CIUDAD DEL VATICANO.- El papa Francisco instó esta semana a la comunidad internacional procurar la
justicia social y condenó al capitalismo desmedido durante su
intervención en la II Conferencia Internacional sobre Nutrición, en
esta capital.
El Sumo Pontífice denunció la especulación financiera sobre los
alimentos básicos y la codicia de ganancias, al afirmar que socavaban la
lucha global contra la pobreza y el hambre, precisó Radio Vaticano.
Solicitó, además, a los países más desarrollados a compartir su riqueza y denunció el derroche, el consumo excesivo y la distribución desigual de los recursos.
Los pueblos exigen que se ponga en práctica la justicia, no sólo la justicia legal, sino la contributiva, la distributiva, subrayó el Santo Padre.
Añadió que la garantía de la comida es un derecho inalienable de la humanidad, no un bien sujeto a racionamientos ni al control excesivo.
Y mientras se habla de nuevos derechos, de democratización, el hambriento está ahí, en la esquina de la calle y pide carta de ciudadanía, ser considerado en su condición, recibir una alimentación de base sana. Nos pide dignidad, no limosna, puntualizó Francisco.
El obispo de Roma recordó que 22 años después de la primera cumbre contra el hambre celebrada en 1992, la paradoja de la abundancia sigue vigente, con comida para todos, pero sin que todos puedan comer.
Continúa ante nuestros ojos, ahora más que nunca, el derroche, el descarte, el consumo desmedido y el uso de alimentos para otros fines, recalcó el Papa.
Reiterar también que sin solidaridad y con el actual sistema económico mundial, donde prevalece la ganancia, es difícil luchar para acabar con el hambre y la desnutrición.
Para el líder de la Iglesia católica es deber de cada Estado estar atento al bienestar de su población y apuntó la necesidad de no aceptar ninguna forma de presión política o económica que se sirva de la disponibilidad de los bienes prioritarios del ser humano.
Según estima la Organización de Naciones Unidas (ONU), al menos 805 millones de personas no pueden comer, mientras cerca de 500 millones de personas padecen obesidad, entre ellos 45 millones de niños.
Solicitó, además, a los países más desarrollados a compartir su riqueza y denunció el derroche, el consumo excesivo y la distribución desigual de los recursos.
Los pueblos exigen que se ponga en práctica la justicia, no sólo la justicia legal, sino la contributiva, la distributiva, subrayó el Santo Padre.
Añadió que la garantía de la comida es un derecho inalienable de la humanidad, no un bien sujeto a racionamientos ni al control excesivo.
Y mientras se habla de nuevos derechos, de democratización, el hambriento está ahí, en la esquina de la calle y pide carta de ciudadanía, ser considerado en su condición, recibir una alimentación de base sana. Nos pide dignidad, no limosna, puntualizó Francisco.
El obispo de Roma recordó que 22 años después de la primera cumbre contra el hambre celebrada en 1992, la paradoja de la abundancia sigue vigente, con comida para todos, pero sin que todos puedan comer.
Continúa ante nuestros ojos, ahora más que nunca, el derroche, el descarte, el consumo desmedido y el uso de alimentos para otros fines, recalcó el Papa.
Reiterar también que sin solidaridad y con el actual sistema económico mundial, donde prevalece la ganancia, es difícil luchar para acabar con el hambre y la desnutrición.
Para el líder de la Iglesia católica es deber de cada Estado estar atento al bienestar de su población y apuntó la necesidad de no aceptar ninguna forma de presión política o económica que se sirva de la disponibilidad de los bienes prioritarios del ser humano.
Según estima la Organización de Naciones Unidas (ONU), al menos 805 millones de personas no pueden comer, mientras cerca de 500 millones de personas padecen obesidad, entre ellos 45 millones de niños.
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