MÉXICO.- El bitcoin, una moneda virtual que nació fuera de los
sistemas financieros, empieza a desarrollarse en América Latina. Fue
inventada en 2008 por Satoshi Nakamoto, programador japonés que se cree
es el alias de una persona o un grupo, y el software (programa
informático) para emitirla e intercambiarla en una red de usuarios se
publicó en enero de 2009.
El ingeniero de sistemas Moisés Briseño es un usuario y estudioso de
este sistema de transacción completamente digital y sin autoridad
emisora.
«Compro y vendo bitcoins. Reviso cómo se cotiza y si hay alguna
tendencia. Aún tiene poca presencia en la región. Uno de mis objetivos
es habilitar negocios existentes para que la reciban y mostrar ventajas
para el usuario y los negocios», dijo el mexicano Briseño, que estudió
el primer algoritmo para acuñar esta moneda.
No es una moneda electrónica «en boga», sino algo mucho más
revolucionario, dice el brasileño Fernando Ulrich, del no gubernamental
Instituto Ludwig von Mises, en la sureña ciudad de Porto Alegre.
Ulrich, de 33 años, es un entusiasta del bitcoin (BTC), porque no
solo reduce los costes de transacción, también representa una nueva
manera de pensar la economía internacional sin la injerencia de los
Estados nacionales y los bancos centrales. «Me sorprendió su potencial
revolucionario. Es una red resistente y una innovación que puede cambiar
la forma en que la gente hace transacciones, para liberar a los
ciudadanos de la dependencia del dinero emitido por el Estado de forma
monopólica», sentencia.
Cada «moneda» se produce por computadoras que resuelven problemas criptográficos de gran complejidad.
La provisión de «monedas» está limitada desde su origen. La mitad,
aproximadamente, ya está en circulación, pero la emisión va a continuar a
un ritmo cada vez más lento hasta 2140. La ausencia de un emisor
central ha generado amplias oscilaciones de su valor respecto del dólar o
la libra esterlina, pero la tendencia del bitcoin es de apreciación
frente a estas divisas.
No puede falsificarse, por el sistema criptográfico que usa, las
transacciones se entablan de persona a persona, y se puede cambiar por
dólares, euros u otras divisas y por bienes o servicios. El interesado
se conecta a la red descentralizada de todos los usuarios y así se
generan dos claves únicas y vinculadas, necesarias para intercambiar con
cualquier otro cliente.
Una clave es privada y permanece oculta en la computadora del
cliente, la otra es pública y es la que permite hacer las transacciones.
El sistema incluye un mecanismo para verificar y validar la transacción
y un registro público de cada operación registrada, lo cual permite
rastrear la historia de cada bitcoin.
Esta moneda se empezó a usar Brasil en 2012 y sus usuarios todavía
tienen un perfil de principiantes y sienten curiosidad por entender cómo
funciona.
Rodrigo Batista, presidente de la empresa brasileña Mercado Bitcoin,
dice que el movimiento es bajo, pero muestra un rápido crecimiento. «La
mayor parte del uso es de compraventa (de la moneda) para obtener
ganancias con su valor. Está en el proceso de adopción inicial en
Brasil, comenzando por São Paulo», la ciudad industrial más importante
del país, dice Batista.
En Argentina hay entre 4.000 y 5.000 interesados, de los cuales unos
400 usan este sistema, mientras que otros lo están estudiando, nos dice
el presidente de la Fundación Bitcoin Argentina, Diego Gutiérrez.
La Fundación asesora, difunde y organiza dos reuniones explicativas
mensuales en su sede en Buenos Aires. «El dinero en papel está en vías
de extinción y estas monedas tienen una gran ventaja tecnológica, que
hace las transacciones más seguras», afirma Gutiérrez.
El portal LocalBitcoins detecta usuarios en la ciudad o el país donde
el navegante se encuentre. Según el sitio Bitcoinwatch, hay en
circulación 11,65 millones de estas monedas por un valor de 1.461
millones de dólares, con una media de 2.128 operaciones por hora.
Países como Alemania, Australia, Canadá, Finlandia y Francia lo
permiten, mientras que Tailandia ha prohibido su uso. Estados Unidos
ordenó este año investigar el bitcoin, argumentando que podría ser un
instrumento para financiar el terrorismo o lavar dinero.
Las empresas argentinas todavía «no se animan» porque no existe un
marco regulatorio, indica Gutiérrez. Pero se trata de «la moneda
perfecta para el comercio electrónico». «No veo señales de
regulaciones», dice el mexicano Briseño.
Batista, en cambio, señala que su negociación está sujeta a las leyes
que rigen el comercio en Brasil y cree que «algún tipo de regulación
específica vendrá pronto». En opinión de Ulrich, el BTC puede servir
para superar la crisis financiera internacional.
Sus riesgos obedecen a que es un experimento reciente, difícil de
predecir a largo plazo. «Puede ser que algunas divisas superen a bitcoin
con tecnología», dijo. Ya han aparecido otras monedas virtuales con
programas computacionales más sencillos.
Sus críticos temen que sea utilizada «para todo tipo de crímenes»,
como nos comentó el abogado Thomas Schulte, experto en Internet. «Con el
bitcoin se pueden cometer todos los crímenes posibles con moneda real,
pero de manera anónima y en un espacio legal poco claro».
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