Las
sucesivas crisis nacionales junto a la influencia de las originadas en
el exterior, los desequilibrios internos, los errores cometidos en la
dirección de la política económica sin analizar previamente las
distintas opciones económicas, de las que disponemos sin ninguna duda,
no han servido para aprender a evitar los errores cometidos por los
responsables en la toma de decisiones estructurales y de los objetivos a
alcanzar. No es cuestión de poner demasiado lejos las ambiciones
políticas, es imprescindible analizar en profundidad las alternativas
reales de que disponemos antes de planificar y establecer jurídicamente
las estructuras por la que se regirá, dentro de lo posible, la economía
nacional, con el fin último de conseguir un PIB equiparable a los de los
países de nuestro entorno, una renta per-cápita digna y un bienestar
social sostenible.
Los
españoles deberíamos meditar y prepararnos para un siempre posible
estallido de una economía lanzada al crecimiento desmedido. Aún estamos
sufriendo la aparición de la actual crisis a finales del 2007, provocada
principalmente por la especulación y el crecimiento excesivo del sector
inmobiliario. Falló la estructura, sus controles y la toma rápida de
decisiones, nos olvidamos todos, y en especial la dirección política, de
la ciencia económica y de los esquemas teóricos imprescindibles.
España,
integrada por diecisiete comunidades Autónomas, poseedoras de una
riqueza diferente y complementarias entre sí, con regulaciones jurídicas
en muchos casos contradictorias y nocivas, necesita más que nunca el
estudio profundo de las "riquezas" por sectores, su cohesión armónica y
la rentabilidad de los mismos. Si entendemos por riqueza "el valor del
conjunto de bienes y servicios de que dispone cada autonomía y como
consecuencia la nacional", es necesario inventariarlos y valorarlos al
precio de reposición para poder homogeneizarlos, apoyando su estudio en
la estructura de cada sector. Si contamos con una tabla input-output de
suficiente perfección junto a análisis de flujos monetarios, y los
unimos a la riqueza de cada autonomía y como consecuencia a la nacional,
obtendremos modelos más seguros y eficaces, generando más renta y
riqueza. No debemos olvidar al inventariar diferenciar la riqueza
pública de la privada, necesario para una mejor dirección de la
economía, ya que capitalizar los rendimientos de la riqueza potenciando
su crecimiento es la base del bienestar.
Al
considerar los medios de producción y contrastar el costo de los mismos
con su eficacia, es lo que indicará el nivel de acierto de nuestra
economía, puesto que al capitalizar los rendimientos, si su coeficiente
de utilización es bajo, la coyuntura actual exige otra estructura con
grandes variaciones que produzcan ventajas y beneficios sostenibles
mayores. Por tanto, valorar nuestra riqueza regional y nacional, nos
dará una imagen real y necesaria de la economía, imprescindible para
potenciar el desarrollo de forma armónica. Esto no será posible si no
prescindimos de los individualismos e injustas exigencias de algunas
autonomías, que olvidan el bien general y su deber de solidaridad.
Actualizar el balance nacional y su clasificación de acuerdo, por
ejemplo, con las teorías de Goldsmith, es un trabajo urgente y
necesario, o la dirección de la economía carecerá de base y acumulará
errores, sufrimientos y disminución armónica de nuestra relación con el
exterior.
Si
analizamos las distintas estimaciones llevadas a cabo sobre la riqueza
nacional, tendremos que remontarnos históricamente a la aportación
oficial que comprendía 1913-1935, el resto han sido esfuerzos privados
como los del Banco Urquijo, Antonio de Miguel, Antonio Goicoechea o
Manuel Fuentes Iruzozqui, aunque todos se refieren a la anteguerra. El
legislador vuelve a prestar atención e importancia en la exposición de
motivos de la Orden Ministerial de 25 de abril de 1944, en la que
expresaba la necesidad del perfeccionamiento de los métodos de la
intervención estatal en la economía, que requería conocer en todo
momento aquellos datos fundamentales que han de servir de guía a toda
política de dirección. Encontramos datos también, aunque incompletos, en
el "Plan Económico y social para el periodo 1964-1967", sin embargo, el
inventario que incluye es reducido y sin homogeneizar.
Siendo
de imperiosa urgencia conocer las cifras de capital nacional,
producciones, rentas e ingresos, congruentes con las necesidades de toda
política económica, deberíamos de utilizar las grandes posibilidades
que abre a la investigación la función de producción Cobb-Douglas,
aplicable tanto al análisis de la economía nacional como al de las
empresas. Dicha función no sólo es básica a los efectos descriptivos de
la estructura económica nacional, sino también a la programación de
nuestro desarrollo, influido de forma decisiva por el avance tecnológico
cada vez más acelerado y eficiente.
En
1968 se publicó una investigación, con motivo del cincuenta aniversario
de la fundación de la Universidad Comercial de Deusto. El estudio, en
cinco tomos, bajo la dirección técnica del Catedrático de Estructura
Económica Juan Velarde Fuertes, acompañado de un Comité de Dirección
integrado por veintidós doctores, profesores, ingenieros, técnicos y
licenciados, es un ejemplo a tener siempre presente por su profundidad,
técnica y maestría. Debe servir de inspiración a los responsables del
Estado, de las Autonomías y de los empresarios, como también me ha
inspirado en la redacción de lo expresado en este artículo.
(*) Economista y empresario
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