PEKÍN.- China inauguró hoy,
en el 121º aniversario del nacimiento de Mao Zedong, un nuevo tramo de
su extensa red de trenes de alta velocidad, el primero que une
físicamente el oeste del país -escenario de tensiones con las minorías
uigur y tibetana- con el resto del gigante asiático.
Según informó la agencia oficial Xinhua, la línea, de 1.776
kilómetros, une la ciudad de Lanzhou, capital de la provincia de Gansu,
en el centro del país, con Xining (capital de la vecina Qinghai, una
zona con un alto porcentaje de población tibetana) y con Urumqi,
principal urbe de la región autónoma uigur de Xinjiang.
A mediados de noviembre ya se había inaugurado el tramo occidental de
la línea, a su paso por Xinjiang, pero hoy comenzó a operar la parte
oriental, en las provincias de Qinghai y Gansu, lo que enlaza el sector
abierto el mes pasado con el resto de la red nacional de "trenes bala".
El trayecto entre Lanzhou y Urumqi, extremos de la nueva línea, se
demoraba 23 horas con las líneas de ferrocarril convencionales, un
tiempo que se reducirá ahora a 11 horas y 50 minutos, con trenes que
circularán a velocidades máximas de 250 kilómetros por hora.
La nueva línea es la más alta de los "trenes bala" chinos, con tramos
que circulan a más de 3.000 metros de altitud en una zona ya próxima a
la meseta tibetana.
Consolida a la red de alta velocidad china como la mayor del mundo,
con cerca de 15.000 kilómetros en operación (casi cinco veces más que
España, la segunda mayor red del mundo) y otros tantos en construcción.
Las obras de la línea comenzaron en enero de 2010, y con ella se
espera estimular el sector turístico de las zonas que atraviesa, pero
también el comercio y el transporte de materias primas, especialmente en
el sector minero, según la agencia Xinhua.
Xinjiang es escenario en los últimos años de enfrentamientos armados
entre las autoridades del régimen comunista y grupos independentistas,
que China vincula al yihadismo internacional, mientras comunidades
uigures en el exilio culpan a Pekín de reprimir su religión y cultura.
En Qinghai, como en el vecino Tíbet y otras zonas del Himalaya y
alrededores, las tensiones entre Pekín y las minorías locales se han
traducido en frecuentes casos de inmolación de monjes y otros
activistas, mientras ONG de derechos humanos en el exterior acusan a
Pekín de intentar acabar con la cultura tibetana.
Más de 130 personas han intentado inmolarse en zonas de población
tibetana, y alrededor de un centenar fallecieron, según cifras de
organizaciones pro-Tíbet en el exilio.
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