LONDRES.- “Hard working families” es el
concepto más repetido en la campaña electoral británica. Políticos de
todo color adoran interpelar a esta comunidad indefinida del electorado.
Lo mencionan en todo tipo de discursos, sobre impuestos, inmigración,
sobre el precio de la vivienda… cuantas más veces, mejor. Pero ¿qué
piensan estas “familias trabajadoras” de los políticos? ¿Cómo viven las
elecciones las familias que, además de trabajar duro, viven en la
pobreza? ¿Y los parados? ¿Saldrán a votar?
De los 13
millones de pobres que viven en Reino Unido, la mitad vive en una
familia trabajadora, según un informe elaborado por la Fundación Joseph
Rowntree para poner cara a la pobreza ante estas elecciones.
“Yo me pregunto si saben lo que quiere decir”, comenta
Edward, un dependiente de Sports Direct que no llega a fin de mes. Nos
lo confiesa en voz baja, mientras dobla camisetas en una de las muchas
tiendas de esta firma de ropa deportiva en el centro de Londres. “Cuando
les oigo, me gustaría que hicieran la prueba de vivir mi vida durante
un mes, sólo uno, y que sintieran la angustia de mirar mi cuenta
corriente. Yo a veces ni la miro por ahorrarme el mal trago". Edward no
sabe si irá a votar. “Si voy, quizá vote a los laboristas”, dice poco
convencido.
De entre los trabajadores sociales de las
organizaciones que apoyan a los más desfavorecidos es imposible
arrancar una confesión de voto. “Somos una organización políticamente
neutral”. En cualquier caso, ningún programa le convence, comenta al
teléfono Jim McCormick, asesor en Escocia para la Fundación Joseph
Rowntree (JRF) desde 2007. Esta organización se dedica analizar las causas de la pobreza en el país.
“Ninguno de los partidos que puede salir elegido la próxima semana
tiene un programa creíble y sólido contra la pobreza. Todos los partidos
parecen tener algo que decir aunque cada uno la mira desde ángulos muy
distintos y todos utilizan un lenguaje muy diferente. Sin embargo,
ninguno de ellos tienen una visión sólida de cómo erradicar la pobreza
en toda su dimensión”, dice McCormick.
En Paisley, Escocia, la directora del centro social Star Project
tampoco quiere decirnos a quién votará. Emma Richardson conoce bien
presión que las políticas ejercen sobre el electorado más vulnerable,
pues trabaja desde hace más de ocho años dando consejo y tratando de
mejorar la vida de personas que viven en la pobreza en esta comunidad,
una de las circunscripciones más pobres del país. En las elecciones de
2010 el escaño de Paisley se lo llevó el partido laborista. “Aquí
estamos en contacto con una comunidad de más de 500 personas que son
aquellas a las que se refieren cuando se habla de ‘problemas sociales’”.
Emma desconoce cuántos de los usuarios del centro irán a votar el
próximo jueves. “No veo mucha motivación por su parte. Aquí no escucho
muchas charlas sobre política, sólo si ha habido algo divertido en los
periódicos”, dice Richardson. “La razón es que, por un lado, sienten la
política como algo muy distante de ellos. Por el otro, votar no es una
prioridad cuando tus fuerzas están centradas en llegar a fin de mes o en
que no te quiten la casa”.
“Es extraño –matiza Emma-
en realidad sí que hablamos de asuntos políticos, pero no de política. A
diario la gente habla sobre los problemas que tienen cada día en el
centro de búsqueda de empleo. Sin embargo, no hacen la conexión de esos
problemas con los líderes del gobierno. Ellos lo sienten como algo
personal, no algo político”, dice.
El próximo jueves,
aprovechando que los niños no van al cole porque se vota, el Star
Project hará una jornada en que sacará el argumento electoral entre sus
usuarios. “Quizá entonces sepa algo más sobre a quién votarán”.
Aunque Jim McCormick ni Emma Richardson confiesan su voto, ambos se
muestran conformes con compartir sus opiniones sobre cuáles han de ser
las prioridades de un partido que quiera solucionar los problemas de los
más vulnerables en Reino Unido. Destacan dos asuntos urgentes: eliminar
la precariedad laboral y las sanciones en el sistema de benefits,
un castigo económico que ha impuesto el partido conservador para,
dicen, dejar de pagar a quienes cobran subsidios de forma abusiva.
La gran mayoría de organizaciones sociales del país coincide en que
estas sanciones sanciones, que entraron en vigor hace más de dos años,
son severas hasta niveles exagerados y que están retirando ayudas y
dejando agente sin dinero para vivir de manera injusta.
“En los últimos años hemos visto un crecimiento del empleo y eso es un
desarrollo positivo –dice McCormick–. Pero cuando miras por debajo de
los titulares lo que encuentras es que muchos de esos trabajos se
encuentran en sectores localizados y mucho de ese crecimiento es en
trabajo autónomo. Pero no son autónomos emprendedores que abren un
negocio. Son personas empujadas por su empleador a registrarse como
autónomo, de tal manera que hacen sólo trabajos temporales. Según
nuestros datos, más del 40% de ese trabajo es muy inseguro por lo que
creo que el problema número uno debería de ser mejorar la calidad del
trabajo”, dice Jim McCormick.
También Paul McNamee,
director de la revista vendida por indigentes Big Issue, está de
acuerdo. “Lo primero que hay que atajar son los contratos de cero
horas”, nos dice por email.
La Fundación Joseph
Rowntree ha hecho una propuesta formal al Gobierno escocés para hacer un
proyecto piloto sin sanciones. “Al Gobierno de Reino Unido le hemos
dicho abiertamente que el Ministerio de Trabajo y Pensiones debería
venir y probar una manera mejor de trabajar en este área. Queremos
negociar una aproximación más flexible para demostrar que puedes obtener
mejores resultados y ahorrar dinero”. El Gobierno escocés no tiene
competencias sobre las sanciones y los subsidios. Si hay proyecto piloto
o cualquier tipo de cambio que afecte para bien o para mal a los más
vulnerables será decisión del Gobierno que salga de las urnas el próximo
jueves.
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