martes, 6 de enero de 2015

Cuba / Luis Racionero *

Leo por enésima vez que Castro -el que queda de los dos- va a permitir invertir en Cuba y dejar comprar casas a los emigrados e incluso extranjeros. Raúl se acerca a Obama.

La Habana es una ciudad en ruinas, como si la exuberante humedad tropical hubiese enmohecido los restos de un terremoto: serán ruinas pero tendrán sentido, polvo serán pero polvo habitado. Dos millones y pico de personas ocupan como squaters recios bloques de pisos “Art Déco” o delicadas mansiones coloniales dieciochescas, chalets tipo barrio de Horta o señoriales torres de la alta burguesía. No me llamaron la atención los restos del barrio rico – el Vedado y Miramar- que en todos los países la oligarquía es suntuosa, sino los centenares de pequeños chalets que atestiguan la existencia de una numerosa clase media en el momento de la revolución. La ruina de La Habana le hacen preguntarse a uno: ¿para qué hicieron la revolución?

Quizás para darle la razón a Marx que se había equivocado clamorosamente al predecir la revolución comunista en los países más avanzados, cuando esta solo se dio en Rusia y China. Cuba era en 1959 el país más desarrollado de Iberoamérica: Castro combatió contra la dictadura de Batista -que se excedió en sus asesinatos- con el apoyo de la clase media cubana y, por supuesto, de la proletaria. Solo al cabo de dos años, empujado por la ceguera yanqui – esa cultura del norte incapaz de entender lo latino -, se arrojó en brazos de Rusia y adoptó el marxismo-leninismo. Tengo para mí que los rusos le montaron el sistema policial tan poco caribeño merced a cual se mantienen en el poder.

Los resultados han sido catastróficos: después de cincuenta años el país está peor que antes, cosa que se puede decir de muy pocos países en el mundo. Aceptado que la vivienda es gratis – pero ¡en qué condiciones! – que la educación se ha extendido a todos, así como la sanidad; pero los sueldos son increíbles: al cambio real llegan en promedio a 30 euros al mes. En poder adquisitivo eso allí es más que aquí, por los bajos precios de la manutención y del racionamiento. ¿Valía la pena cambiar tan radicalmente el sistema para llegar a esto?. En Cuba no hay huertos porque está prohibido el enriquecimiento individual: hay inmensas plantaciones de caña de azúcar que son la apoteosis del caciquismo reducido al absurdo de un único cacique. Un cacique gallego hijo de terratenientes que estudió en los jesuitas.

Por eso yo creo que Castro hará lo mismo que Franco: el Plan de Estabilización de 1959. Dejará entrar turistas, capital extranjero y remesas de emigrantes y se quedará en el poder hasta morir en la cama, como su paisano. Ojalá que, como aquel, su dictadura sirva al menos para desarrollar el país. No lo tiene difícil porque la educación en Cuba es muy buena y ya sabemos que el capital humano es el factor más importante y difícil de obtener para el proceso de desarrollo económico. La camarera que me sirvió café en el hotel de Varadero comentó mirando mi libro: “¿Lee Ud. a Alejo Carpentier?”¿Les ha preguntado alguna vez aquí si les gusta Baroja al ponerles un cortado?

(*) Ex director de la Biblioteca Nacional de España

No hay comentarios:

Publicar un comentario