento ha sido convertir a la OMC en una entidad capaz de ofrecer a cada miembro un enfoque adecuado a sus necesidades.
Aunque en Brasilia el Gobierno ya celebra, la elección de Azevêdo
sólo será oficial mañana, una vez que el Consejo General de la OMC
-máximo órgano de decisión que integran los 159 países miembros- sea
informado del resultado de manera formal.
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