viernes, 26 de diciembre de 2014

Los "trenes bala" ya unen el conflictivo oeste chino con el resto del país

PEKÍN.- China inauguró hoy, en el 121º aniversario del nacimiento de Mao Zedong, un nuevo tramo de su extensa red de trenes de alta velocidad, el primero que une físicamente el oeste del país -escenario de tensiones con las minorías uigur y tibetana- con el resto del gigante asiático.

Según informó la agencia oficial Xinhua, la línea, de 1.776 kilómetros, une la ciudad de Lanzhou, capital de la provincia de Gansu, en el centro del país, con Xining (capital de la vecina Qinghai, una zona con un alto porcentaje de población tibetana) y con Urumqi, principal urbe de la región autónoma uigur de Xinjiang.
A mediados de noviembre ya se había inaugurado el tramo occidental de la línea, a su paso por Xinjiang, pero hoy comenzó a operar la parte oriental, en las provincias de Qinghai y Gansu, lo que enlaza el sector abierto el mes pasado con el resto de la red nacional de "trenes bala".
El trayecto entre Lanzhou y Urumqi, extremos de la nueva línea, se demoraba 23 horas con las líneas de ferrocarril convencionales, un tiempo que se reducirá ahora a 11 horas y 50 minutos, con trenes que circularán a velocidades máximas de 250 kilómetros por hora.
La nueva línea es la más alta de los "trenes bala" chinos, con tramos que circulan a más de 3.000 metros de altitud en una zona ya próxima a la meseta tibetana.
Consolida a la red de alta velocidad china como la mayor del mundo, con cerca de 15.000 kilómetros en operación (casi cinco veces más que España, la segunda mayor red del mundo) y otros tantos en construcción.
Las obras de la línea comenzaron en enero de 2010, y con ella se espera estimular el sector turístico de las zonas que atraviesa, pero también el comercio y el transporte de materias primas, especialmente en el sector minero, según la agencia Xinhua.
Xinjiang es escenario en los últimos años de enfrentamientos armados entre las autoridades del régimen comunista y grupos independentistas, que China vincula al yihadismo internacional, mientras comunidades uigures en el exilio culpan a Pekín de reprimir su religión y cultura.
En Qinghai, como en el vecino Tíbet y otras zonas del Himalaya y alrededores, las tensiones entre Pekín y las minorías locales se han traducido en frecuentes casos de inmolación de monjes y otros activistas, mientras ONG de derechos humanos en el exterior acusan a Pekín de intentar acabar con la cultura tibetana.
Más de 130 personas han intentado inmolarse en zonas de población tibetana, y alrededor de un centenar fallecieron, según cifras de organizaciones pro-Tíbet en el exilio.

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