WASHINGTON.- Las prácticas agropecuarias que cuidan del ecosistema y
la diversidad biológica son rentables y beneficiosas para el agua, la
calidad de los suelos y la estabilización del clima, según un artículo
que publica hoy la revista "BioScience".
Las conclusiones del estudio, que se sustenta en una investigación de
un cuarto de siglo en la Estación Biológica Kellog del sudoeste de
Michigan, ofrecen una alternativa a la agroindustria que prevalece en
EEUU y buena parte del mundo con abundancia de pesticidas, fertilizantes
químicos y maquinarias.
"Cuando cambian sus prácticas de manejo de cultivos en formas
económica y ambientalmente estables, las granjas de EEUU pueden
contribuir a mejorar la calidad del agua, la diversidad biológica, la
supresión de plagas y la fertilidad del suelo", sostiene el artículo.
El estudio, dirigido por G. Philip Robertson, indica que los
agricultores del Medio Oeste, especialmente los que poseen grandes
granjas, parecen dispuestos a modificar sus prácticas agropecuarias si
se les paga.
Según el artículo, una encuesta publicada anteriormente mostró que
los ciudadanos están dispuestos a pagar por los beneficios ambientales,
como lagos más limpios.
La expansión de la agroindustria parece inexorable porque sus métodos
de producción a gran escala lucen como la única respuesta al
crecimiento de la población humana y la demanda de alimentos, pero el
estudio da cuenta de los rendimientos de cultivos y beneficios
ambientales de métodos alternativos.
Los beneficios, señalan los autores, se obtuvieron por el cultivo de
maíz, soja y trigo de invierno con métodos que usan un tercio del
volumen habitual de fertilizantes, o no usan fertilizantes, con
"cultivos de cubierta" que fertilizan los campos durante el invierno.
La investigación también examinó las técnicas de siembra directa, sin
labranza (o sobre rastrojo) que usa menos compuestos químicos y resultó
en reducciones de más del 50 por ciento en el volumen de nitrógeno
drenado a los acuíferos subterráneos y los ríos.
La contaminación con nitrógeno es un problema grave en las vías
acuáticas tierra adentro y las regiones costeras, donde contribuye a la
formación de "zonas muertas" como la que cada año ocurre en el golfo de
México por la afluencia del río Missisipi.
Los métodos de cultivo sin labranza y uso reducido de compuestos
químicos, añade el estudio, también mitigaron la emanación de los gases
que causan en la atmósfera el "efecto invernadero", al cual contribuyen
las técnicas estándar de la agricultura industrial.
Robertson y sus colegas sostienen que en las próximas décadas el
crecimiento de la población y el aumento de los ingresos -que se
reflejará en un incremento de la demanda de alimentos- llevarán a una
explotación agrícola más intensa.
Pero los métodos de la agricultura industrial, que contribuyen al
cambio climático, también la hacen más vulnerable por el monocultivo y
la pérdida de diversidad biológica, condiciones que favorecen el efecto
devastador de las plagas.
"Ahora es el momento de orientar esa intensificación hacia una senda
que realce los beneficios para el ecosistema", señalan los
investigadores.
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