lunes, 21 de abril de 2014

En Portugal los 40 años de democracia y progreso están empañados por la crisis

LISBOA.- En 40 años de democracia, Portugal ha pasado de ser un país aislado económicamente a convertirse en un Estado integrado en la UE pero azotado por la crisis.

El 25 de abril de 1974, cuando se inició el proceso de transición democrática tras casi 50 años de dictadura, una cuarta parte de la población portuguesa era analfabeta y el país tenía una de las mayores tasas de mortalidad infantil de Occidente (60 óbitos por cada 1.000).
Tanto la sanidad como la educación públicas fueron los grandes logros tras el 25 de abril: la tasa de mortalidad de bebés de menos de 1 año es ahora de 3,4 cada 1.000 y la de analfabetismo ronda el 5 %, según los últimos datos.
Sin embargo, el último lustro de recortes ha ensombrecido los avances sanitarios y educativos por los aumentos del copago en las consultas o las urgencias -se duplicó en ambos casos-, por la subida en las matrículas universitarias o la disminución de becas.
En paralelo al desempleo, que rozó el pasado año el 18 %, el riesgo de pobreza se ha situado en el 18,7 % de la población: unos dos millones de portugueses viven con 4.904 euros anuales, es decir, poco más de 400 euros al mes.
También el sistema de pensiones, otro de los triunfos tras el 25 de abril, ha estado cuestionado por los sucesivos recortes aplicados por el Gobierno para reducir el gasto público y cumplir con las metas exigidas por la llamada troika.
A todo esto se añade el galopante proceso de envejecimiento en Portugal, donde se prevé que en las próximas décadas haya 307 ancianos por cada 100 jóvenes, una proporción que ejercerá presión sobre los sistemas de salud y de la seguridad social.
Haber creado una moneda común en países con una competitividad externa diferente, la inexistencia de una supervisión cuidada de las políticas macroeconómicas y las posteriores prisas en corregir desequilibrios presupuestarios condujeron al país a la depresión en la que se sumió desde 2011.
Una de las consecuencias más nocivas en el presente es el alto desempleo, pero también la emigración.
Según cálculos del Gobierno luso, tanto en 2013 como en 2012 abandonaron el país entre 100.000 y 120.000 portugueses (en torno al 0,1 % de una población total de 10,5 millones).
Muchos fueron universitarios de instituciones públicas, altamente formados, de los que el país no se aprovecha pese a que el Estado luso gasta en cada alumno unos 8.000 euros anuales, según la OCDE.
Aunque la recesión haya ensombrecido algunos progresos, muchos reivindican lo logrado durante los 40 años de democracia.
Y los logros no solo se reflejan en indicadores como la salud, la educación, las infraestructuras o las telecomunicaciones.

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