LONDRES.- El shock monetario suizo ha
planteado una incómoda pregunta para muchos inversores: ¿Qué pasaría si
los bancos centrales se convirtieran en entidades tan impredecibles y
propensas a los fallos al mismo nivel que son poderosos?
La decisión del Banco Central Suizo (BNS por sus siglas
en francés) de eliminar el valor máximo para el franco, impuesto hace
tres años y "piedra angular" de su política monetaria apenas tres días
antes del anuncio, desencadenó el mayor movimiento en los tipos de
cambio en la era de tasas fluctuantes post-1973.
Para algunos es una
advertencia de otros giros de 180 grados, contratiempos o posibles
fallos por parte de bancos centrales aún por llegar, escenarios que no
aprecian totalmente los mercados, desde hace tiempo inmersos en la
calma.
Durante décadas el poder de imprimir dinero ha
mantenido a raya a los mercados. "No te pelees con la Fed" y todas sus
variaciones internacionales han sido una creencia devota entre los
operadores financieros.
Pero incluso tras el fallo de la Reserva Federal, bajo
el mando de Alan Greenspan, de detectar y prevenir uno de los mayores
booms y posterior estallido de crédito, la capacidad de la Fed, Banco de
Inglaterra, Banco de Japón, Banco Central Europeo y otros de inundar el
mercado de dinero para ayudar a aliviar la crisis contribuyó a
anestesiar a los mercados.
Las subsiguientes oleadas de crédito barato, tipos de
cambios limitados y "alivio cuantitativo" hicieron caer los costes de
endeudamiento y eliminaron la volatilidad.
Las exhibiciones de los bancos centrales podrían haber
culminado en la declaración de Mario Draghi en 2012 de que haría "lo que
fuera necesario" para salvar el euro. A la vista del poder de la
impresión de dinero, la especulación dejó de tener sentido.
Tanto que uno de los mayores enigmas de los últimos
años fue una volatilidad inducida persistentemente baja en los mercados,
incluso cuando se enfrentaban a riesgos económicos, políticos y de
política monetaria de mayor envergadura de lo normal. No a todo el mundo
le gustó la complacencia.
"La metadona monetaria fue la mejor opción cuando no
había opciones pero ahora somos adictos al dinero barato en todos lados
y, de algún modo, creemos que los banqueros centrales son profetas",
dijo Nigel Wilson, consejero delegado de la aseguradora británica Legal
& General la semana pasada mientras se lamentaba del
historial de los bancos centrales en los últimos años.
Las primeras grietas aparecieron el pasado verano,
cuando quedó claro que la Fed estaba desconectando la maquinaria de la
impresión de dinero incluso si sus homólogos en Europa y Japón seguían
llenando de actividad las suyas.
La idea de que la mayor economía del mundo estaba a
punto de retirar dólares del mundo mientras otros bombeaban euros y
yenes alteró las tasas de cambio, que habían gozado de estabilidad. El
poder de los bancos centrales era tan dantesco como siempre, pero ya no
tenían una influencia tan reconfortante y tranquilizadora.
El bombazo de la semana pasada de las autoridades
suizas fue más lejos, al cuestionar si los bancos centrales están tan
comprometidos con sus políticas como quieren hacer ver.
Es posible que el BNS solo trataba de adelantarse a la
avalancha de ventas de euros que se esperan si el BCE anuncia su plan de
compra de deuda soberana esta semana.
Pero al permitir una revalorización del franco suizo
del 30 por ciento le asestó un duro golpe a una economía en apuros, algo
que pocos extranjeros consideraban inevitable.
Y el hecho de que uno de los grandes bancos centrales
proclame en dos ocasiones la virtud de imprimir francos suizos a un
precio fijo de 1,20 por euro, para eliminar unos días después este
límite bancario, añade un elemento de aleatoriedad en la política
monetaria no visto desde hace muchos años.
¿Pueden estar seguros ahora los inversores de que el Banco central de Dinamarca -que se enfrenta a un problema similar por
una prolongada vinculación de la corona con un euro debilitado- cumplirá
lo que está prometiendo repetidamente?
Es más, ¿hará valer Draghi su compromiso de hacer "lo
que sea necesario" para reactivar la zona euro y evitar la deflación?
¿Seguirá en el cargo hasta asegurarse de que es así?
Stephen Jen, que dirige el fondo SLJ Macro, opina que
la decisión de Suiza tuvo ver con personalidades en la entidad tanto
como con la estrategia.
Jen argumenta que el abandono de la vinculación del
franco suizo al euro fue simplemente una preferencia personal del
dirigente del SNB, Thomas Jordan, que había heredado una política que a
él nunca le gustó de su predecesor Philipp Hildebrand.
"Tal vez la cuestión más relevante aquí es que en los
bancos centrales cada vez tienen más peso las personalidades que las
instituciones", dijo Jen.
¿Habría adoptado el Banco de Japón sus dos últimas
andanadas de la llamada "flexibilización cuantitativa y cualitativa" sin
el gobernador Haruhiko Kuroda al frente? ¿Habría puesto en marcha la
Fed tres rondas de QE sin Ben Bernanke?
Quizás una pregunta más importante en una semana en la
que se espera que el BCE venza notables barreras políticas con el
anuncio de la compra de bonos soberanos por primera vez sería: ¿cuál es
la influencia personal de Draghi en la estrategia asociada a la frase de
"lo que sea necesario" que él mismo hizo famosa?
Lo que sea necesario para Draghi podría no ser lo que sea necesario para su sucesor.
Los mercados financieros, en los que los precios de
bonos muestran dudas sobre la posibilidad de que el BCE pueda alcanzar
su objetivo de inflación del 2 por ciento en los próximos 10 años, ya
están empezando a pagar con mayor volatilidad el precio de las
vacilaciones institucionales y la falta de cooperación.
"El BCE tiene una enorme tarea esta semana para
restaurar la confianza y la fe en los mercados financieros", dijo Jaisal
Pastakia, jefe de inversiones de inversiones en Heartwood Investment
Management. "El historial del BCE ha sido encomiable... pero el reto es
cada vez mayor".
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