BUENOS AIRES.- Con sus recursos naturales, capacidad de producción y una
mayor inversión, América Latina se proyecta como uno de los principales
proveedores de alimentos para abastecer la creciente demanda mundial,
diversa y cada vez más sofisticada.
Si bien el mercado internacional afronta dificultades derivadas de la
volatilidad de precios, la especulación y la competencia de los
biocombustibles por el suelo, los expertos que hemos consultado están
convencidos de que la región puede atravesar con éxito el desafío.
Variedades de arroz, cereales, oleaginosas, frutas, lácteos, carnes,
aceites, vinos, todo se produce y exporta cada año en grandes volúmenes
en América Latina, especialmente en el sur, sorteando sequías,
inundaciones y otros eventos meteorológicos vinculados al cambio
climático.
Pero sí existe una «preocupación a medio plazo» por el aumento de la
población, que además tendrá más ingresos y una demanda sofisticada. «Ya
no será solo arroz, habrá que producir más carne, que requiere mayor
inversión», anticipa.
«Las tierras que podrían abastecer esa mayor demanda están entre los
trópicos templados, pero África no tiene el desarrollo ni la tecnología,
en cambio América Latina sí los tiene, sobre todo el Cono Sur»,
subraya.
Buzzetti remarca que Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Uruguay y
Paraguay suman 1.000 millones de toneladas anuales de producción de
grano en 72 millones de hectáreas cultivadas, que representan el 10 por
ciento de las tierras agrícolas del mundo. Por ejemplo, el 47 por ciento
de la producción global de soja se obtiene en esos países y también el
28 por ciento de las exportaciones de maíz.
Además, la región es una relevante proveedora de carne para la mesa
de la humanidad, tanto que el 21 por ciento de la producción vacuna y el
17 por ciento de los pollos que se producen en el globo vienen de esta
zona latinoamericana, y las exportaciones cárnicas del área implican
alrededor de un tercio de lo que se comercializa en el mundo, dice el
titular del IICA.
Ya no hay protagonismos tradicionales. En materia de carne vacuna,
donde hace algunas décadas reinaba Argentina, ahora Brasil, Uruguay y
Paraguay superan en volumen la producción proveniente del otrora «país
del churrasco».
Políticas equivocadas como el control de exportaciones para bajar los
precios del mercado interno, según opinión del ingeniero agrónomo
Fernando Vilella, llevaron a que Argentina disminuyera drásticamente en
los últimos años el número de vacas, a expensas de la producción de
pollo y de la expansión de la soja.
Vilella, responsable del área de Agronegocios y Alimentos de la
Facultad de Ingeniería de la Universidad estatal de Buenos Aires,
considera empero que, con inversiones y más cría intensiva en corral, la
producción vacuna puede volver a aumentar en este país.
De hecho, ya ha comenzado a recuperarse. Argentina debería hacer como
Uruguay, que optó por establecer qué cortes se mantenían con precios
regulados para el mercado interno y cuáles se exportaban a precio
internacional, apunta.
Para esplicar de una forma más gráfica las necesidades futuras,
Vilella explica que se estima que en 2030, Asia podrá autoabastecerse en
un 75 a 82 por ciento de los alimentos, África subsahariana apenas en
un 15 por ciento y el norte de África y el Medio Oriente un 85 por
ciento.
«Esos requerimientos deberán ser atendidos por América del Sur,
Estados Unidos, Canadá, Australia, Nueva Zelanda y Ucrania, que deberán
alimentar un mercado insatisfecho de unos 3.000 millones de personas»,
vaticina.
«El papel de Argentina y Brasil será muy relevante», advierte. El
reto mayor será aumentar la productividad por hectárea, pues las tierras
cultivables en el planeta ya casi no tendrán margen para seguir
creciendo, puntualiza el experto argentino.
Vilella considera clave la producción mediante siembra directa, o sin
labranza, difundida en Argentina para el cultivo de soja, porque es la
más eficiente, «siempre que se haga en los mejores suelos» para evitar
el deterioro ambiental, aclara.
En cuanto a la competencia con los biocombustibles, Buzzetti señala
que el conflicto surge cuando cultivos alimenticios se derivan al
mercado energético, como ocurre en Estados Unidos con el maíz destinado a
elaborar etanol.
Recomienda que «Hay que orientar la producción a los biocombustibles
de segunda generación, que son los que utilizan biomasa no
alimenticia»,.
Pero además de los desafíos prácticos, Buzzetti considerqa que
también hay que discutir el problema ético del hambre en un mundo en el
que se producen alimentos de sobra, y afrontar ese panorama con medidas
de consenso internacional.
«En Río+20 se habló de la necesidad de ir hacia un modelo económico
que asegure una mejor distribución de los ingresos, y el tema se retomó
en la cumbre del G-20 y en las apelaciones del Banco Mundial».
«Hay que pensar en un modelo de desarrollo capitalista que contemple
una mejor distribución de ingresos y de alimentos para hacer más
sostenible y equilibrado el sistema mundial», dice.
Para lograrlo, hay propuestas que apuntan a disminuir la volatilidad
de los precios, que en los últimos años tienden al alza, y a contener la
especulación financiera en los mercados de alimentos, pero esos
procesos llevan tiempo, advierte.
Entretanto, las fuentes consultadas coinciden en que resulta
inconcebible que haya países de la región donde todavía el alimento no
esté asegurado. Algunos, como México, países de América Central y el
Caribe, dependen de las importaciones para completar su dieta.
El colombiano Antonio Hill, experto en agricultura y cambio climático
de la organización no gubernamental Oxfam que trabaja para erradicar la
pobreza y el hambre alerta de que «entre 1999 y 2009, los países
importadores netos de alimentos en la región pasaron de 11 a 16».
Para Hill, América Latina tiene una mayor responsabilidad como
productora de alimentos porque, al mismo tiempo que debe aumentar la
productividad, tiene que «reducir sus niveles de desigualdad, su
inseguridad alimentaria y su huella ecológica».
«Lo más sensato» sería incrementar esa productividad, ampliando el
apoyo a la agricultura familiar, especialmente a las mujeres rurales,
dice, a fin de asegurar mayor disponibilidad de alimentos entre los más
pobres.