CANBERRA.- Los dirigentes de los países del G20 se reúnen este fin de semana en Australia para examinar la forma de incentivar el apático crecimiento de la economía mundial con un trasfondo de tensiones geopolíticas.
Australia, que preside actualmente esta organización, que representa
el 85% de la economía del planeta, ha tratado de centrar la agenda en
los problemas económicos, pero los conflictos de Ucrania y Siria, la
imparable marcha del grupo Estado Islámico y el impacto del virus del
ébola podrían acaparar la atención de los mandatarios el sábado y
domingo en Brisbane, en la costa oriental australiana.
"Es una cumbre económica, por lo que se centrará en lo que se puede
hacer para crear empleo, identificar la evasión de impuestos y mejorar
la economía mundial", declaró el primer ministro australiano, Tony
Abbott, unos días antes de este encuentro, en el que participarán, entre
otros, los presidentes de Estados Unidos, Barack Obama, y Rusia, Vladimir Putin.
Australia ha colocado en lo alto de la agenda durante su presidencia
la adopción de medidas que permitan aumentar el valor del Producto
Interior Bruto (PIB) del G-20 en un 2% adicional para 2019, lo que
significa dopar el PIB mundial con más de dos billones de dólares
adicionales.
Pero muchos expertos no están convencidos de que se pueda lograr este
resultado, dado el decepcionante crecimiento en Europa y en Japón y la
desaceleración de economías emergentes como China o Brasil.
En reuniones previas celebradas este año, las naciones del G-20
aseguraron haber adoptado 900 medidas (acelerar las inversiones en
infraestructuras, llevar a cabo reformas financieras, fomentar los
acuerdos de libre comercio, etc.) para lograr este objetivo, pero no se
ha hecho público el contenido de las mismas.
En un artículo de opinión publicado el martes en la revista
Australian Financial Review, Abbott subraya que los jefes de Estado y de
Gobierno de los países del G-20, deben demostrar la utilidad de este
foro con resultados concretos. "La economía mundial sigue débil. Faltan
fondos disponibles para las infraestructuras, un déficit de empleo en el
mundo y un crecimiento comercial decepcionante. La capacidad del G-20
para demostrar que puede hacer frente a estos desafíos es crucial para
la pertinencia del futuro de este foro", escribe Abbott.
La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE),
que reúne a 34 países industrializados, instó la semana pasada a las
grandes economías a que adopten nuevas medidas para sostener el
crecimiento y advierte del riesgo creciente de un periodo prolongado de
estancamiento en la zona euro, que socavaría todavía más las
perspectivas económicas mundiales, ya de por sí poco halagüeñas.
La agencia Moody's predijo el lunes en su informe trimestral que la
economía mundial no crecerá de manera significativa hasta 2016, debido a
la desaceleración de la economía china y los obstáculos estructurales
en la zona euro.
Uno de los problemas del G-20, dice el analista Nicholas Reece, es que
reúne a países que se sitúan en diferentes niveles de desarrollo. "Hay
demasiados intereses divergentes, lo que hace más difícil la conclusión
de acuerdos sobre verdaderas reformas".
"El crecimiento solo se podrá
estimular si se llevan a cabo reformas", dice Reece, que recuerda que
los "resultados prácticos" logrados por los países del G-20 casi nunca
corresponden a las intenciones manifestadas.
En Brisbane, el G-20 también va a examinar las reformas del sistema
financiero mundial, para luchar, en particular contra la optimización
fiscal, una práctica que ha vuelto a ser noticia por las revelaciones,
la semana pasada, de un sistema de evasión fiscal masivo en Luxemburgo
para beneficiar a las multinacionales.
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