COLONIA.- El
catedrático emérito de Economía de la Universidad de Colonia, Juergen B. Donges, muestra
en la revista 'Capital' sus argumentos sobre cómo se comportará España y la zona euro,
durante 2015.
¿Cómo se ve la economía española desde Alemania?
Con bastante satisfacción. España ha dejado atrás la recesión y ya
hay los primeros indicios de que las empresas, más allá del sector del
turismo, empiezan a crear nuevos empleos. El desequilibrio exterior de
la economía, con su enorme déficit, se ha corregido más o menos. Vemos
que los esfuerzos de ajuste fiscal y reformas estructurales que el
Gobierno de Rajoy ha hecho han valido la pena. Pero todavía queda camino
por recorrer hasta que podamos decir que ha reconstruido el potencial
de crecimiento perdido con el pinchazo de la burbuja inmobiliaria, la
crisis financiera, y el consiguiente descalabro de la producción real.
Confío en que el Ejecutivo mantendrá el pulso reformista que tan buena
imagen le ha dado a España en Europa, a pesar del complejo calendario
electoral en 2015 y 2016.
¿Crecerá España por encima de la UE?
Todas las previsiones hacen pensar que sí: unas 5 décimas este año y
el próximo. Claro que el ritmo de actividad que esperamos para la zona
euro en su conjunto es bastante débil y está atenazado por la enorme
incertidumbre que crean las actuales tensiones geopolíticas en Ucrania y
Oriente Medio. La incertidumbre siempre actúa como si de un impuesto
tributario sobre la actividad empresarial se tratara, ralentizándola. En
España hay que añadir como factores de riesgo a la baja el órdago
independentista catalán, una corrupción aparentemente interminable de
políticos y no políticos, y la irrupción de un delirante populismo desde
la extrema izquierda.
¿Se habla mucho en su país de la irrupción de Podemos?
Claro que hablamos de ello, y con preocupación. La sociedad española
tiene que tener mucho cuidado de no dejarse arrullar por el canto de las
sirenas. Todo lo que le he oído decir a Pablo Iglesias y a su segundo
de a bordo, Juan Carlos Monedero, revela una profunda convicción
totalitaria ‘comunistoide’, a lo Hugo Chávez o Evo Morales.
¿Qué influencias podría tener en la economía su posible llegada al poder? ¿Sería bueno o malo para España? ¿En qué aspectos?
Su programa económico no es ni coherente ni financiable. Ahora se lo
callan un poco, para no asustar. Pero si de verdad accedieran al poder,
solo me quedaría exclamar: ¡pobre España! Su economía iría a la deriva,
las agencias de rating no tardarían en bajar la nota de solvencia a
mínimos, y tanto el Estado como las empresas se quedarían sin acceso a
los mercados de capital para financiar proyectos. En la Unión Europea,
España quedaría completamente marginada, si es que no se le suspenden
sus derechos de país miembro como se hizo en 2010 con Austria. Entonces,
el partido ultraderechista de Jörg Haider formó parte del Gobierno
Federal de coalición, lo que los socios comunitarios consideraron
incompatible con los principios fundamentelas de democracia, libertad y
derechos humanos que consagra el Tratado de la Unión Europea.
Ese freno europeo, ¿cómo puede afectar al desarrollo hispano?
Podría complicar la recuperación económica, en concreto, por el lado
de las exportaciones. Porque en una zona euro con actividad débil el
mercado, lógicamente, se contrae. Sobre todo si el principal país de
destino de las exportaciones españolas, Francia, continuara al borde del
estancamiento en el que se encuentra desde un tiempo a esta parte. Las
empresas españolas deben sacar una conclusión importante: diversificar
todo lo que puedan la estructura geográfica de sus exportaciones. Fuera
de Europa hay muchos mercados dinámicos para hacer buenos negocios,
siempre y cuando que la oferta de productos encaje con la demanda
externa en términos de calidad, contenidos tecnológicos, precio y
servicios post-venta, claro está.
Si el decrecimiento en Europa se alarga en el tiempo, ¿veríamos una relajación en las políticas de austeridad?
La relajación ya está en marcha.
El Gobierno francés de Manuel Valls ha conseguido de la Comisión Europea
una prórroga hasta 2017 para cumplir con el objetivo del déficit
público. En España, el Ejecutivo de Rajoy ha hecho lo mismo el año
pasado, hasta 2016. El Gobierno italiano de Matteo Renzi va a su aire y
no piensa hacer demasiado caso a lo que diga Bruselas. A mí esto me
preocupa por dos razones: primera, porque la zona euro volverá a sufrir
graves fricciones políticas y económicas como las que hemos visto si los
Gobiernos de países miembros pueden decidir a su antojo si cumplen o no
con la normativa fiscal del Tratado de Europa. Y, segunda, porque
demorar la consolidación presupuestaria equivale a atrasar la vuelta de
la confianza de los agentes económicos en un buen futuro económico.
Contraponer el crecimiento a la austeridad, como hacen muchos, es caer
en la trampa de un falso dilema. No habrá un desarrollo económico
sostenido mientras sigan deterioradas las finanzas públicas en
importantes países de la zona euro.
¿El consumo privado será otro pilar a tener en cuenta?
Las previsiones son moderamente positivas. A ello contribuye la
incipiente mejora en el mercado laboral. En sentido contrario obra el
desapalancamiento de deuda que aún practican numerosos hogares.
Hablando de trabajo, lo
que esperan los españoles como ‘agua de mayo’ es que en 2015 se vea una
mejora sustancial en la rebaja de las cifras del paro. ¿Será así? ¿Se
bajará del 20%, o es un porcentaje a alcanzar más a medio plazo?
La tasa bajará si prosigue la recuperación, pero muy paulatinamente.
En 2015, todavía no se situará por debajo el 20%, tal vez a partir de
2016. El desempleo es de tipo estructural, no cíclico. De la experiencia
en Alemania sabemos que estos procesos de ajuste requieren mucho
tiempo. Además, en España se presenta como reto adicional la reducción
del enorme paro juvenil, lo cual tampoco se logra de la noche a la
mañana ni bajo las mejores condiciones coyunturales pensables.
¿Se verá un mayor crédito por parte de la banca tanto a los particulares como a las empresas?
No de forma significativa mientras los bancos españoles den prioridad
a la limpieza de sus balances de activos tóxicos y tengan dudas sobre
la solvencia de los demandantes privados de créditos. La compra de bonos
del Tesoro promete una mejor rentabilidad, sin tener que provisionarla
con capital.
¿Cumplirá España su compromiso de déficit?
Es probable, bajo el supuesto de que la recuperación económica se
consolide y el Gobierno controle eficazmente el gasto público y, si
fuera necesario, eleve algún que otro impuesto, como el IVA o impuestos
especiales. Indirectamente ayudarán los recientes cambios metodológicos
en el Sistema Europeo de Contabilidad Nacional que, entre otras
actividades, ahora contemplan el I+D como inversión (antes era gasto),
lo cual eleva algo el PIB nominal.
Centrémonos en los
cambios que deberían acometerse en las Administraciones Públicas. ¿Será
un quiero y no puedo, o un no quiero, y no lo hago?
Me temo que confluyen ambos comportamientos. Por un lado, hay muchos
intereses creados, como son los cargos políticos prestigiosos y los
empleos administrativos bien retribuidos, que sofocan cualquier
iniciativa reformadora en su origen. Me consta que las comunidades
autónomas, con independencia del color de sus Gobiernos, no están por la
labor. Por otro lado, persiste el germen socialista de “cuanto más
Estado, mejor”, por lo que los líderes políticos afectados ni se les
ocurre tocar este tema. No hay más que oír hablar a los dirigentes
socialistas en Andalucía. Sea como fuere, en este ámbito España está, en
el contexto europeo, en una situación deplorable.
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