sábado, 18 de abril de 2015

Unión Europea: la difícil salida de la crisis / Jourdy Victoria James Heredia

A más de seis años de irrupción de la crisis global, la zona euro continúa con graves problemas económicos y ha entrado en una fase de estancamiento que amenaza con perpetuar los altos niveles de desempleo y deuda de varias economías. 

Un análisis global de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) volvió a ubicar a la Eurozona como el principal contratiempo para el crecimiento mundial.

Además, el riesgo de entrar en una dinámica deflacionista amenaza con lastrar cualquier intento de recuperación; más aún, los crecientes niveles de desigualdad y pobreza ponen en riesgo la cohesión y el modelo social europeo.

En la actualidad, las principales economías de la Unión Europea (UE) y la Eurozona, están estancadas: Alemania, que en medio de la crisis del bloque había reflejado el mejor comportamiento económico en comparación con el resto de sus socios comunitarios, el pasado año se complicó pues en el segundo trimestre decreció -0,2 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB) y sólo aumentó 0,1 por ciento en el tercer trimestre.

Asimismo, Francia continuó con bajos crecimientos e Italia no ha logrado rebasar la recesión económica en que se encuentra sumida desde 2011 (no registró crecimiento en ningún trimestre).

Grecia y España encabezan las cifras de crecimiento, con alzas superiores al 0,5 por ciento del PIB en el tercer trimestre de 2014. Tal incipiente mejoría obedece a los progresos de competitividad derivadas únicamente de recortes en los costos laborales y, en el caso español, a la coyuntura de la temporada turística.

Sin embargo, la debilidad de los tres grandes mencionados, que también están entre los principales clientes de sus exportaciones, se convierte en un problema para la continuidad de tal crecimiento.

En la eurozona el PIB creció 0,2 por ciento en el tercer trimestre de 2014. Se trata de un ritmo de aumento a todas luces insuficiente para avanzar en la reducción de los desequilibrios que la mayoría de las economías del área presenta, y para que el desempleo disminuya considerablemente.

El conflicto entre Rusia y Occidente a cuenta de Ucrania ha lastrado el incremento económico en Alemania. Berlín y Moscú tienen una dependencia estratégica: alrededor del 30 por ciento del gas comprado por la UE en el exterior proviene de Rusia y un tercio pasa por Ucrania.

El valor de las ventas de gas remonta a 100 millones de dólares al día. Asimismo, aproximadamente seis mil empresas alemanas radican en Rusia y generan más de 300 mil empleos.

Más aún, la desaceleración de las economías emergentes y la debilidad del yen -que permite una mejor competencia a los productos de Japón con los alemanes y europeos en general- han afectado el comercio exterior alemán.

Existen otros riesgos latentes que deben ser resueltos. Estos guardan relación con una elevada tasa de desempleo, baja tasa de inflación, contracción del acceso a los créditos y un persistente elevado nivel de endeudamiento.

Tal vez el problema más acuciante es el desempleo. En la zona euro la tasa de desocupación alcanza el 11,5 por ciento de la población activa (18 millones de personas) y en la UE de 10,1 por ciento (casi 25 millones).

Grecia y España con 27 por ciento y 24 por ciento, respectivamente, detentan los mayores promedios, mientras Alemania continúa con niveles de desocupación en mínimos históricos. Además, las expectativas de desempleo no apuntan a mejoras notables a corto plazo.

Casi seis millones de españoles no tienen empleo, la mitad de ellos -tres millones- no trabajan desde hace más de un año. Aunque entre 2007 y 2013, el desempleo de larga duración se incrementó en casi todos los países europeos, los casos de España y Grecia se presentan como sencillamente insostenibles.

La tasa de paro de larga duración en España es del 13,1 por ciento de la población activa, 11,4 puntos más que en 2007, cuando apenas ascendía al 1,7 por ciento. El 40 por ciento de los desocupados de larga duración lleva buscando trabajo entre dos y cuatro años. Sólo Grecia, con un 18,4 por ciento de desempleo de larga duración, supera a España.

Entre los jóvenes el desempleo es mayor: cinco millones no tienen empleo en la UE (21,6 por ciento), de los cuales 23,3 por ciento pertenecen a la zona euro. España (53,7 por ciento) y Grecia (51,5 por ciento) poseen los promedios más altos.

El 25 por ciento de los jóvenes en la UE tiene un contrato temporal. España, junto con Portugal y Francia, destacan por la alta temporalidad de los contratos, siendo de un 31,5 por ciento. Otro dato destacable es que el 19 por ciento de los jóvenes desempleados llevan entre uno y dos años sin trabajo.

Las empresas temen invertir o contratar, los consumidores no están gastando lo suficiente y numerosos bancos se resisten a dar préstamos.

Por su parte, la inflación es del 0,4 por ciento es un valor muy lejano del objetivo oficial del dos por ciento establecido en 1992 a raíz del proceso de creación de la unión monetaria (zona euro).

De los 19 países de la zona euro, en cuatro ya hay deflación (tasas de inflación negativas en Grecia, Portugal, España y Eslovaquia) y en 11 estados la inflación crece por debajo del uno por ciento.

La idea de que los precios seguirán en descenso posterga el consumo presente para el futuro y deprime aún más la demanda actual.

La reactivación del crédito es vital para alejar el fantasma de la deflación. El crédito a compañías y familias de la zona euro se contrajo en septiembre de 2014 por vigésimo noveno mes consecutivo.

Según el FMI, el crédito de los bancos a las empresas de la zona euro sigue siendo anémico, y las entidades financieras que representan el 70 por ciento de los activos no son lo suficientemente fuertes para hacer fluir el crédito en apoyo de la recuperación en la unión monetaria.

También, las disposiciones de consolidación fiscal conocidas como medidas de austeridad han contribuido a mejorar los déficits fiscales. En 2013, el déficit fiscal fue de 3,2 por ciento del PIB para la UE y de 2,9 por ciento del PIB en la Eurozona.

Sin embargo, la deuda pública se ubica en 87 por ciento del PIB para el conjunto de la UE y en casi 93 por ciento entre los países de la zona euro. Y, por países, la deuda continúa elevada en Grecia (175 por ciento del PIB), Italia (133 por ciento), Portugal (129 por ciento ), Irlanda (116 por ciento) y España (92 por ciento).

Los pronósticos de la Comisión Europea indican un débil crecimiento económico para 2015. En la UE se vaticina un crecimiento en torno al 1,5 por ciento y del 1,1 por ciento para la zona euro, pero con desigualdades al interior del área.

Aunque el contexto externo influirá en el crecimiento europeo de los próximos años, los problemas más importantes son endógenos: ni hay inversión ni las políticas monetarias y fiscales existentes son suficientes para detener la crisis de la zona.

La baja inflación parece persistir. Las previsiones al respecto para la UE son del uno por ciento en 2015. En la zona del euro será de 0,8 por ciento.

El efecto más grave de la deflación es que aumenta la carga de las deudas; por eso ante un escenario de alto endeudamiento público y privado, la baja inflación es una pésima señal del estado de la economía que amenaza con hacer inmanejable el tema de la deuda.

Para las empresas, el endeudamiento puede volverse incontrolable porque sus productos valen menos mientras su deuda se mantiene.

En otro orden de cosas, el desempleo y la caída de los salarios han alcanzado valores nunca vistos antes y parecen perdurar. Esto complica el consumo y con ello la recuperación.

Las políticas de austeridad aplicadas para salir de la crisis no se han revertido en un mayor crecimiento europeo. En este sentido, Europa se debate entre más austeridad o un plan de gastos para reanimar la economía.

En la medida que los síntomas del deterioro económico europeo se intensifican (desempleo-estancamiento-deflación) aumenta el riesgo de una recesión más prolongada.

(*) Subdirectora del Centro de Investigaciones de la Economía Mundial

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