La del 73 fue la crisis más grave por ser la primera vez que los países árabes usaban el petróleo como arma arrojadiza contra Occidente. Pero ya en 1956 había tenido su protagonismo: la intervención de Gran Bretaña y Francia contra Egipto
la motivó la nacionalización del canal de Suez, vía de paso
trascendental para los barcos cisterna procedentes del golfo Pérsico.
En
aquellos tiempos el petróleo era el motor fundamental de la economía de
Occidente. ¿Y ahora?, pues también. Y ello a pesar de todas las crisis y
guerras que ha provocado después, y de los numerosos llamamientos de
expertos a cambiar el modelo energético basado en combustibles fósiles
por otro menos dependiente de países imprevisibles y, ya puestos, más
benigno para el sistema respiratorio de la Tierra.
Esa dependencia
ponía de cuando en cuando contra las cuerdas a las economías
consumidoras y no productoras, como las europeas. Y justo cuando, en
países como España, nos habíamos acostumbrado a sufrir
los embates de las continuas subidas, lo que está ocurriendo ahora es
justo lo contrario. El precio del petróleo empezó a descender poco a
poco durante el verano y en pocos meses el barril de petróleo ha pasado
de superar los cien dólares a situarse, a principios de diciembre, en
menos de 70.
En
consecuencia, los consumidores netos se están beneficiando de un ahorro
inesperado en la factura energética que viene muy bien en momentos de
crisis como este. Pero en paralelo a este descenso han surgido dudas y
preguntas que conviene solventar y responder para que después no haya
sorpresas.
Lo primero es saber que este fuerte descenso se debe a
varios factores, según los expertos: la disminución de la demanda en
países emergentes, el aumento de la producción en Estados Unidos gracias
a la técnica del fracking y, entre medias, cuestiones estratégicas que
suelen acompañar a todo lo relacionado con el petróleo.
Una de
ellas, y aquí puede estar la primera perversión, es el nefasto efecto
que está produciendo en Rusia, cuya economía puede hundirse un 1,5 por
ciento en 2015 según la previsión del Bank of America. La caída,
agudizada aún más por el embargo decretado por Estados Unidos y la Unión
Europea por la crisis de Ucrania, puede afectar negativamente a la
popularidad de Putin. Este, para intentar paliarla, podría echar más
leña al fuego en el este de su antiguo satélite. El efecto carambola
puede terminar alimentando una guerra que tiene visos de continuar
durante mucho tiempo y profundizar aún más la enemistad de Rusia con
Occidente...
Otra de
las grandes incógnitas de la situación actual es por qué Venezuela e
Irán, siendo miembros fundadores de la Organización de Países
Exportadores de Petróleo (OPEC) están permitiendo que baje tanto el
precio de una materia prima vital para sus respectivas economías. Lo
cierto es que ambos, que están entre los más débiles de la organización,
presionan todo lo que pueden para que suba, pero se encuentran con la
firme oposición de Arabia Saudí, el mayor productor de la OPEC.
Dicen
algunos responsables iraníes que Arabia está forzando el precio del
crudo a la baja para mantener su posición en los mercados
internacionales, y que está preparada para mantener esta situación
durante un año o dos. ¿Por qué?. Por un lado con la intención de hundir
el negocio del fracking, que por las dificultades de extracción solo es
viable si el barril de petróleo cuesta más de 100 dólares.
Pero
por otro, sin duda, por su manifiesta enemistad con el Irán chií, que
flirtea cada día más con Occidente. Es un país grande, estable y el
mejor aliado posible en la zona para luchar contra el autodenominado
Estado Islámico. Lo curioso es que si el país de los ayatolás, que ya
sufre el embargo decretado para forzarle a renunciar a su programa
nuclear, suma el varapalo de la caída del precio de su principal
riqueza es posible que acabe llegando a un acuerdo con Occidente que a
Arabia quizá no le agradaría.
El otro gran perdedor, Venezuela, ya
ha empezado a dar señales de enorme nerviosismo. Que otra cosa es, si
no, la persecución a la opositora María Corina Machado. Con las
estanterías del país medio vacías por la crisis, el presidente Maduro no
puede permitirse un hundimiento mayor, pero por desgracia para él poco
puede hacer para evitarlo salvo, quizá, dejar de enviar petróleo a
precio de saldo a Cuba. La isla caribeña sería, así, uno de los países
afectados por este extraño juego de billar marcado por los precios del
petróleo.
(*) Periodista y profesor universitario
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