Las primeras consecuencias de la postura del nuevo Gobierno griego cara a
sus problemas de deuda y cómo plantean solucionarlo no se han hecho
esperar. La semana pasada el Banco Central Europeo (BCE) anunció que dejaba de admitir deuda pública griega
(y la corporativa avalada por el Estado) como garantía para seguir
realizando sus operaciones ordinarias de financiación a la
Administración helena.
Es de sobra conocido que Grecia necesita del BCE para subsistir en el día a día ya que ni es capaz de conseguirlo internamente (vía impuestos) ni puede pedir prestado dinero a los mercados
(nadie le compra deuda); actualmente esta entidad se la presta en forma
de financiación recurrente, prácticamente automática a tipos de interés
baratos, una buena parte de ella, se hace comprando o bien letras del
tesoro o bien de deuda avalada por el gobierno.
Un freno a esta
línea de liquidez podría provocar a corto plazo que no se pueda hacer
frente a los pagos de las pensiones, de los sueldos de funcionarios? ni
que decir tiene que la propuesta que acaba de presentar en el
Parlamento, el nuevo presidente del gobierno, Alexis Tsipras, de pagar
luz, transporte a la gente más pobre, a pesar de ser a todas luces
necesario, sería totalmente inviable.
De momento el anuncio del BCE no supone este escenario tan adverso,
al menos de momento, sino que es algo más formal que efectivo: al no
poder tomarse como garantía este tipo de deuda, la financiación se
seguirá haciendo pero bajo medidas extraordinarias de liquidez, que
pueden frenarse en cualquier momento.
Debido a que poco cambiará en el corto plazo, parece que este comunicado pone de manifiesto un temor real del BCE a una posible insolvencia definitiva de Grecia, lo que provocaría impagos de deuda, ya sea pactada o no.
No hay que olvidar además que en marzo empezará el programa de compra de activos del BCE de 60.000 millones de euros, el famoso 'Quantitative Easing',
y aunque en un principio no se exceptuaba la deuda griega y no se ha
hecho anuncio al respecto, parece evidente pensar que si se sigue el
mismo criterio, tampoco se admitirá ésta, con lo que los problemas se
acentuarán.
Al fin y al cabo, parece lógica la preocupación del BCE: la actual línea de crédito finaliza a finales de febrero,
además coincide con los primeros vencimientos de deuda, que se irán
sucediendo durante todo el año, y si no puede satisfacer gastos
corrientes ni que decir tiene que es imposible hacer frente a
amortizaciones sin llegar a un acuerdo con los acreedores.
Las
posturas de éstos y del gobierno parecen todavía muy encontradas, y se
han puesto de manifiesto en primeras reuniones que han mantenido tanto
Tsipras como su ministro de finanzas, Yanis Varoufakis con dirigentes
europeos, sobre todo con los representes de Alemania,
y el tiempo apremia: si no se llega a un acuerdo de forma relativamente
urgente con sus acreedores, cuyos principales exponentes son la
Comisión Europea a través del MEDE, el Fondo Monetario Internacional y
el propio BCE la bancarrota y la salida de Grecia del euro será la única
salida.
Luis García Langa
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