BUENOS AIRES.- La acelerada sangría de las reservas del Banco Central Argentino ha hecho reavivar la disputa entre el Gobierno y el poderoso sector agropecuario, ésta vez por el "botín" de los dólares provenientes de la cosecha de granos.
El tórrido enero en el país suramericano cerró con un mercado
cambiario al rojo vivo: una devaluación del peso argentino cercana al 23
% en un mes.
La tensión cambiaria tuvo su correlato en una fuerte salida de
reservas monetarias, por unos 2.500 millones de dólares en el primer mes
del año.
Todo hace prever que la sangría continuará si el Banco Central se
empeña en mantener estable el nuevo tipo de cambio, en torno a los ocho
pesos por dólar, a fuerza de intervenciones cotidianas en la plaza
cambiaria.
Así, según economistas, el ritmo de salida de reservas podría ser en
el corto plazo de mil millones de dólares mensuales, lo que dejaría a
las arcas del Banco Central, actualmente con unos 28.000 millones de
dólares, muy cerca del peligroso límite de los 25.000 millones de
dólares, donde Argentina se vería sin suficiente poder de fuego para
actuar ante las crisis.
La apuesta del Gobierno es la entrada de divisas a través de la
liquidación de exportaciones de la cosecha de granos, tradicional fuente
de riqueza del país suramericano.
Normalmente el grueso de la cosecha se liquida entre abril y mayo,
pero el Gobierno cree que los grandes exportadores de granos ya están en
condiciones de comenzar a liquidar sus ventas y que no lo hacen a la
espera de un mejor precio, descontando que el dólar volverá a pegar un
salto.
El jefe de Gabinete de ministros de Argentina, Jorge Capitanich,
acusó el pasado viernes al sector de "amarrocar" la cosecha a través de"
conductas que tienen que ver con la avaricia u otro tipo de carácter
especulativo".
En el Gobierno, que ha convocado a los grandes exportadores de granos
para los próximos días, creen que hay al menos ocho millones de toneladas
de soja sin exportar, lo que equivaldría a unos 4.000 millones de
dólares, una cantidad suficiente para dar aire a la economía por unos
meses.
Las cuatro mayores entidades del sector agropecuario aseguraron, sin
embargo, en un documento conjunto que "a esta altura del año, los
productores ingresaron la misma cantidad de dólares por la venta de soja
que el año pasado: más de 13.700 millones de dólares", cifra similar al
total de reservas perdidas en 2013 por el Banco Central.
Consultores privados indican que la liquidación de la cosecha depende del frente cambiario.
"Si el Gobierno no logra calmar las expectativas de devaluación, los
productores retendrán una mayor proporción del stock a la espera de un
tipo de cambio más favorable", dijo la consultora privada Ecolatina en
un informe.
Según el Gobierno, quienes están en capacidad de no vender por ahora
su cosecha no son los pequeños y medianos agricultores, sino las grandes
firmas del sector, los acopiadores y las exportadoras.
"Los que no liquidan divisas es porque tienen un proceso de ahorro en
un bien ajustable de carácter internacional. Hay que diferenciar a un
pequeño y mediano productor de un gran productor. Los que no liquidan
son los que tienen una mayor capacidad para almacenar y tienen capacidad
de ahorro", apuntó Capitanich.
Dirigentes del sector no hicieron esperar su respuesta. Todos
reivindican su derecho a "ahorrar en soja" para cubrirse de la alta
inflación y aseguran que el nuevo tipo de cambio no les vuelve más
competitivos y que el campo no pedía una devaluación sino la eliminación
de los impuestos a las exportaciones de granos.
Precisamente, estos impuestos fueron eje de una feroz disputa entre
el campo y el Gobierno de Cristina Fernández en 2008, una pelea que
incluyó numerosas huelgas patronales de no comercialización de granos y
carnes, con severas pérdidas económicas para el país.
Ahora la controversia, jamás zanjada, se recalienta y en el
oficialismo ya suenan en voz baja ideas como la creación de una agencia
nacional de comercialización de cooperativas de productores agrarios o
de una empresa estatal que compita con las grandes exportadoras de
granos, lo que, de concretarse, aventa un nuevo pulso entre el campo y
el Gobierno.
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