BERLÍN.- Angela Merkel no quiere lanzarse en un nuevo programa de ayuda a Grecia sin el FMI, pero este impone condiciones que la canciller alemana rechaza, lo que la deja en una posición delicada en víspera de la votación de los diputados alemanes.
"Promesa
incumplida", atacó el tabloide Bild recordando que la
mandataria se había comprometido a la participación del FMI en el plan
de 86.000 millones de euros para tratar de sacar a Grecia de la crisis.
El
miércoles, la canciller y su ministro de Finanzas Wolfgang Schäuble
abogarán ante los diputados a favor de la aprobación de este plan que el
viernes aceptó el Eurogrupo y del que está ausente el Fondo Monetario
Internacional.
En la televisión pública alemana, Merkel se mostró
el domingo confiada en que el FMI permanezca finalmente en el barco.
Pero la incertidumbre está ahí, ya que la institución se ha dado hasta
octubre para dar una respuesta.
Esta participación es "totalmente necesaria", dijo un portavoz del ministerio de Finanzas, Marco Semmelmann.
Una
opinión que comparten muchos diputados del partido conservador CDU de
Angela Merkel. Michael Fuchs ha reconocido, en Bloomberg TV, que todavía
no ha decidido lo que va a votar y que sin un compromiso claro del FMI,
"podría haber más votos en contra" de los 60 registrados en las filas
conservadoras en julio, durante la votación sobre el principio de la
negociación de un nuevo plan.
Estos "disidentes" no suponen un
gran riesgo dada la importancia de su mayoría (504 de 631 diputados) y
aunque la popularidad de Merkel no decae, representan una opinión
creciente en la opinión pública que la canciller no puede ignorar.
"El
FMI tiene una reputación de ser duro e independiente, mucho más que la
Comisión Europea. Por eso, si el FMI apoya el programa, ayuda a Merkel a
vender a su propio partido y al público alemán en general", que tiene
tendencia a pensar que ya ha pagado demasiado por Grecia, explica Holger
Schmieding, economista de Berenberg.
Para Sylvain Broyer, economista de Natixis, el ministerio de Finanzas ve en ello "una forma de protegerse", ya
que "implícitamente, garantiza la devolución de los préstamos", como lo
exige el FMI.
En 2010, con motivo del primer plan para Grecia,
Alemania había reclamado que el FMI formara parte y aportara sus
competencias técnicas.
Para el otro partido en el poder, los
socialdemócratas del SPD, este punto es menos importante. El
vicepresidente del grupo parlamentario Carsten Schneider considera que
no es un "criterio eliminatorio" para el voto, pues lo importante es
sobre todo que el FMI siga como consejero para ayudar a Grecia a volver a
crecer.
Pero las exigencias del FMI son invendibles para el Merkel y su partido.
El
viernes, la directora gerente Christine Lagarde volvió a exigir una
condonación "significativa" de la colosal deuda griega, considerada
"insostenible" ya que se elevará al 200% del PIB del país.
"Es
fundamental que los socios europeos de Grecia asuman compromisos
concretos (...) para aliviar significativamente la deuda mucho más de lo
que se ha considerado hasta ahora", agregó.
Pero para Berlín, una
condonación pura y simple de una parte de la deuda es una línea roja
que no se puede pasar, pues los contribuyentes alemanes no lo
aceptarían.
Al alegar que está en contra de los tratados europeos,
Wolfgang Schäuble logró que el Eurogrupo lo escribiera negro sobre
blanco en su comunicado. Angela Merkel ha jugado su carta preferida, la
del compromiso, evocando que hay "márgenes de maniobra" con las tasas de
interés de los títulos de la deuda o con los plazos de su vencimiento.
Pero el secretario de Estado, Jens Spahn, figura montante del CDU los
considera "limitados".
"Todo el mundo tendrá que ceder", advierte Sylvain Broyer.
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