El Gobierno español cuenta cómo ha dado un giro
drástico a la historia: de prácticamente la bancarrota hace un año a
modelo de austeridad presupuestaria y reformas en la actualidad.
Pero hay dos cosas que le faltan: empleo y crecimiento. Y sólo una posible salvación: las exportaciones.
Los ministros desglosan una letanía de estadísticas
para mostrar lo mucho que han logrado: el déficit presupuestario se ha
reducido del 11,2 por ciento del PIB en 2009 al 6,98 por ciento del año
pasado. Se ha prescindido de unos 375.000 puestos en el sector público,
los costes laborales han caído a niveles de 2005 y la competitividad ha
mejorado.
Los altos cargos se jactan de cómo han recortado las
abultadas deudas de sus grupos multinacionales, que habían acumulado
gracias a los créditos fáciles obtenidos durante los años del boom.
Las empresas han utilizado la nueva reforma laboral,
más condescendiente con el empresario, para despojarse de puestos de
trabajo y costes; el grupo de infraestructuras FCC usa cinco equipos
para dirigir siete plantas de cemento, por ejemplo, y los directivos
viajan cientos de kilómetros entre las distintas ubicaciones.
"El ajuste de España es una labor que está en marcha",
dice Fernando Fernández, profesor de Economía en el Instituto de
Empresas. "Hay estabilidad institucional y voluntad de reforma (...)
pero el crecimiento y el empleo siguen siendo esquivos", añadió.
El Gobierno cuenta con una mayoría absoluta en el
Parlamento que no tendrá que enfrentarse a las urnas hasta finales de
2015. Esa situación contrasta con las incómodas coaliciones de Italia y
Grecia.
Las quejas que se oyen con fuerza en todo el sur de
Europa no se sienten en Madrid: el Ejecutivo conservador no tiene tiempo
para las quejas del insensible dominio alemán de la eurozona ni para
los problemas sociales que las políticas de austeridad han desatado.
El Partido Popular del presidente Mariano Rajoy próximo a la Iglesia, también disfruta de estrechos lazos ideológicos y
personales con la coalición democristiana de la canciller Angela
Merkel.
El ministro francés de Finanzas, Wolfgang Schäuble, ha
acordado garantizar conjuntamente con España un nuevo fondo para atraer
5.000 millones de dólares de inversión a las pequeñas empresas escasas
de capital.
Pese a casi un año y medio de austeridad inflexible, el
partido en el poder sigue siendo más popular que ningún otro en España,
si unos índices de aprobación del 28-29 por ciento pueden considerarse
buenos. Ese resultado refleja en parte la fracturación de la izquierda,
ya que el Partido Socialista ha cedido apoyos a Izquierda Unida, los
ecologistas y los republicanos.
Pero dos nubes se ciernen sobre el horizonte para la clase gobernante.
El desempleo récord daña lo conseguido por el Gobierno.
El colapso de la burbuja inmobiliaria y los recortes al sector público
están detrás de las alarmantes cifras de desempleo, que suponen un 27
por ciento de la población activa.
Los ministros consultados argumentan que las cifras no
representan una amenaza social, como podría parecer, y señalan que en el
primer trimestre de este año, la cifra total de empleados fue similar a
la de 2001.
Lo que ha cambiado ha sido la población. España
experimentó una masiva llegada de inmigrantes, principalmente
trabajadores no cualificados que buscaban trabajo en la construcción, lo
que incrementó la población en casi siete millones de personas en sólo
nueve años.
Cuando el boom inmobiliario acabó, unos ocho millones
de puestos de trabajo desaparecieron con él. Pero muchos inmigrantes y
algunos españoles se marchan ahora del país y España ha perdido un 1 por
ciento de su población el año pasado.
"La población española perderá probablemente unos dos
millones de personas en los próximos cuatro o cinco años", dijo
Fernández. "De los seis millones de desempleados, dos millones son
probablemente extranjeros y probablemente se irán", añadió.
Los españoles se han adaptado. Un alto cargo cuenta
cómo su cuñado arquitecto ha encontrado nuevas oportunidades en Qatar.
"Ha crecido profesionalmente más en los últimos seis años de lo que lo
hizo en toda su carrera anterior", dijo el alto cargo.
En el otro lado, un ejecutivo cuenta que las
limpiadoras del local de su compañía accedieron a rebajarse un 25 por
ciento del sueldo para conservar el empleo, algo inimaginable en las
operaciones austriacas o alemanas de la firma.
Pero incluso aunque se acepte el argumento
gubernamental de que las cifras de desempleo no son tan terribles como
parecen y que los tradicionales lazos familiares no se romperán bajo la
presión de una generación de jóvenes desempleados, hay un segundo
problema.
España sigue estando fuertemente endeudada. Puede tener
un superávit de cuenta corriente y de capital por primera vez desde
1998, pero el país siguió con un déficit de casi el 7 por ciento del PIB
el año pasado y Rajoy decidió reducir los recortes presupuestarios
previstos para este año en 7.200 millones de euros, a 18.900 millones,
para aliviar la situación.
De cara a pagar sus deudas y reducir los préstamos a un
nivel más manejable, además de para crear empleo, España necesita
desesperadamente el crecimiento. En su lugar, está enlodada en la
recesión, con una economía que lleva encogiéndose siete trimestres
consecutivos.
Tanto ministros como directivos de empresas sólo tienen
una respuesta: las exportaciones. Con la reducción del gasto público,
las firmas privadas demasiado ocupadas devolviendo deudas como para
invertir y los consumidores limitando sus compras para compensar los
sueldos más bajos, la única forma de que la economía se recupere es
vendiendo en el extranjero.
Las autoridades promulgan la mejora de la
competitividad. Desde los niveles álgidos de principios de 2009, según
las cifras gubernamentales, los costes laborales han caído abruptamente
mientras que los de Francia, Italia y Alemania han ido en aumento.
Los precios están subiendo en España más lentamente que en otros países de la zona euro, lo que ayuda aún más.
Los fabricantes de automóviles - tradicionalmente entre
los que más rápidamente reaccionan a los cambios en los costes
laborales - lo han hecho. Seis de los once fabricantes extranjeros que
tienen plantas en España tienen previstas nuevas inversiones, entre
ellos Renault y Volkswagen.
Las exportaciones han crecido desde el 23 por ciento
del PIB en 2009 al 33 por ciento este año. A mercancías tradicionalmente
exportables, como fruta y verdura y coches, se le han sumado químicos,
equipos de exportación y tecnología.
"Cuando tomo el avión hacia Chile veo el avión lleno de
empresarios españoles que van a vender sus productos, que ni siquiera
sabíamos que existían, a mercados en los que nunca habíamos pensado",
dijo un ejecutivo español.
Pero las exportaciones españolas siguen fuertemente
dependientes de una eurozona débil. Y si la economía mundial flaquea,
podrían reducirse los nuevos mercados que tanto ha costado ganar en
Latinoamérica y Asia.
Eso hace cruciales los cambios estructurales y algunos críticos detectan la fatiga de las reformas.
Argumentan que con las elecciones en 2015, Rajoy no
malgastará capital político dejando a miles de funcionarios más sin
empleo y reduciendo los beneficios al desempleo y el salario mínimo.
Los ministros restan importancia a tales
preocupaciones. Prometen llevar adelante la modernización del engorroso
sector público, aunque no está claro si tienen voluntad política.
Otros temas pendientes son más cambios en la
legislación laboral y en las regulaciones para ayudar a los
emprendedores y reformas para ajustar las pensiones de cara a compensar
una mayor esperanza de vida.
El crédito es también un problema. Las grandes
multinacionales pueden esquivar la falta de crédito emitiendo bonos con
la garantía de sus operaciones en el extranjero, pero las firmas más
pequeñas se enfrentan con una escasez casi total de financiación y unos
tipos de interés punitivos.
Los mercados están dando ahora a Madrid el beneficio de
la duda. Los bonos a diez años están encontrando muchos compradores a
un interés de aproximadamente el 4,4 por ciento, bastante por debajo del
7,5 por ciento de hace un año que llevó al pánico y a los rumores de un
rescate.
Pero a fin de cuentas, el futuro de Madrid dependerá
probablemente de sus exportaciones en una economía europea y mundial aún
incierta.