El presidente
venezolano, Nicolás Maduro, se hallaba este fin de semana enfrascado en
la que puede ser la tarea más improductiva de su presidencia: tratar de
conseguir que las autoridades de Arabia Saudí recorten la producción de
petróleo, al objeto de que su precio suba en los mercados internacionales.
Arabia
Saudí es probablemente el país que más ha influido para que los
precios del crudo se desplomasen en los últimos meses. Ante el
desinterés de Riad en su elevación, lo que puedan hacer los otros
socios del cártel petrolero no es muy relevante, por lo que en
alguna medida el futuro político de Maduro está en manos de Riad.
Los saudíes no tienen necesidad alguna de cambiar su política de precios baratos, porque cuentan con reservas monetarias superiores a $750.000 millones. Maduro está desesperado por conseguir un alza inmediata del precio, porque las reservas venezolanas eran de $22.064 millones a finales de diciembre (según el Banco Central de Venezuela).
El país está pendiente del resultado de la gira de Maduro por los países de la OPEP, además de a Moscú y Pekìn, en un intento de coordinar una subida de precios que salve los ingresos de Petróleos de Venezuela, el maná gracias al cual la administración del régimen chavista ha venido manteniendo una economía subsidiada que da signos de agotamiento.
Desde hace semanas el desabastecimiento de productos básicos, como alimentos y farmacopea, está causando un gran desasosiego social, que con motivo de las largas colas ante los supermercados se manifiesta en pequeños disturbios y tumultos, a lo largo del país.
Fuentes bien informadas indican que hasta octubre pasado la tasa de subsidios gubernamentales al consumo alcanzaba los $4.000 millones mensuales, pero en el último mes se han reducido a $2.000 millones. Observadores independientes ven en el éxito o fracaso de la gira de Maduro por los países de la OPEP la clave para la continuidad de su mandato.
Este sábado día 10, jerarcas del régimen salieron al paso de rumores de intranquilidad entre los aparatos de seguridad. En una manifestación en San Carlos de Cojedes, el comandante general de las Fuerzas Armadas Bolivarianas, Gerardo Izquierdo, aseguró que “aquéllos que hoy tratan de infundir algún temor tratando de decirle al pueblo de movimientos militares para traicionar su juramento”, mienten. “El único rumbo – añadió - es la revolución”.
Empeñados a China
Todos los indicios señalan al fracaso de una gira que, por lo demás, no puede ocultar su improvisación. La muestra más notoria es el resultado de la escala de Maduro en Pekín. China y Venezuela están ligadas desde 2007 por acuerdos de cooperación al desarrollo del país caribeño, con el petróleo como prenda.
Esos acuerdos han supuesto desembolsos y créditos, otorgados en diversos tramos, de China a Venezuela por valor $55.000 millones (según declaraciones del embajador de china en Caracas, Hu Huaiban), de los que $45.000 millones nutren un Fondo Conjunto Chino-Venezolano y un Fondo de Gran Volumen y Largo Plazo, para proyectos de diverso tipo. El pago de esos créditos se ha de realizar principalmente en barriles de petróleo.
En 2011 Venezuela se comprometió a entregar 100.000 barriles diarios; en 2012 se añadió una carga suplementaria de 130.000 b/d, y en 2012 otra de 200.000 b/d. En julio de 2014 Maduro aseguró que “el financiamiento (nota: de los créditos y programas chinos) está respaldado por una producción y suministro de barriles de petróleo que ya va por 540.000 b/d, y no crea deudas pesadas como los viejos sistemas”. Esas entregas representan el 25% de la producción total del petróleo venezolano.
Las condiciones de devolución de los créditos chinos hacen cuenta de las variaciones del precio del petróleo, lo que en estos momentos castiga severamente a Venezuela. Los contratos, además, prevén el aumento de los pagos si el precio del petróleo desciende. Antes de emprender su gira Maduro dijo que un precio razonable del petróleo sería $100/barril. Actualmente está por debajo de los $50.
Si se confirma lo publicado el pasado 9 de enero por El Nacional, de Caracas, y por el Miami Herald, la jornada de Maduro en Pekín no pudo ser más contraria a los intereses del régimen. A la petición de Maduro, de ayuda financiera urgente por $16.000 millones, China respondió exigiendo el control de la Corporación Venezolana de Guayana.
Parece que los chinos, que han invertido fuertemente en la explotación del aluminio, hierro y oro de la Guayana, se quejan del alto grado de corrupción que afecta a esa corporación pública. No obstante, a pesar del grado de extrema necesidad, Maduro se negó a entregar lo que los chinos exigían. Volver a Caracas con las manos vacías, al menos en este capítulo, supone un revés importante para Maduro, que probablemente incrementará la impaciencia de muchos sectores chavistas de su gobierno con su gestión.
Pero por lo menos no le podrán reprochar que ha entregado un activo patrio tan importante como los recursos minerales de la Guayana. La etapa de Maduro en Irán tampoco parecía muy prometedora. Aunque Teherán es tan partidario como Caracas de un aumento del precio del petróleo, los iraníes saben que la clave de los precios se halla en Riad, donde los saudíes cultivan una política de debilitamiento de Irán.
En Teherán, Maduro debió contentarse con una declaración del presidente Rohani, a favor de la coordinación de los países de la OPEP en orden a elevar los precios del petróleo en la actual coyuntura.
Por su parte, el líder religioso del país, ayatolá Alí Jamenei, le dio a Maduro algún consuelo ideológico, al declarar que “el extraño descenso de los precios del petróleo, en un tiempo tan corto, es un ardid político no relacionado con el mercado. Nuestros enemigos comunes utilizan el petróleo como un arma política, y tienen un papel clave en este grave descenso de los precios”. Por lo demás, el presidente Rohani aseguró a Maduro que Irán “continuará su cooperación con Venezuela en los ámbitos de la vivienda, los transportes, la industria, la alimentación y los medicamentos”.
Los países árabes del Golfo no ayudarán
De Teherán, Maduro viajó a la capital de Arabia Saudí. Las expectativas no podían ser más sombrías. El ministro saudí de Hacienda declaró recientemente que “podemos hacer frente a bajos precios del petróleo en el mediano plazo. Si baja hasta $20/b, (para nosotros) es irrelevante”.
En Riad, Maduro se entrevistó con el ministro del ramo y el príncipe viceheredero del trono saudí, con un resultado que la misión venezolana no ha dudado de calificar de “excelente”: “Acordamos trabajar para recuperar mercado y precios del petróleo”, aseguró el ministro de Economía y Finanzas, Rodolfo Marcos Torres.
De Riad, el presidente Maduro planeaba viajar a Qatar. Llegaría al pequeño emirato bajo esta ominosa advertencia del ministro del Petróleo, Mohamed bin Salé al Sada, ante sus socios de la OPEP: “Aquéllos que no pueden resistir la presión de precios más bajos tendrán que ceder paso a quienes pueden desempeñarse mejor desde el punto de vista de la eficiencia”.
De Qatar, Maduro proyectaba viajar a Argelia. Y de allí a Caracas, a dar cuenta de un más que probable fracaso de su gestión. Y después, a enfrentar las iras de los consumidores frustrados, y el descontento de los conmilitones que no acaban de convencerse de que el petróleo de Venezuela no da más de sí, y creen que si el comandante Chávez siguiera vivo, el régimen estaría salvado.
Los saudíes no tienen necesidad alguna de cambiar su política de precios baratos, porque cuentan con reservas monetarias superiores a $750.000 millones. Maduro está desesperado por conseguir un alza inmediata del precio, porque las reservas venezolanas eran de $22.064 millones a finales de diciembre (según el Banco Central de Venezuela).
El país está pendiente del resultado de la gira de Maduro por los países de la OPEP, además de a Moscú y Pekìn, en un intento de coordinar una subida de precios que salve los ingresos de Petróleos de Venezuela, el maná gracias al cual la administración del régimen chavista ha venido manteniendo una economía subsidiada que da signos de agotamiento.
Desde hace semanas el desabastecimiento de productos básicos, como alimentos y farmacopea, está causando un gran desasosiego social, que con motivo de las largas colas ante los supermercados se manifiesta en pequeños disturbios y tumultos, a lo largo del país.
Fuentes bien informadas indican que hasta octubre pasado la tasa de subsidios gubernamentales al consumo alcanzaba los $4.000 millones mensuales, pero en el último mes se han reducido a $2.000 millones. Observadores independientes ven en el éxito o fracaso de la gira de Maduro por los países de la OPEP la clave para la continuidad de su mandato.
Este sábado día 10, jerarcas del régimen salieron al paso de rumores de intranquilidad entre los aparatos de seguridad. En una manifestación en San Carlos de Cojedes, el comandante general de las Fuerzas Armadas Bolivarianas, Gerardo Izquierdo, aseguró que “aquéllos que hoy tratan de infundir algún temor tratando de decirle al pueblo de movimientos militares para traicionar su juramento”, mienten. “El único rumbo – añadió - es la revolución”.
Empeñados a China
Todos los indicios señalan al fracaso de una gira que, por lo demás, no puede ocultar su improvisación. La muestra más notoria es el resultado de la escala de Maduro en Pekín. China y Venezuela están ligadas desde 2007 por acuerdos de cooperación al desarrollo del país caribeño, con el petróleo como prenda.
Esos acuerdos han supuesto desembolsos y créditos, otorgados en diversos tramos, de China a Venezuela por valor $55.000 millones (según declaraciones del embajador de china en Caracas, Hu Huaiban), de los que $45.000 millones nutren un Fondo Conjunto Chino-Venezolano y un Fondo de Gran Volumen y Largo Plazo, para proyectos de diverso tipo. El pago de esos créditos se ha de realizar principalmente en barriles de petróleo.
En 2011 Venezuela se comprometió a entregar 100.000 barriles diarios; en 2012 se añadió una carga suplementaria de 130.000 b/d, y en 2012 otra de 200.000 b/d. En julio de 2014 Maduro aseguró que “el financiamiento (nota: de los créditos y programas chinos) está respaldado por una producción y suministro de barriles de petróleo que ya va por 540.000 b/d, y no crea deudas pesadas como los viejos sistemas”. Esas entregas representan el 25% de la producción total del petróleo venezolano.
Las condiciones de devolución de los créditos chinos hacen cuenta de las variaciones del precio del petróleo, lo que en estos momentos castiga severamente a Venezuela. Los contratos, además, prevén el aumento de los pagos si el precio del petróleo desciende. Antes de emprender su gira Maduro dijo que un precio razonable del petróleo sería $100/barril. Actualmente está por debajo de los $50.
Si se confirma lo publicado el pasado 9 de enero por El Nacional, de Caracas, y por el Miami Herald, la jornada de Maduro en Pekín no pudo ser más contraria a los intereses del régimen. A la petición de Maduro, de ayuda financiera urgente por $16.000 millones, China respondió exigiendo el control de la Corporación Venezolana de Guayana.
Parece que los chinos, que han invertido fuertemente en la explotación del aluminio, hierro y oro de la Guayana, se quejan del alto grado de corrupción que afecta a esa corporación pública. No obstante, a pesar del grado de extrema necesidad, Maduro se negó a entregar lo que los chinos exigían. Volver a Caracas con las manos vacías, al menos en este capítulo, supone un revés importante para Maduro, que probablemente incrementará la impaciencia de muchos sectores chavistas de su gobierno con su gestión.
Pero por lo menos no le podrán reprochar que ha entregado un activo patrio tan importante como los recursos minerales de la Guayana. La etapa de Maduro en Irán tampoco parecía muy prometedora. Aunque Teherán es tan partidario como Caracas de un aumento del precio del petróleo, los iraníes saben que la clave de los precios se halla en Riad, donde los saudíes cultivan una política de debilitamiento de Irán.
En Teherán, Maduro debió contentarse con una declaración del presidente Rohani, a favor de la coordinación de los países de la OPEP en orden a elevar los precios del petróleo en la actual coyuntura.
Por su parte, el líder religioso del país, ayatolá Alí Jamenei, le dio a Maduro algún consuelo ideológico, al declarar que “el extraño descenso de los precios del petróleo, en un tiempo tan corto, es un ardid político no relacionado con el mercado. Nuestros enemigos comunes utilizan el petróleo como un arma política, y tienen un papel clave en este grave descenso de los precios”. Por lo demás, el presidente Rohani aseguró a Maduro que Irán “continuará su cooperación con Venezuela en los ámbitos de la vivienda, los transportes, la industria, la alimentación y los medicamentos”.
Los países árabes del Golfo no ayudarán
De Teherán, Maduro viajó a la capital de Arabia Saudí. Las expectativas no podían ser más sombrías. El ministro saudí de Hacienda declaró recientemente que “podemos hacer frente a bajos precios del petróleo en el mediano plazo. Si baja hasta $20/b, (para nosotros) es irrelevante”.
En Riad, Maduro se entrevistó con el ministro del ramo y el príncipe viceheredero del trono saudí, con un resultado que la misión venezolana no ha dudado de calificar de “excelente”: “Acordamos trabajar para recuperar mercado y precios del petróleo”, aseguró el ministro de Economía y Finanzas, Rodolfo Marcos Torres.
De Riad, el presidente Maduro planeaba viajar a Qatar. Llegaría al pequeño emirato bajo esta ominosa advertencia del ministro del Petróleo, Mohamed bin Salé al Sada, ante sus socios de la OPEP: “Aquéllos que no pueden resistir la presión de precios más bajos tendrán que ceder paso a quienes pueden desempeñarse mejor desde el punto de vista de la eficiencia”.
De Qatar, Maduro proyectaba viajar a Argelia. Y de allí a Caracas, a dar cuenta de un más que probable fracaso de su gestión. Y después, a enfrentar las iras de los consumidores frustrados, y el descontento de los conmilitones que no acaban de convencerse de que el petróleo de Venezuela no da más de sí, y creen que si el comandante Chávez siguiera vivo, el régimen estaría salvado.
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