SHANGHAI.- Controlar la erosión del yuan,
evitar una espiral deflacionista y continuar con las medidas de apoyo
económico son los principales desafíos del Banco Central chino,
condenado, según los expertos, a mostrarse aún más complaciente.
El
Banco Popular Chino (PBOC, por sus siglas en inglés), como se llama el
Banco Central, anunció el sábado una nueva una bajada de los tipos de
interés, la segunda en tres meses, insistiendo en su principal
motivación: ir contra las tensiones deflacionistas.
De hecho, la
inflación en China se hundió en enero por debajo del 1% por primera vez
en cinco años, minada por un consumo interno débil.
"Es el momento
de actuar: los tipos de interés reales (es decir, teniendo en cuenta el
impacto de una inflación a la baja) han subido tanto que incapacitan"
toda recuperación económica, observan los analistas de Mizuho.
A
pocos días de la sesión anual del Congreso chino, "el PBOC ilustra el
sentimiento de urgencia frente al debilitamiento de la actividad"
económica, considera Louis Kuijs, del banco RBS.
El
crecimiento de la segunda economía mundial cayó en 2014 al 7,4%, el más
bajo desde hace un cuarto de siglo, y las perspectivas continúan
ensombreciéndose.
El banco central chino ya bajó a finales de
enero los ratios de reservas obligatorias impuestas a las entidades para
incitarlas a aumentar los préstamos, antes de multiplicar las
inyecciones de liquidez a través de operaciones en mercados regulares,
con anterioridad a las vacaciones del Año Nuevo Lunar.
Con un
éxito limitado: "Los bancos comerciales han aumentado su volumen de
crédito", pero continúan privilegiando a los grupos estatales, en
detrimento de las compañías privadas, que se siguen quejando de unos
costes de financiación muy elevados", subrayó ANZ.
Sin
embargo, la decisión del PBOC solo podría estabilizar la situación. "Se
arriesga a parecer un poco demasiado conservador" frente a una
"recuperación precaria del mercado inmobiliario" y a una "industria
manufacturera golpeada por la deflación", insistía Yao Wei, del banco
francés Société Génerale.
En efecto, Pekín debería reducir su
objetivo de crecimiento para 2015 al 7% (frente al 7,5% del año pasado),
pero la opinión general es que el PBOC "no tendrá más remedio" que
seguir estimulando la economía con nuevas bajadas de los tipos y de los
ratios de las reservas bancarias.
Una "flexibilidad aplicada de mala gana", según los expertos de Barclays: preocupada por no alimentar el reciente sobresalto de la "finanza de
la sombra" (modos de crédito no regulados) y de encauzar la deuda
pública, Pekín no volverá a abrir las compuertas a la liquidez, al revés
que en 2009.
Otro factor complica la ecuación: las recientes
presiones que empujan al yuan a depreciarse, (aunque dentro de las
horquillas autorizadas por el banco central).
La "moneda del
pueblo" o renminbi, otro nombre del yuan, ha caído un 2,7% frente al
dólar desde principios de noviembre y el lunes la cotización terminó en
6,2727 yuanes por dólar, el cambio más bajo desde octubre de 2012.
Es
la evidencia de cómo la tendencia se ha invertido: mientras China
atrajo masivamente capitales internacionales durante una década, en el
cuarto trimestre de 2014, los flujos netos de capital que salieron de
China se elevaron a 91.000 millones de dólares.
El fin del
programa de "expansión cuantitativa" de la Reserva Federal
estadounidense (FED), haciendo la colocación del dólar más retributivo,
"empuja aún más al billete verde a apreciarse" frente al yuan, a riesgo
de alentar esas fugas de capital, lamento Pan Gongsheng, vicegobernador
del PBOC.
Al mismo tiempo, el gabinete Capital Economics insiste en que hay gran cantidad de empresas chinas endeudándose en dólares.
De
ahí el dilema: una caída del yuan supone un empujón para los
exportadores chinos, pero encarece en la misma medida lo que las firmas
chinas deben reembolsar para pagar sus deudas y obligaciones en divisas
extranjeras.
Las deudas en dólares de los prestatarios chinos
ascienden a más de un billón de dólares, según el Banco de Pagos
Internacionales (BPI, por sus siglas en inglés), el banco de los bancos
centrales.
Gracias a sus grandes reservadas de divisas (no lejos
de los cuatro billones), Pekín tiene capacidad de reaccionar, pero
podría privilegiar su statu quo: "No dejará que el yuan se deprecie
demasiado, porque eso no casa con su idea de convertirla en una divisa
internacional más fiable", consideró Louis Kuijs, de RBS.
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