BUENOS AIRES.- El Gobierno argentino decidió inesperadamente el
viernes flexibilizar su estricto control de cambios después que la
moneda local sufriera en la víspera su peor desplome en doce años, en
un momento en que se acentúa la sangría de reservas internacionales en
su Banco Central.
La administración de la presidenta peronista Cristina Fernández dijo
que tomó la medida porque el peso cayó a niveles que considera de
"equilibrio", pero políticos opositores y economistas opinaron que el
cambio de estrategia muestra una desorientación del equipo económico
ante la crisis cambiaria.
El jefe de Gabinete de Ministros, Jorge Capitanich, anunció que
desde el lunes se levantará la prohibición para la compra de divisas
para ahorro y que se reducirá del 35 por ciento al 20 por ciento el
impuesto que los argentinos deben pagar para adquirir moneda extranjera.
"Esta decisión obedece a que en el marco de la política cambiaria de
flotación administrada el tipo de cambio el Gobierno considera que el
precio de la divisa, es decir del dólar, ha alcanzado un nivel de
convergencia aceptable para los objetivos de la política económica",
dijo a periodistas.
De todas maneras, los argentinos deberán seguir pidiendo
autorización a la agencia impositiva antes de adquirir divisas, lo que
puede ser utilizado por el Gobierno como un filtro para intentar frenar
la demanda y evitar una compra masiva de dólares.
El peso reaccionó con una nueva caída al anuncio. A las 11:05 hora
local (14:05 GMT) perdía un 1,23 por ciento a 8,10 unidades por dólar,
acumulando una pérdida del 19,5 por ciento desde inicios del año.
La devaluación del peso sorprendió al mercado, después de que el
Banco Central interviniera a diario durante años para evitar bruscas
oscilaciones de la moneda argentina por temor a acelerar la ya elevada
inflación.
"De acuerdo a como está el mercado hoy es imposible que el Gobierno o
el Banco Central libere el cepo cambiario porque hoy la demanda de
dólares supera ampliamente a la oferta y las reservas están en caída",
dijo el ex presidente del Banco Central, Aldo Pignanelli.
Los dólares son escasos en Argentina por la debilidad de sus
exportaciones, un pobre nivel de inversión externa ante la desconfianza
en su economía y por la falta de acceso a los mercados de crédito
internacional desde su enorme suspensión de pagos de 2002.
El Gobierno de la presidenta Cristina Fernández impuso a finales de
2011 el férreo control de cambios para frenar la fuga de capitales, una
medida que incluyó la prohibición de la compra de dólares para
atesoramiento.
Pero las restricciones no evitaron que las reservas del Banco
Central se desplomaran más de un 30 por ciento desde inicios de 2013 y
generaran incertidumbres, que terminaron debilitando a la economía.
El jueves, la entidad perdió 180 millones de dólares de sus reservas
para caer a 29.263 millones, su menor nivel desde inicios de noviembre
de 2006. El nivel de divisas en el Banco Central es crítico para el
Gobierno, que las utiliza para honrar sus deudas en moneda extranjera.
Las medidas de control de cambios habían disparado también una
fuerte caída del peso en el mercado negro, poniendo presión sobre los
precios en un país con una de las mayores inflaciones del mundo, que
llegó al 25 por ciento el año pasado según cálculos privados.
"Hay un gran marco de improvisación (en el Gobierno). Creerá el
Gobierno que el tipo de cambio con el que se cerró ayer es de
equilibrio", dijo el economista Carlos Melconian.
El jueves, el peso argentino registró su mayor caída frente al dólar
en casi doce años, al perder un 11 por ciento debido a las dudas sobre la
economía y la falta de divisas.
La moneda local cerró a un promedio de 8,0 pesos por dólar en el
mercado interbancario tras llegar a derrumbarse un 14,2 por ciento a
8,30 pesos. En el mercado negro, el peso cayó un 7,2 por ciento a 13,10
unidades por dólar, acumulando un retroceso del 23,4 por ciento en el
año.
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