BRUSELAS.- Hace unos días, el secretario general del Tesoro, Íñigo
Fernández de Mesa, ratificó que es real, que la recuperación
macroeconómica de España ha dejado de ser una percepción, que ha llegado
con claras intenciones de quedarse.
El bono español ha pasado de ganga
cimentada sobre una prima de riesgo desbocada y artificial a convertirse
en «un valor refugio a nivel internacional». «Nos financiamos al menor
coste de nuestra historia», se felicitó. El crédito parece repuntar, el
PIB aumenta más de lo previsto, la creación de empleo neto se asentará
en 2014... Pero la receta es la misma, prudencia. Ya saben: «Hemos
pasado lo peor, pero no podemos cantar victoria, todavía queda mucho por
hacer...».
España, quizá el alumno más aplicado a la hora de llevar a
la práctica la estricta dieta de adelgazamiento comunitaria -era su
particular peaje tras el rescate financiero de 41.300 millones-, ha
logrado maniobrar hasta llegar a la pista de despegue con un viento que,
además, sopla a favor. Solo queda crecer, por méritos propios, «gracias
al sufrimiento de todos los españoles»; pero sobre todo, porque más
bajo era difícil caer. «Hemos perdido siete puntos de PIB, de riqueza
nacional, en estos seis años de crisis que han sido una auténtica
tortura», reconocen fuentes gubernamentales solventes. El golpe ha sido
tan duro que España, en términos de contabilidad nacional del PIB a
precios de mercado, es 64.800 millones de euros más pobre que en 2008.
Un varapalo en toda regla que no tiene parangón en el conjunto de la
Eurozona y que solo es comparable al batacazo que se han pegado los
países rescatados: Grecia, que ahora está saliendo del coma, y Portugal,
cuyas constantes vitales parecen recuperarse. Entre los grandes, el
único que se ha resentido es Italia, que ha retrocedido; pero el nivel
de caída no es comparable: unos 15.000 millones de un Producto Interior
Bruto que es un 50% mayor que el español.
Europa ha vivido dos recesiones, las tasas negativas
trimestre a trimestre fueron una constante hasta otoño de 2013, pero aun
así, los grandes del euro han conseguido crecer en esta depresión.
Sobre todo Alemania, cuyos guarismos evidencian que la crisis no le ha
sentado nada mal. Su riqueza nacional anual ha crecido en 263.800
millones hasta adentrarse en el entorno de los 3 billones, un récord que
alcanzará en el próximo lustro. Su progresión ha sido constante y solo
se resintió en 2009, en el primer gran 'shock' provocado por la caída de
Lehman Brothers.
A partir de ahí, Berlín solo ha degustado el sabor del
crecimiento mientras los países del sur, sobre todo España, no lograban
detener la hemorragia. Sí lo hizo levemente en 2011, pero en 2012
volvieron unas caídas que se repitieron en 2013 y que, con casi total
seguridad, desaparecerán este año.
El debate ya no es si habrá o no otra recesión, si España
volverá o no al crecimiento. Ahora se discute sobre si España crecerá
este año al 1,2% o al 1,5%, y si en 2015 se llegará incluso al 1,8%.
«Necesitamos dos años creciendo al 1,5%. Hasta ahora no hemos tenido ese
oxígeno, esa oportunidad de ver cómo reacciona el país. Si se logra
puede haber sorpresas muy positivas. Porque las recesiones dan muchas
sorpresas, pero las recuperaciones también puede darlas», vaticinan los
medios gubernamentales.
Las sensaciones son positivas, pero el roto que ha hecho la
peor crisis económica desde el crack del 29 ha sido considerable.
España debe reinventarse, mirarse al espejo y admitir que no habrá más
burbujas inmobiliarias. Y hacerlo, de momento, a base de bajar salarios y
ganar competitividad al no poder contar con la baza de la devaluación
monetaria de antaño.
Las exportaciones, esenciales para la recuperación, están
en máximos históricos, pero no es menos cierto que lo ha hecho en gran
parte porque en términos de costes laborales, el país ha retrocedido a
la década de los noventa. Siempre hay un pero, lo que se gana de un
lado, se pierde del otro, aunque el Gobierno de Mariano Rajoy continúa
defendiendo que España debe competir en calidad, en ser mejores que el
resto, no en salarios.
Sin embargo, este escenario parece bastante alejado. La
nueva batalla se llama fomentar el consumo interno, pero el PIB per
cápita español ha sufrido también una de las principales caídas de la
Eurozona desde el estallido de la crisis. Ahora se sitúa en 22.300 euros
frente a los 23.800 de 2008. Sin embargo, la media de los países de la
moneda única ha subido en 500, hasta los 28.600, propiciada sobre todo
por socios como Alemania, donde se ha incrementado 3.200 euros, hasta
los 33.300. Francia, por su parte, ha subido en 1.200; y Bélgica, por
ejemplo, en 1.900.
España es con holgada diferencia la cuarta potencia del
euro -su PIB es superior a la suma de Holanda y Bélgica-, pero en
términos per cápita, la realidad la sitúa en la segunda fila, muy por
detrás del potencial del centro y del norte del continente. Incluso de
países más o menos 'hermanos' como Italia, que este último año ha cogido
el testigo español como la oveja negra para la Comisión Europea.
Los italianos también son más pobres, pero apenas 600 euros
al pasar de 26.300 a 25.600. Como los holandeses, que se han dado de
bruces con la dura realidad al situarse en 35.900 euros, 300 menos que
en 2008. No hay que olvidar que salieron de la recesión en el pasado
trimestre.
El batacazo español, de nuevo, solo puede compararse con el
sufrido por los griegos, que son un 25% más pobres que en 2008 -de
20.800 euros a 16.400-. Ni siquiera con el portugués, que apenas ha
caído 400 euros, hasta mantenerse en 15.800. Otro monumental desplome es
el de Irlanda, aunque en este caso debe tenerse en cuenta que hace seis
años habían alcanzado una de las mayores cotas de poder adquisitivo en
Europa, hasta los 40.100 euros. Ahora, en los últimos años, se ha
estabilizado en 35.700 euros después de haber recibido un rescate de
85.000 millones.
Todos, con la única excepción de Alemania (en Francia, por
ejemplo, el paro ha crecido de forma considerable), han conocido la peor
cara de la peor crisis. El problema es que algunos, como España, se han
topado de bruces con ella. Lo positivo, agregan fuentes del Ejecutivo,
es que el país ya conoce su suelo y ahora, solo queda crecer. El partido
que acaba de empezar a jugar Rajoy y que termina en las elecciones de
otoño de 2015 se celebra sobre un terreno de juego cuyo principal rival
es el paro -España es el país de la UE con una tasa más elevada- y con
un árbitro, Bruselas, que no ha cambiado pero sí ha aceptado ser algo
más flexible en cuestiones clave como el déficit estructural gracias al
«éxito» logrado en la salida del rescate. La pista está despejada, por
lo que solo queda despegar.