LISBOA.- El primer ministro portugués, el conservador Pedro
Passos Coelho, apeló hoy al consenso con los partidos de la oposición
para mejorar la percepción del país en el exterior a pocos meses del fin
del programa del rescate.
En un acto institucional en Castelo Branco, en el centro del país, el
jefe del Ejecutivo defendió un "entendimiento conjunto" con los
partidos de izquierdas a pesar de los "muchos" desacuerdos que les
separan.
"Estoy convencido de que la percepción exterior que podría existir
sobre Portugal sería mucho mejor", insistió el también líder del Partido
Social Demócrata (PSD, centro-derecha).
Passos Coelho consideró que ese acercamiento ayudaría "muchísimo" al
país a la hora de garantizar su credibilidad exterior al mismo tiempo
que mejoraría la opinión de los portugueses sobre el sistema político.
Con el Partido Socialista (PS) a la cabeza en las encuestas y la
proximidad de las elecciones europeas, la batalla en el Parlamento luso
ha subido de tono en las últimas semanas con crudas acusaciones de los
grupos de izquierdas contra las medidas de austeridad del Gobierno luso.
El secretario general de los socialistas, António José Seguro, acusó
esta semana a Passos Coelho de crear "fábulas" sobre un milagro
económico en Portugal a tenor de los últimos indicadores positivos.
Por su parte, el líder del Partido Comunista de Portugal (PCP),
Jerónimo de Sousa, acusó este sábado al Gobierno de practicar una
política de "rapiña" a favor de los grupos financieros y económicos del
país.
Entre acusaciones, el Gobierno luso encara la recta final del
programa del rescate concedido en 2011 por la UE y el Fondo Monetario
Internacional (FMI) con la vista puesta en la búsqueda de apoyos
exteriores y de ganarse la confianza de los mercados.
El Ejecutivo prepara su estrategia para volver a financiarse de
manera autónoma a partir de junio, cuando tiene previsto agotar los
fondos del préstamo internacional de 78.000 millones de euros.
Además de convencer a los inversores de su solvencia, el equipo de
Passos Coelho sopesa la disponibilidad de los socios europeos para
conceder un programa cautelar que actúe como una red de seguridad a la
hora de recurrir a la venta de su deuda en los mercados.
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