El último informe de la OCDE sobre
Alemania ha servido para evidenciar las carencias del país líder de la
Unión Europea, cuya ciudadanía parece adormecida y cuyas fuerzas
políticas sestean en una coalición que algún progresista audaz podría
calificar de indecente.
En efecto, el informe señala que las
reformas de la última década han permitido al país situar su tasa de
paro entre las más bajas de la OCDE; sin embargo, el rápido incremento
de empleados con bajos salarios y el gran número de trabajadores
temporales representan un problema: "la fuerte caída del desempleo no ha
reducido la desigualdad o el riesgo de pobreza", observa la
organización, que recomienda a Berlín tomar medidas para reducir la
brecha entre los trabajadores fijos, que generalmente ganan más y están
más protegidos en caso de despido, de los temporales, con menor
protección y menor salario.
En concreto, pide la implantación de un
salario mínimo „designio en marcha, a instancias del SPD„ y una
equiparación de la protección a los trabajadores temporales y
permanentes.
Los ocho millones de minijobs, mal pagados y sin
expectativas, distorsiona el modelo alemán y frena las demandas
legítimas de los demás asalariados. Y esta situación átona del mercado
laboral frena el consumo interno y en cambio estimula la competitividad,
con lo que Alemania hace competencia desleal a los demás países
exportadores europeos. Conflictivo socio, Alemania, para los países del
sur.
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