YUBA.- Sudán del Sur es
rico en petróleo, pero los ciudadanos de varias de sus regiones apenas
se benefician de tal recurso y actualmente sufren una parálisis casi
total de sus vidas ante la acuciante falta de gasolina y diésel en el
mercado local.
La ausencia de combustible se está notando especialmente en la
capital del país, Yuba, donde los sursudaneses hacen todo lo posible por
obtener este recurso tan necesario para sus actividades diarias.
Esta situación se ha agravado, además, por la carencia de
electricidad, de manera que los habitantes de la ciudad ya no pueden
siquiera hacer funcionar los generadores de energía ni los vehículos de
transporte.
Incluso en algunos barrios la gente ha empezado a sufrir escasez de
agua porque los camiones cisterna que la transportan no tienen forma de
moverse.
En las calles de Yuba, se ha vuelto frecuente ver a las personas
andando en masa para desplazarse hacia sus puestos de trabajo: no les
queda otro remedio, pues sus coches particulares están sin combustible y
permanecen aparcados cerca de sus viviendas.
Pocos se pueden permitir el lujo de comprar gasolina, cuyo precio ha
subido en el mercado negro hasta los 70 libras (unos 20 dólares) frente a
su valor original de 7 libras (2 dólares).
Ese aumento ha causado también un incremento de las tarifas y de los billetes del transporte.
Así, por ejemplo, los pasajeros que quieran desplazarse de la capital
a la ciudad meridional de Nimule, en la frontera con Uganda, deben
pagar 100 libras (unos 30 dólares) por el viaje, lo que supone un 25 por
ciento más que antes.
Peter John, un conductor de autobús que cubre esa ruta, señala
que se ha visto obligado a comprar la gasolina en el mercado negro ante
una crisis que -dice- aparece "de vez en cuando" y cuyos motivos no
acaba de comprender.
Sudán del Sur, que logró su independencia de Jartum en julio de 2011,
tiene importantes pozos petrolíferos, si bien no dispone de las
infraestructuras necesarias para procesar el crudo, que exporta a través
de Sudán a los mercados internacionales.
Para el consumo interno de energía, este joven país africano compra
combustible, principalmente, de sus vecinos Kenia y Uganda mediante un
complejo sistema en el que se han empezado a cometer supuestos abusos
ante la falta de control del Gobierno, lo que repercute en el
abastecimiento.
La compañía estatal de petróleo Nile Pet proporciona divisas
extranjeras a los distribuidores para que las inviertan en importar
gasolina.
Sin embargo, estos últimos han sido acusados de revender los dólares
adquiridos a un precio mayor y destinarlos a sus propios intereses y no a
la compra de combustible, empeorando así la precaria situación
económica en la capital y demás ciudades.
El presidente de la Federación de los
Empresarios, Ayii Doung Ayii, critica esa medida porque -apunta- se
entregó dinero a los distribuidores extranjeros sin que se garantizara
el suministro de hidrocarburos.
"La iniciativa no fue buena. Me pregunto entonces por qué engañamos a
los ciudadanos diciéndoles que el combustible está de camino al país",
agrega Ayii.
La crisis ha afectado, sobre todo, a los estados del país que tienen
malas infraestructuras viales o dependen de los hidrocarburos
procedentes del puerto keniano de Mombasa.
El dueño de una gasolinera en la ciudad de Wau (oeste), Mohamed Daud,
asegura que cerrará su establecimiento porque no prevé la llegada
de combustible, más aún después de que quince camiones que lo
transportaban se quedaran bloqueados en la carretera a causa de la
lluvia.
Asimismo, la ciudad de Bor, capital del estado de Jonglei, el mayor
del país, vive una crisis energética continua desde hace un año, cuando
los almacenes de gasolina fueron destruidos en los combates registrados
en ese lugar entre el Ejército y los rebeldes.
La producción de petróleo también se ha visto mermada por el
conflicto armado, que estalló hace un año entre los leales y detractores
del presidente sursudanés, Salva Kiir, quien denunció un intento de
golpe de Estado por parte de su rival Riek Mashar.
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