LISBOA.- De mover los hilos entre bastidores para influir en los ámbitos de
decisión del país a convertirse en un "pimpampum" que no deja de recibir
golpes. Esta es la historia de los Espírito Santo, una poderosa y rica
familia portuguesa que ve ahora cómo su emporio empieza a desmoronarse.
Desde
que saltaran todas las alarmas hasta la detención esta semana de uno de
sus "jefes", Ricardo Salgado, apenas pasaron dos meses, un período en
el que el enorme grupo empresarial controlado por la familia amenaza con
derrumbarse cual castillo de naipes.
La estructura del Grupo
Espírito Santo es propicia para ello, con sociedades financieras y
empresas entre las que se entremezclan las participaciones y cuyos
nombres fomentan la confusión hasta convertirlo en poco menos que un
galimatías.
La primera señal de lo que estaba por venir se produjo
el pasado 21 de mayo, sólo cuatro días después de que Portugal dijese
adiós a la "troika" después de tres años bajo la asistencia financiera
internacional.
Una auditoría independiente realizada a petición
del banco central luso detectó "irregularidades contables" en el
Espírito Santo International, una de las sociedades financieras del
grupo y situada en lo más alto de su estructura.
El Banco Espírito
Santo (BES), la estrella del emporio familiar, completó con éxito una
ampliación de capital de mil millones de euros poco después, pero el 20
de junio Salgado, su presidente durante los últimos 22 años, anunciaba
su salida por sorpresa.
Lo que en aquel momento se relacionaba con
una guerra interna entre las diferentes facciones familiares de los
Espírito Santo por el control de la entidad, pasó poco después a ser la
prueba definitiva de que el clan iba a ser alejado de la gestión del BES
por primera vez en su historia a instancias del Banco de Portugal y de
las principales autoridades lusas.
A partir del anuncio de
Salgado, el grupo entró en barrena. Las agencias de calificación
rebajaron las notas de varias de sus filiales, las tres sociedades
financieras incluidas en ese conglomerado empresarial pidieron el
concurso de acreedores y las acciones de sus compañías cotizadas
sufrieron una debacle en Bolsa.
El escándalo alcanzó su punto
álgido este jueves, cuando Salgado -el miembro más visible y mediático
de la familia desde hace décadas- era detenido por la policía y sentado
en el banquillo acusado de un delito de fraude fiscal y de blanqueo de
capitales.
El expresidente del BES quedó en libertad bajo fianza de tres millones de euros tras declarar cerca de ocho horas ante el juez.
Otrora
poco menos que intocable, la familia Espírito Santo es ahora objetivo
de duras críticas procedentes de la política, la economía y la sociedad
lusa, y no son pocas las voces que cuestionan el papel de la Justicia en
este caso por intervenir sólo cuando Salgado ya había dejado su cargo.
Con
varios multimillonarios en sus filas, el clan era conocido por tener
siempre una buena relación con el poder. De hecho, muy comentada fue la
amistad de Salgado con el anterior primer ministro, el socialista José
Sócrates, y en todos los gobiernos democráticos logró colocar a personas
de su entorno.
Además de influyente, la familia también es
protagonista frecuente de la crónica rosa del país como parte de la
"alta sociedad", con varias propiedades entre Cascais y Estoril.
Los
orígenes de ese esplendor se remontan a 1869, con la apertura de una
casa de cambios en Lisboa por parte del bisabuelo de Salgado, José María
Espírito Silva.
La empresa familiar creció exponencialmente
durante el siglo XX -algunos historiadores lusos lo atribuyen en parte a
su cercanía con el dictador António Salazar y recuerdan sus conexiones
con monarquías extranjeras-, aunque pasó por dificultades tras la
Revolución de los Claveles y llegó a ser nacionalizada.
El propio
BES es conocido como "el banco de todos los regímenes" en Portugal por
haber sobrevivido a la monarquía, la dictadura y una revolución, y todo
el Grupo Espírito Santo es considerado como una de las patas sobre las
que se sostiene el Estado luso.
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