LONDRES.- El Banco Central Europeo
enfrentará una prueba crucial de su determinación de hacer "lo que sea
necesario" para preservar el euro cuando adopte una decisión esta semana
sobre la compra de deuda soberana para combatir la deflación y
reactivar a la economía.
El asesor del máximo Tribunal de la Unión Europea y el
Banco Nacional Suizo han abonado el camino para el alivio cuantitativo, o
impresión de dinero, pero la férrea oposición del banco central de
Alemania, de políticos y de la opinión pública de ese país podrían
maniatar al BCE.
Ya no se discute la compra de bonos soberanos por parte
del banco, algo que ha sido ampliamente anticipado, sino cómo se
diseñará el programa y si será visto como creíble y suficiente.
El riesgo es que la institución que ha mantenido
cohesionada el área de la moneda única a lo largo de cinco años de
crisis de deuda adopte un plan de alivio que envíe la señal equivocada a
los mercados, incumpla su objetivo y ponga en peligro su credibilidad.
Las noticias de que el presidente del BCE, Mario
Draghi, se reunió en privado con la canciller alemana, Angela Merkel, la
semana pasada resaltan la enorme sensibilidad política de la decisión.
Mientras que el Bundesbank se opone a esta nueva
política monetaria porque considera que es como una puerta trasera para
financiar a gobiernos irresponsables, creando potenciales costes que
tendrían que ser sufragados por los contribuyentes alemanes, el BCE
tiene la esperanza de que Merkel no lo censure y que contenga a sus
aliados conservadores.
Algunos de los que respaldan al alivio cuantitativo
temen que Draghi haga demasiadas concesiones a los alemanes si diseña un
programa que es limitado en volumen y dimensión, que no comparte
riesgos intrafronterizos y que excluye la compra de bonos de países con
bajas calificaciones crediticias.
Un borrador del plan que circuló este mes entre los
técnicos del BCE limita las compras a 500.000 millones de euros. Algunos
analistas de mercados dicen que para alcanzar su objetivo, el programa
tendría que duplicar ese tamaño o ser ilimitado.
Draghi cuenta con mayoría en el consejo de gobierno que
define la política monetaria, pero los dos integrantes alemanes -el
presidente del Bundesbank, Jens Weidmann, y la miembro del comité
ejecutivo del BCE Sabine Lautenschlaeger- probablemente votarán en
contra de la política de expansión cuantitativa. Otro grupo de
gobernadores podría unirse a ellos.
Según fuentes del BCE, una opción que se considera
seriamente es hacer que cada uno de los bancos centrales nacionales en
las 19 naciones del eurosistema compartan el riesgo de un cese de pago
en todos o en la mayoría de los bonos de sus propios países que sean
comprados.
"Esto sería, en el mejor de los casos, ineficiente y en
el peor, peligroso", dijo Guntram Wolff, director del instituto
económico Bruegel, en Bruselas. "Sería una fuerte señal de que el BCE
deja de ser una institución 'unida y diversa'", agregó.
El veterano economista danés Niels Thygesen, uno de los
expertos que diseñó el borrador original del euro en la década de 1980,
dijo: "Si esas son las circunstancias para un alivio
cuantitativo, quizás no valdría la pena, incluso para sus más grandes
entusiastas".
Sería un programa limitado diseñado tanto por abogados como por economistas.
No obstante, al declarar legal la compra de bonos del
BCE e instar a los tribunales a ser cautos al desafiar al banco central
cuando carecen de experiencia, el abogado general del Tribunal Europeo
de Justicia dio efectivamente luz verde a la medida la semana pasada.
Aunque su opinión se refería a una demanda presentada
por euroescépticos alemanes contra una versión anterior y aún no usada
del esquema de compra de bonos, tuvo una lectura clara que la relacionó
con la política de alivio cuantitativo.
En particular, argumentó que anunciar anticipadamente
límites de compras de bonos socavaría su efectividad, que no se debería
otorgar prioridad al BCE sobre acreedores privados en caso de
reestructuraciones de deuda y que no hay impedimento para comprar bonos
de países con bajas calificaciones de crédito.
Eso debería darle a Draghi libertad para comprar bonos
de todos los estados de la zona euro, proporcionalmente a su peso en el
eurosistema por el tiempo que sea necesario para llevar la inflación
hacia la meta de justo por debajo del 2 por ciento, desde el actual
nivel cercano a cero.
El euro ya ha caído desde casi 1,40 unidades por dólar
en mayo del 2015 a 1,15 el viernes pasado y el declive ha cobrado fuerza
a medida que crecen las expectativas de que el BCE lance su programa de
alivio cuantitativo.
El banco central de Suiza quitó la semana pasada el
freno que había impuesto a la caída del euro, al abandonar abruptamente
un límite de tres años en el tipo de cambio del franco suizo.
La medida, que estremeció los mercados globales y causó
enormes pérdidas a algunos bancos y sociedades de valores, mostró lo
difícil que es para los bancos centrales contener la volatilidad de
mercados y lo fácil que pueden ponerse en riesgo muchos años de
credibilidad.
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